El 17 de febrero está muy próximo. Ese día, el pueblo ecuatoriano concurrirá a las urnas para elegir Presidente de la República, acompañado del respectivo Vicepresidente. Queda, pues, muy poco tiempo para reflexionar y decidir el voto. A la contienda se presentan diversos binomios, la mayoría de los cuales surge de los desgastados y moribundos […]
El 17 de febrero está muy próximo. Ese día, el pueblo ecuatoriano concurrirá a las urnas para elegir Presidente de la República, acompañado del respectivo Vicepresidente. Queda, pues, muy poco tiempo para reflexionar y decidir el voto.
A la contienda se presentan diversos binomios, la mayoría de los cuales surge de los desgastados y moribundos grupos de poder (la banca chulquera, los grandes medios privados, las ruinas gremiales), o de sectores oportunistas ávidos de saciar sus apetitos burocráticos y exhibir su ego de pavo real. Por su parte, los sectores que propician la Revolución Ciudadana presentan como opción, prácticamente triunfadora, la candidatura de Rafael Correa para la reelección presidencial.
En este punto, cabalmente, se impone la necesidad de precisar cuáles son las perspectivas y cuáles serían las consecuencias del resultado electoral. Aquí cabe sostener que el triunfo del candidato del movimiento PAIS luce indiscutible, según toda clase de encuestas y sondeos, formales o informales, especialmente en medio del común de las gentes del campo y la ciudad. Lo que, en cambio, merece dubitación, es si Rafael Correa triunfará en la primera vuelta o será inevitable una segunda. La razón indica que él debe triunfar en primera y única vuelta. Su victoria, en este caso, permitirá una rápida consolidación de la Revolución Ciudadana en lo concerniente a reafirmar sus bases. La derrota de la fragmentada oposición la paralizará.
Vendrán las mutuas inculpaciones, los arrepentimientos tardíos, los golpes de pecho. Cundirá la desmoralización, una rabia impotente, la desilusión. En cambio, si no triunfa Rafael Correa en la primera vuelta y el país se ve abocado a una segunda, se dará toda clase de pactos, incluso contra natura, la guerra sucia más desenfrenada, el billetaje de narcos y bancos inmorales, incluso episodios de chantaje y terror. Todo ello bajo la presunción de que, juntando ahora las fuerzas que ayer se dislocaron, pueden vencer al demonio. Este demonio que igual se llama Revolución Ciudadana, Revolución Bolivariana o socialismo del siglo XXI.
En conclusión, el triunfo de Rafael Correa en la primera vuelta, más allá de sus aspiraciones de liderazgo y de las expectativas de sus seguidores, debe darse en la primera vuelta o nos enfrentaremos al caos y a la violencia desatados por esa oposición que va desde la seudoizquierda hasta el fascismo. Pero, claro, para lograrlo, además de una alta dosis de conciencia, hará falta vencer el triunfalismo, propio de la inmadurez política de unos cuantos, el sectarismo de otros, que creen que pueden ganar una contienda haciendo casa aparte.
Lo que no le quita a nadie, ni hoy ni mañana, es el derecho a la crítica, al reclamo o la protesta en cuanto así lo exija la nueva democracia, y el sueño siempre orientador de una segunda y definitiva independencia.
Blog del autor: http://galarzajaime.blogspot.com
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