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Lula será presidente

Una victoria política gigante

Fuentes: Brasil de Fato [Imagen: Lula, junto a Dilma Rousseff, celebra la victoria presidencial en la avenida Paulista el 30 de octubre de 2022. Créditos: Ricardo Stuckert]

1. Merecemos estar felices, aunque estemos preocupados. La elección de Lula fue una victoria política gigante aunque, electoralmente, haya sido estrecha, por dos razones fundamentales: a) fue una disputa muy difícil si tenemos en cuenta la relación social de fuerzas desfavorable establecida en el país desde 2015/16 que garantizó, a partir de las movilizaciones reaccionarias de algunos millones en las calles atizadas por el Lava Jato, el golpe institucional contra Dilma Rousseff y el encarcelamiento de Lula, la victoria de Bolsonaro en las elecciones de 2018, y un proceso de acumulación de derrotas que pasó por la reforma laboral, la Ley de Techo de Gastos y la reforma de la Previsión Social, sin que el desgaste del gobierno en la pandemia, que abrió una inflexión, hay sido suficiente para asegurar la masificación de la campaña de impeachment (contra Bolsonaro: ndt)  en 2021; b) fue una disputa muy difícil, también, si consideramos la relación política de fuerzas, ya que, en los últimos meses, hubo una reducción del desempleo y de la presión inflacionaria, y el bolsonarismo abusó del poder liberando dos docenas de billones de reales, estimuló el acoso patronal, manipuló las redes sociales con campañas absurdas sobre la legalización del aborto y las drogas, la implementación de baños unisex en las escuelas públicas, intoxicó a los evangélicos con una cruzada imaginaria sobre la persecución de las iglesias pentecostales. La victoria de Lula, en este contexto, fue inmensa y explica la movilización, a escala nacional, de millones de personas que salieron a la calle para celebrarla y confirmarla.

2. Pero esta conclusión no significa que el bolsonarismo, aun derrotado, siga vivo. Fue un grave error subestimar al bolsonarismo antes de las elecciones. Será obtuso e imperdonable subestimarlo ahora, y en lo que se avecina. Obtuvo 58 millones de votos. El país está fracturado social y regionalmente. Aumentó el número de votos en siete millones tras la primera vuelta. Ganó en todas las regiones excepto en el Nordeste. Bolsonaro logró mantener el apoyo de la «masa» de la burguesía y la mayoría de la clase media, dividió a la clase trabajadora y arrastró a los sectores populares. Garantizó la elección de gobernador de São Paulo y, en los otros cuatro estados clave, ganó con Castro en Río de Janeiro, aseguró el triunfo de su aliado Zema en Minas Gerais, cerrando el triángulo estratégico, y sólo perdió ante el PSDB en Río Grande del Sur y el PT en Bahía. Consiguió fuertes aliados en Paraná y Santa Catarina, en el Sur, en Goiás y Amazonas. Ganó, aunque por un estrecho margen en las encuestas, en los estratos sociales entre dos y cinco salarios mínimos, que representan el 30% de la población económicamente activa. Aseguró que el PL tuviera más votos que el PT sumado al PSOL y al PCdoB. Líderes nacionales del bolsonarismo fueron elegidos senadores, como Damares Alves y Marcos Pontes.

3.  Los dos primeros días son la antesala de lo que está por venir. La movilización de los camioneros con cientos de cortes de carretera, a escala nacional, es un levantamiento organizado centralmente, con la expectativa de inflar las concentraciones en las ciudades frente a los cuarteles, pidiendo la intervención militar. Esto es un golpe de Estado disfrazado de «desobediencia civil». La complicidad de la Policía Federal de Carreteras es un escándalo, y la decisión de Alexandre de Moraes (ministro del Supremo Tribunal Federal: ndt), estableciendo multas, anunciando la posibilidad de arresto en caso de desacato merece el apoyo de la izquierda. El largo silencio de Bolsonaro es un aviso de que nada será normal. Nos enfrentamos, al mismo tiempo, a una crisis interna de la extrema derecha, dividida sobre qué hacer, y a una provocación a la legitimidad de las elecciones. El no reconocimiento inmediato es una señal de que el bolsonarismo se prepara para un reposicionamiento. Bolsonaro está dudando porque sabe que está amenazado por investigaciones que podrían resultar en una condena por parte de los tribunales e incluso la cárcel. Los disturbios de estos dos días revelan que la oposición de la extrema derecha será feroz e implacable

4.  La clave de la evolución de la situación política será la lucha por la consolidación de una nueva mayoría social. En términos marxistas, por la inversión de la relación social de fuerzas que heredamos de los últimos seis años. La voluntad de volver a tomar un papel políticamente activo ha crecido en los sectores más avanzados de la clase trabajadora y del pueblo, como se vio en las marchas callejeras de la segunda vuelta y el domingo, durante la celebración de la victoria. Este cambio en el estado de ánimo subjetivo de las masas populares es lo más valioso y hay que estimular la voluntad de lucha. Hoy, ese anhelo pasa por la defensa de la victoria electoral frente a los golpistas. Es previsible que el impacto de la victoria se exprese en la desmoralización de las porciones menos extremas de las clases medias, en divisiones burguesas más tensas debido a la necesidad de preservar los intereses frente al nuevo gobierno, e incluso en divisiones en la extrema derecha. El reto para la izquierda debe ser la lucha por la hegemonía entre los asalariados con ingresos medios, para construir la unidad de la clase trabajadora, y no la búsqueda del apoyo de la fracción burguesa que se alió a Lula después de que se produjera el naufragio de la Tercera Vía.

5. El reto político estratégico será la ruptura con el neoliberalismo y la búsqueda de la gobernabilidad en la movilización obrera y popular. Este debe ser el papel de la izquierda socialista y, para cumplirlo, debe preservar su independencia, aunque esta sea al principio mal comprendida. Nadie puede predecir lo que será realmente el gobierno de Lula.Lo más probable es que busque un consenso con las facciones burguesas que chantajean ininterrumpidamente, capaces de aceptar una ampliación de los programas de lucha contra la extrema pobreza, pero que exigen responsabilidad social. Es decir, control del gasto, dispuestas a aceptar un nuevo ancla fiscal [techo de gastos], pero con contención de la expansión de la deuda pública.

Valerio Arcary, miembro de la coordinación nacional de Resistência, corriente del PSOL y columnista de Esquerda Online.

Traducción: Correspondencia de Prensa.

Fuente (de la traducción): https://correspondenciadeprensa.com/?p=30568

Fuente (del original): https://www.brasildefato.com.br/2022/11/01/uma-vitoria-politica-gigante