La ideología de la dictadura de los mercados y de la impotencia pública ha muerto con la crisis financiera»; «el mundo de hoy necesita protección e igualdad»; «esta crisis pide urgentemente un nuevo orden económico, financiero y monetario»… Estas afirmaciones, que podrían encajarse sin esfuerzo en el análisis intelectual del mismísimo Noam Chomsky, pertenecen en […]
La ideología de la dictadura de los mercados y de la impotencia pública ha muerto con la crisis financiera»; «el mundo de hoy necesita protección e igualdad»; «esta crisis pide urgentemente un nuevo orden económico, financiero y monetario»… Estas afirmaciones, que podrían encajarse sin esfuerzo en el análisis intelectual del mismísimo Noam Chomsky, pertenecen en realidad al presidente del Estado francés, Nicolas Sarkozy. Las pronunció ayer en una de sus últimamente muy prolíficas comparecencias públicas, en la que también lanzó un apocalíptico aviso a navegantes: «El mundo se enfrenta al riesgo de una revuelta de las clases populares y de las clases medias».
Sin embargo, y como no cabe veleidad socialista alguna en la materia gris del líder conservador, hay que buscar en el contexto la explicación de unas manifestaciones sorprendentes sólo en apariencia. Y ese contexto está marcado por la próxima cita de los líderes del G-20 en Washington, de la que muchos hablan ya como la cumbre de la «refundación del capitalismo», y de cara a la cual comienza a tomar posiciones el parisino. Éste adivina en la desastrosa gestión de la crisis de los mercados financieros que han firmado los Estados Unidos una oportunidad sin precedentes para colocar a Europa en la vanguardia de esa refundación. Y claro, no puede evitar verse a sí mismo a la cabeza de todo el tinglado. No por casualidad se ha ofrecido generosamente para liderar el nuevo «gobierno económico europeo» que él mismo ha propuesto.
Pero sus ágiles movimientos no han pasado desapercibidos a los gallos del corral europeo. La alemana Angela Merkel, además de lamentarse por lo «excesivo» de los besos y abrazos de Sarkozy en sus encuentros protocolarios, se opone firme y públicamente a los grandes planes del presidente francés y ha comenzado por rechazar su propuesta de crear fondos nacionales destinados a rescatar a grandes empresas no financieras en crisis. La grieta en la unidad de acción europea frente a la crisis ya está abierta.