Recomiendo:
0

Derechos humanos en Ginebra

Una vez más, la batalla de Cuba

Fuentes: Rebelión

Un manifiesto, con la firma de novecientos intelectuales de prominencia internacional, acaba de darse a conocer oponiéndose a la manipulación que usualmente Estados Unidos realiza en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, con sede en Ginebra. La adhesión de esas altas personalidades permite inferir el apoyo de la intelectualidad de izquierda en el […]

Un manifiesto, con la firma de novecientos intelectuales de prominencia internacional, acaba de darse a conocer oponiéndose a la manipulación que usualmente Estados Unidos realiza en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, con sede en Ginebra.

La adhesión de esas altas personalidades permite inferir el apoyo de la intelectualidad de izquierda en el mundo a la revolución cubana. Ha sido el documento de más calidad, por sus rúbricas distinguidas, que haya sido emitido a favor de una causa en los últimos tiempos. Significa que Cuba ha recuperado un sostén casi unánime de los intelectuales liberales de todo el mundo, recobrando el que tuvo en los primeros años de la revolución, erosionado después por la arremetida mediática contra la pequeña isla.

El gobierno de Bush, perpetrador de las torturas en Guantánamo, las violaciones de Abu Ghraib, la destrucción del patrimonio cultural de la civilización mesopotámica, el asesinato de decenas de periodistas, la masacre de Faluya y el establecimiento de un atroz control totalitario de su población civil, pretende tener la fuerza moral para actuar de fiscal contra Cuba.

En realidad los verdaderos derechos humanos son ajenos a este ajetreo diplomático. Lo que Estados Unidos trata de castigar en la isla es su autonomía de criterio, su independencia, su emancipación del sometimiento al imperio, su separación del remanso de borregos dóciles que siguen el cencerro del cabecilla imperial. Cuba ya no es una colonia sumisa, no es una provincia doblegada y conformista. Cuba tiene voz propia y criterios emancipados del tradicional sometimiento de algunos gobiernos latinoamericanos. Cuba ha decidido actuar de acuerdo con los intereses del pueblo cubano y no con las ambiciones autoritarias de un absolutismo en expansión.

El verdadero conflicto no reside en el carácter socialista de Cuba. Estados Unidos mantiene intensas relaciones comerciales y diplomáticas con China, ha firmado convenios de intercambio comercial con Vietnam, con el cual sostuvo una larga y cruenta guerra. ¿Por qué con aquellos sí y con la otra no? La respuesta es sencilla: en Cuba se quiere extinguir el ejemplo, se quiere aniquilar un modelo de desprendimiento de la cadena de vasallaje, de la manumisión del collar infamante del siervo que caracteriza a otros países latinoamericanos. Todos los Estados del hemisferio sur deben aprender bien la lección: quien intente separarse del rebaño, actuar con proceder insumiso y decidir de manera autónoma sufrirá las consecuencias de su rebeldía y será acosado por la jauría mediática.

Cuba nunca ha admitido una intromisión en su soberanía. Cuando la crisis de los misiles, en el instante en que la isla estaba a punto de ser convertida en ceniza atómica, no se aceptó la misión inspectora encabezada por U Thant, entonces secretario general de la ONU. No se admitieron mediaciones humillantes. Por ello mucho menos han de consentir ahora los cubanos en recibir una sanción por parte de quienes merecen ser condenados.

La agresividad tenaz de parte de sucesivos gobiernos de Estados Unidos, que no admitieron jamás que un país latinoamericano hubiese decidido vivir con albedrío de sus edictos imperiales, que no podían permitir que una oveja se hubiese descarriado del redil convirtiéndose en un toro bravío –una actitud que estaba ofreciendo un mal ejemplo a los mansos–, se organizaron incontables planes de asesinato, terrorismo, sabotaje, bloqueo económico, aislamiento diplomático, incomunicación política e intentos de separación de la comunidad internacional.
Como parte de esas maniobras para causar estrago, devastación y ruina en el pequeño país se lanzó una invasión en gran escala que fue derrotada en Playa Girón. Parte de ese tinglado de quebrantos han sido las acusaciones periódicas en la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra tendientes a desacreditar a la Isla y sentarla en el banquillo de los acusados. ¿Cómo es posible que Cuba sea culpada ante un tribunal que jamás juzgó a Augusto Pinochet, ni a Somoza, Batista, Trujillo, Stroessner o Pérez Jiménez? Esos dictadores, hampones de Estado, han sido aliados de las felonías de los gobiernos de Estados Unidos con el fin de mantener en sujeción económica y política a su traspatio latinoamericano.
Oponerse a Cuba ha sido un buen negocio y muchos cubanos enriquecidos en Miami y en otras partes, han disfrutado de las cuantiosas prebendas de la CIA dando origen a sus fortunas con supuestas operaciones anticubanas en realidad, terrorismo de Estado. Los Estados Unidos han organizado expediciones militares, bombardeos, atentados, sabotajes de la economía, guerra biológica, plagas agrícolas y enfermedades; han formado una quinta columna interna, han sobornado generosamente a numerosos columnistas, comentaristas, periódicos, estaciones de radio y televisión para que ataquen a la revolución cubana, han establecido un aparato de calumnias y distorsiones, esparcido rumores y alentado la guerra psicológica. Aún más, han promovido el aislamiento comercial de Cuba malogrando acuerdos económicos y excluyéndola de foros internacionales, buscando su incomunicación diplomática y tratando de cercarla para que rinda su soberanía.

Tras la revolución en Cuba han surgido millares de escuelas, centenares de hospitales, decenas de universidades y editoriales, libros, medicamentos y campos deportivos. Desaparecieron las enfermedades endémicas, el analfabetismo y la miseria extrema. Cuba es hoy un país modesto, donde no pueden hallarse los productos de lujo de la sociedad de consumo, pero donde el espacio para una vida digna y decorosa puede hallarlo todo aquel que desee vivir con honestidad y decencia.

¿Qué ha hecho la revolución cubana para suscitar esta impugnación interesada? Entregar la propiedad de la tierra a los campesinos que la trabajan, recuperar las riquezas nacionales para ponerlas en función del beneficio popular. La inmensa mayoría de los que antes eran arrendatarios hoy son propietarios de sus viviendas. Se erradicó el analfabetismo, se implementó la educación gratuita para la totalidad de los niños cubanos ocupando el primer lugar mundial en maestros per cápita y niños por aula. Se han abierto escuelas especiales para infantes discapacitados. Se concedieron subvenciones económicas a los estudiantes universitarios. Las sedes universitarias han proliferado por todo el país.

La mortalidad infantil es la más baja de este continente, menos de un seis por mil, la perspectiva de vida se ha elevado en quince años. Se han erradicado enfermedades, antes endémicas, con campañas masivas de vacunación. Todo el sistema de salud pública es absolutamente gratuito para todos los ciudadanos. Se han creado laboratorios que elaboraron vacunas y soluciones preventivas contra muchas enfermedades.

La cinematografía cubana es objeto de respeto y admiración así como sus artes plásticas. Un poderoso movimiento literario ha surgido en los últimos decenios y se han expandido las editoriales y la producción de libros. Teatros, museos, galerías, salas de concierto y conservatorios han crecido extendiendo su influencia creativa. Los triunfos de los atletas cubanos son una demostración de la eficacia de una red de establecimientos deportivos y de un sistema de amparo al desarrollo físico. En Cuba no se tortura, ninguno de sus acusadores ha podido demostrarlo fehacientemente, tampoco se ejecuta a nadie extrajudicialmente. No han existido «desaparecidos», como en el resto de América Latina.

¿Debe Cuba sucumbir ante la embestida de sus antagonistas movilizados desde Washington? Durante cuarenta y cinco años la pequeña república se ha enfrentado al más grande coloso industrial y militar del tiempo presente y ha logrado resistir y sobrevivir. Como dice el Ecleciastés, todo tiene su tiempo y el tiempo en que la verdad de Cuba se imponga habrá de llegar. Cuando sus actuales detractores no sean otra cosa que un mísero polvo olvidado, desvanecida ya la pasión política y el aborrecimiento inducido, las futuras generaciones aun rendirán homenaje a la heroica resistencia cubana y al líder que la condujo en esos tiempos estoicos. La lucha desigual entre el imperio todopoderoso, las grandes corporaciones transnacionales y la maquinaria militar y subversiva más musculosa de la edad moderna y de otra parte, una pequeña isla defendida por quijotes que sólo cuentan con su vergüenza y su amor al suelo en que nacieron, permanecerá imborrable en la historia humana.

[email protected]