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Intervención en la presentación “América Latina a través del espejo mediático español. El caso de Venezuela (2002-2004)”, de Manuel López Calvo. Málaga, 18 de diciembre

Una rigurosa investigación que descubre el complot de la prensa española contra Venezuela

Fuentes: Rebelión

Hace ya un par de años, un académico venezolano me comentaba que un periodista extranjero le había preguntado si existía libertad de expresión en su país insinuado así su crítica al presidente Hugo Chávez. El académico le respondió: «No, no la hay, la han secuestrado los medios de comunicación». Y es lo que yo creo […]

Hace ya un par de años, un académico venezolano me comentaba que un periodista extranjero le había preguntado si existía libertad de expresión en su país insinuado así su crítica al presidente Hugo Chávez. El académico le respondió: «No, no la hay, la han secuestrado los medios de comunicación».

Y es lo que yo creo que está pasando en cada vez más países con la libertad de expresión y el derecho a la información. No lo hay, lo han secuestrado los medios de comunicación.

Por eso yo creo que el principal reto para enfrentar esa situación es desnudar sus mentiras. Como además en algunas cuestiones sus campañas de intoxicación llegan hasta la éxtasis, debemos señalar todo lo fuerte que podamos con nuestro dedo acusador dónde están mintiendo. Eso, algunos lo intentamos hacer con guerra de guerrillas. Un texto de urgencia al día siguiente de un editorial miserable y falso, media docena de perlas que es como sacarles la lengua y decir «te pillé»… Es algo así como ir por la vida con una honda y cuando podemos les tiramos un cantazo ideológico lanzado con la fuerza de la verdad, siempre con la fuerza de la verdad, porque es el arma que a nosotros nos sobra y ellos no utilizan.

Luego están los tipos serios que investigan, siguen durante años los comportamientos informativos, van tomando notas y notas, fuentes, citas, fechas, cuadros comparativos. O sea, hacen un riguroso trabajo de investigación que dejará una cicatriz en la credibilidad de los medios para toda la vida. Eso es lo que ha hecho Manuel López Calvo con este libro. Un trabajo serio, y no lo que hacemos los periodistas, que, o mienten al servicio de sus empresas de comunicación, o sólo lanzamos un canto en la honda con la fuerza de la verdad de vez en cuando.

Y es que el caso de Venezuela, lo he dicho en muchas ocasiones, es el más clamoroso. Allí, a los medios de comunicación, les ha pasado como al criminal que se confía tanto que al final terminan pillándole.

Y Manuel López Calvo les ha pillado. Por eso hay que hablar de este libro, y publicarlo por supuesto, como ha hecho la Diputación de Málaga, porque hay que decir a los cuatro vientos que les hemos pillado.

Existe una versión precipitada de esta obra y también una versión venezolana de esta obra. La primera sería «Periodismo y crimen. El caso Venezuela Abril 2002», editado por Hiru. Una recopilación de textos urgentes editada a los pocos día del golpe de Estado del 2002, destapando el papel de los medios de comunicación. La versión venezolana se titula «Venezuela golpeada. Mediocracia contra democracia», del académico venezolano Luis Britto García. Otra persona que hace cosas serias como Manuel, porque no es periodista. En él explica cómo se informaba en Venezuela de todos estos acontecimientos. Yo decía hace un año sobre este libro, el de Luis Britto, que en Venezuela se ha acentuado hasta la exageración lo que nos puede suceder con la libertad de expresión y el derecho a la información en los países bajo regímenes de democracia representativa y economía de mercado: su secuestro por las elites mediáticas al servicio de una oligarquía empresarial local y un conglomerado de multinacionales. Y Manuel López Calvo lo que demuestra es que no es que pueda suceder, sino que está sucediendo.

Esta obra, como supongo que ya sabrán, es el seguimiento de la prensa española en cinco periódicos, tres nacionales y dos de difusión local, sobre los principales acontecimientos venezolanos que han llevado a este país a protagonizar la agenda informativa: el intento de golpe de Estado del 11 de abril del año 2002, el paro petrolero del final de ese año y el referéndum revocatorio de agosto de 2004. Un seguimiento que desvela la manipulación, la mentira, el engaño y la miseria constante -y sonante porque hay muchas razones económicas de por medio- que deben sufrir los españoles cuando se les dice informar sobre Venezuela y el gobierno de Hugo Chávez.

El resultado del panorama informativo es «el intento de sustituir la democracia por un nuevo modelo político, en el cual los mediadores son suplantados por los medios». Ese es el modelo ya dominante en Venezuela y fuera, lo que sucede es que en la cuestión venezolana ha llegado hasta la caricatura. En nuestros países son los medios los que marcan la agenda de actualidad, los discursos predominantes, los enfoques oportunos, los líderes políticos adecuados, los líderes de opinión seleccionados y las movilizaciones populares convocadas y, posteriormente, informadas. Sobra el ciudadano, el político y el intelectual. O mejor dicho, no sobran, ellos los elegirán. Es lo que según afirma el columnista Pablo Antillano se llamaría «mediocracia». Vale la pena reproducir algunos fragmentos de los «profundos cambios hacia la mediocracia que se van produciendo en la sociedad que conocemos», según Antillano:

«- En la democracia, la justicia la imparten los jueces y los tribunales; en la mediocracia, son los medios los que absuelven y condenan.

– En la democracia, la verdad surge de los hechos y el análisis; en la mediocracia, la verdad la tiene el que muestre más vídeos.

– En la justicia de la democracia, el acusado tiene derecho a un defensor y es inocente hasta que se pruebe lo contrario; en la mediocracia, la imagen es acusadora, prueba y verdugo, y la condena es irreparable e inapelable.

– En la democracia, los líderes son construidos a punta de obras y valores, en la mediocracia son construidos por asesores de imagen.

– En la democracia, los líderes van a las comunidades; en la mediocracia, van a los programas de opinión.

– En la democracia, los medios dicen lo que los ciudadanos piensan; en la mediocracia, los ciudadanos dicen lo que los medios piensan.

– Para la democracia, los individuos son ciudadanos; para la mediocracia, son audiencias.

– En la democracia se valoran los contenidos, en la mediocracia, los titulares.

– En la democracia la información es una cosa, la opinión es otra y la propaganda es otra; en la mediocracia no hay fronteras.

– Para la democracia una masacre es un hecho luctuoso; para la mediocracia, es un espectáculo interactivo, una telenovela por entregas.

– En la democracia, los periodistas van tras los personajes; en la mediocracia, los personajes persiguen a los periodistas.

– En la democracia, un golpe toma Miraflores (palacio presidencial venezolano); en la mediocracia toma una señal de televisión.

(Pablo Antillano: «La mediocracia»)

El autor de estas reflexiones dejó de tener cobertura por los medios de comunicación a principios del 2003, varios meses después de escribir esto.

Pero además este es un libro inacabado porque, como se ha podido observar con las elecciones legislativas de este mes de diciembre, la campaña contra Venezuela sigue. Y los periodistas alternativos también continuaremos con nuestra honda lanzado acusaciones y desvelando mentiras, y Manuel López, tomando notas claro está, para hacer un libro serio.

Y aún así, Manolo ha sido muy buena persona, porque hay una prueba que deja a los medios más en evidencia, que es la noticia comparada. Algo que no le ha sido necesario utilizar a Manuel López en este libro porque las mentiras se ven solas. Por ejemplo ahora se puede contrastar lo que se dice de las elecciones egipcias con partidos políticos prohibidos, mil detenidos, una decena de muertos por la policía y lo que se decía de las venezolanas. O como se laminan y derrocan gobiernos en Serbia, Georgia, Ucrania y Kirguizistán mediante «revoluciones coloristas» teledirigidas desde Washington.

Y mientras se satanizan gobiernos como el sirio, el iraní, el venezolano o el cubano, se aplauden el paquistaní, el jordano o el marroquí.

Fijaos como en el Líbano matan a un periodista, sale durante tres días el asunto en televisión, entierro incluido, se le echa la culpa al gobierno del país del al lado (Siria) y se pide una investigación de la ONU. En Colombia los periodistas mueren por decenas, nunca hemos visto el entierro de uno de ellos en televisión, no se hace ninguna referencia a la relación del gobierno colombiano con los paramilitares que los asesinan y, por supuesto, nadie nombra ninguna investigación de la ONU. El colaborador de Rebelión Koldo, recurre con frecuencia a una ficción muy elocuente que suele titular «Si hubiera sucedido en Cuba». Imagínense si en Cuba murieran decenas de presos en un motín como sucede todos los meses en el resto de países de Latinoamérica, si hubiese una manifestación reprimida por la policía como en cualquier lugar del planeta, si allí los policías fueron con esa apariencia de ninjas que tienen los del resto del mundo. O si La Habana amaneciese con una docena de pintadas contra Castro como aparecen todos los días en todas las grandes capitales del mundo contra sus gobiernos.

Miren el escándalo de las declaraciones del presidente de Irán, que lo que ha dicho es que si tanto remordimiento tiene Europa por el trato que le dio a los judíos en el holocausto, pues que hubieran creado una nación judía en Europa y no en el corazón del mundo árabe.

Y voy de nuevo a Venezuela y a Cuba. Lo tengo que relacionar con Cuba porque los que vilipendian y llaman dictador y déspota a Chávez, son los que acusan a Cuba de no celebrar elecciones y no tener pluralidad de partidos, ni medios de comunicación privados. Todo eso lo tiene Venezuela y le caen las mismas tortas, luego no es eso lo que les molesta. Les moleta que esas empresas dueñas de medios de comunicación vía accionariado o vía anunciantes, no puedan hacer allí los negocios que hicieron en Argentina, en Chile, en México y en todos los países donde gobiernan los amigos del neoliberalismo. Esto también lo cuenta en su brillante y amplia introducción Manuel López Calvo. Porque este libro no es una crítica de los medios de comunicación solamente, es una disección de cómo funciona la economía mundial y cómo hace funcionar a los medios.

Pero yo soy de los que piensan que una vez que analicemos la sinvergüencería que hay en estos medios de comunicación, la denunciemos y la desnudemos, tenemos que lograr no salir deprimidos.

Y creo que también el caso venezolano nos es de gran ayuda. La gran pregunta es, ¿cómo les ha ido en estos años a los medios en su operación contra Venezuela?

Nuestro libro analiza los tres momentos históricos que hemos señalado anteriormente: golpe de Estado, paro petrolero y referéndum revocatorio.

Sin duda el gobierno de Hugo Chávez no sólo ha vencido en cada una de esas embestidas sino que ha salido más reforzado dentro de su propio país. Pero es que yo diría que fuera, y a pesar de las campañas que tan detalladamente se diseccionan en el libro de López Calvo, el proyecto bolivariano se ha crecido en cada uno de estos combates. Por ejemplo, en las fechas del golpe, el conocimiento de la política gubernamental venezolana era mínimo entre la izquierda internacional. Yo recuerdo que publiqué en diciembre del año 2001 algo en Mundo Obrero y mis compañeros me ponían cara de decirme de dónde sacaba yo que ese militar golpista de Venezuela era de los nuestros. Incluso no hubo una reacción rápida al golpe entre la izquierda española, el comunicado de IU, por ejemplo, fue muy tibio. Sin embargo, al desvelarse aquella trama, ver quien lo apoyó y descubrirse la movilización en defensa de Chávez, la izquierda mundial empezó a entender algo de lo que estaba sucediendo. La prueba más palpable es que un año después se conmemoraba la victoria sobre el golpe en lo que se llamó I Encuentro de Solidaridad con la Revolución Bolivariana y allí estaban Jaime Caycedo (secretario general del Partido Comunista Colombiano), Gladys Marín (secretaria general del Partido Comunista de Chile), Evo Morales (líder del MAS boliviano), Ricardo Alarcón (presidente del Parlamento cubano), Cahutemoc Cárdenas (PRD mexicano), Shafick Handal (secretario general del Partido Comunista de El Salvador), Daniel Ortega (secretario general del Frente Sandinista) y muchos más. IU tenía representantes y desde Francia vino el disidente del partido socialista Jean-Pierre Chevènement. Entre los intelectuales, James Petras, Heinz Dieterich, Marta Harnecker y muchos más. Ese nivel de adhesión manifiesta no hubiera existido sin el golpe.

Y algo parecido sucedió con las otras dos embestidas. Por ejemplo, el referéndum revocatorio, avalado por los observadores internacionales, zanjó una discusión eterna que, como bien señala Manuel López, no cesaba de plantear en los medios que todas las encuestas revelaban que Chávez no contaba con suficiente apoyo y debía dimitir. Incluso fue el propio presidente el que se dio cuenta que era mejor que los opositores ganasen la recogida de firmas y que hubiese referéndum que no hacerlo. Eso de adscribirse los medios en sus afirmaciones la opinión mayoritaria de la sociedad es muy habitual. Yo recuerdo las risas de algunos en la redacción de ABC, cuando veamos esos grandes titulares que decían «Un clamor ciudadano pide que se aumenten las penas de prisión para… «, «Un clamor pide en la calle la dimisión de…». En la calle no había ningún clamor, ni la gente iba clamando nada por las ciudades, ni había ninguna encuesta para eso, simplemente el director de turno había pensado que debían aumentar las penas para un determinado delito o dimitir algún cargo político.

Pero no solamente fracasan en Venezuela los tres intentos de desalojar a Chávez. En España fracasan las campañas de satanización en la medida en que cada vez va avanzando entre la población española la verdad sobre Venezuela. Lo cual quiere decir algo mucho más importante si cabe, que los medios se van deslegitimando en cada una de esas fracasadas cruzadas. He dicho en varias ocasiones, con motivo de reflexiones sobre los medios de comunicación y el papel de los medios alternativos, que si bien estos últimos no tienen suficiente calidad, constancia y rigor, hay algo en lo que se ha avanzado a un nivel sin precedentes históricos. Y es en dejar en evidencia la mentira de los grandes medios. Esa es una batalla ganada excepcional. Venezuela no es consciente de lo que ha ayudado en todo eso, y proyectos como este libro dejan a los grandes medios tambaleándose.

Pero hay que ir a más. Porque más grave que el extraordinario poder de los medios, es la impunidad absoluta en la que se escudan argumentando la sacrosanta libertad de expresión. Una libertad y un derecho a la información que, como decía el académico que he citado al principio, ellos están prostituyendo constantemente. Para enfrentar esa situación hay que reivindicar el papel de los medios públicos, los cuáles es más fácil someter a sistemas de control democrático, y ojo que he dicho someter. Someter a la voluntad de la ciudadanía. Y no permitir llamar a los privados independientes y a los públicos gubernamentales. Los medios siempre serán dependientes, o de los ciudadanos y de quienes los mantengan económicamente.

Por eso, hay que empezar a apostar por mecanismos de control ciudadano sobre los medios. Ese planteamiento de muchos periodistas que tras nuestra dictadura decían que la mejor ley de prensa es la que no existe, yo no lo comparto. Si algo podemos controlar todavía los ciudadanos en una democracia es la elaboración de las leyes y su acatamiento a ellas de todos los sectores. Los medios privados venezolanos están indignados porque en la Constitución del país se establece el derecho ciudadano «a la información oportuna, veraz e imparcial sin censura». Organizaciones internacionales al servicio del gran poder como Reporteros sin Fronteras o la Sociedad Interamericana de Prensa están molestos con la presencia de ese derecho. Si hasta Reporteros sin Fronteras expone en sus informes que está preocupado por la libertad de expresión de los medios de comunicación en Venezuela y por la agresividad verbal del presidente Chávez. O sea que la única libertad de expresión que les molesta a ellos y sobre la que hay que intervenir es la del presidente. El Estatuto del Periodista aprobado en España a iniciativa de Izquierda Unida tiene preocupados a los dueños de muchos medios. Afirman que están en contra de ese Estatuto «porque en una sociedad democrática los periodistas deben quedar fuera de la regulación política». En democracia regulación política es la legislación. Lo que proponen es que los periodistas estén fuera del imperio de la ley, sólo bajo el imperio de sus empresas claro. Porque, por supuesto, también está en contra de la existencia de un consejo de información en el que estén representados los sindicatos y los trabajadores. En cambio no se escandalizan porque exista un sistema de licencias y autorizaciones para poder poner en funcionamiento una emisora de radio o televisión. Pero es que la tendencia será a concentrar poder absoluto en los medios de comunicación. Un poder que sólo obedecerá a un sector social y a un modelo económico y que, además, en nombre de la libertad de expresión será impune. Están creando un monstruo, y además para su exclusivo servicio. Al que le ordenarán que nos amanse cuando les interese con telenovelas o programas del corazón o que no soliviante cuando haya un movimiento de rebeldía que ponga en peligro el sistema. Por eso dicen que les preocupa tanto la libertad de expresión en países donde la gente no come, no tiene educación, no tiene sanidad y vive en la indigencia. El colmo fueron unas declaraciones del entonces ministro de Relaciones Exteriores Josep Piqué tras el retorno al poder de Chávez una vez fracasado el golpe de abril del año 2002. La reacción del ministro Piqué es la de pedir que se «garantice la libertad de prensa». Después de un golpe en el que se viola y destituye la Presidencia del país, la Constitución democrática, la Asamblea Legislativa, los 20 jueces del Tribunal Supremo, el fiscal general, el Defensor del Pueblo, el Consejo Nacional Electoral sin crítica alguna por el gobierno español, al ministro lo que le preocupa cuando se recupera el orden constitucional es… «el respeto a la libertad de prensa».

La libertad de expresión y el derecho a la información es algo suficientemente importante como para no dejarlo en manos de los dueños de los medios de comunicación. Fíjense que no he dicho en manos de los periodistas, ellos sólo son operarios al servicio de quienes mantienen económicamente un medio.

Y mientras llega eso, la ciudadanía debe por principio desconfiar de los medios. La primera pregunta es de qué vive ese medio, quienes son sus accionistas, en qué otros sectores tienen inversiones, quiénes se anuncian y, por tanto, mantienen ese periódico o esa televisión. Y por supuesto recurrir a periodistas alternativos, académicos y profesores que, como Manuel, cumplan esa función de Observatorio de Medios que vigile los contenidos, los analice y los exponga a la sociedad para poder comprobar cómo han cumplido esa función a la que dicen dedicarse, la de informar.

«América Latina a través del espejo mediático español. El caso de Venezuela (2002-2004)». Manuel López Calvo. Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (CEDMA).