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Cronopiando

¡Vacas y pollos al tercer mundo!

Fuentes: Rebelión

Tal y como ha sido norma, los seres humanos seguimos traspasando a los animales las consecuencias de nuestros disparates. Por eso hemos dado en llamar «vacas locas» a esos simpáticos rumiantes a los que, además de despojarlos de su carne y su leche, también ahora los dejamos sin fama, sin buen nombre. Y todo porque […]

Tal y como ha sido norma, los seres humanos seguimos traspasando a los animales las consecuencias de nuestros disparates. Por eso hemos dado en llamar «vacas locas» a esos simpáticos rumiantes a los que, además de despojarlos de su carne y su leche, también ahora los dejamos sin fama, sin buen nombre.

Y todo porque esos animales de los que nuestro diccionario dice que son herbívoros, en su ignorancia, no han sabido adaptarse a los retos de la globalización que pretendía alimentarlos con carne, precisamente, de vaca.

Las consecuencias del secular atraso en que viven las vacas, no se hicieron esperar y ahora contamos con vacas que, no siendo capaces de asimilar la antropofagia vacuna propuesta, se han vuelto dementes.

A las aves, acaso solidarias con las vacas o cómplices de Rumsfeld en el negocio, también les ha dado por enfermarse de gripe, aumentando la crisis en los mercados de la carne y alarmando al personal que, de momento, se sigue muriendo con más frecuencia y gusto de «accidente» laboral, de «accidente» de coche, de «accidente» de vida o por ser mujer.

Y andan como locos los grandes empresarios del ramo, registrando cada día menos pedidos y obteniendo, en consecuencia, menos ingresos.

La solución, sin embargo, está a la vista.

Cojamos todas esas vacas locas y todos esos pollos agripados y enviémoslos a Africa, a Latinoamérica, a Asia, a ese tercer mundo que se ha comido todo y todavía tiene hambre. Seguro estoy que allá, los comerciantes locales van a encontrar motivos para vender a sobreprecio esos enajenados filetes, y los sufridos e indefensos consumidores razones para adquirir entusiasmados carne con tanta raza y pedigrí, aunque tengan que hacer fila.

Y es que los del tercer mundo tienen basta experiencia en deglutir todo lo que les caiga. Siglos, por ejemplo, tratando sus enfermedades con medicamentos descontinuados y prohibidos en Europa y Estados Unidos, sin que las contraindicaciones descubiertas a esos fármacos les lleguen a afectar porque, antes de darles tiempo a manifestarse, ya ellos se han muerto de otras muchas dolencias tercermundistas.

En ese tercer mundo tienen años recogiendo con gozosa alegría la tóxica basura de la que en el primer mundo no sabemos cómo deshacernos y que en sus improvisados basureros encuentran natural acomodo.

Y adquieren con generosa frecuencia toda clase de insecticidas producidos en Estados Unidos, como los clorinados (DDT) o los organicofosfatados (Parathión), que aunque en el Norte están prohibidos, las compañías que los producen si cuentan, sin embargo, con todas las bendiciones y permisos para venderlos en América Latina.

Y compran regocijados, autobuses desahuciados en los países desarrollados que, una vez en sus calles, desparraman con puntual equidad entre los peatones el monóxido de carbono con que los intoxican, en abierta y alegre competencia con talleres y fábricas locales.

En el tercer mundo ya todos son peritos en la digestión de pollos con hormonas, de salchichón de burro, de leche con brucelosis, de agua con amebas, de tomates transgénicos, de costillas de perro, de arroz con colorantes, de lechuga con insecticida, de tantas y variadas porquerías, que poder incorporar a su variado menú nuestras vacas locas europeas o estadounidenses, nuestros hermosos pollos y gallinas, contribuiría a fortalecer una dieta alimenticia que dotaría a sus organismos de una consistencia casi mágica.

De ahí la urgente necesidad de que se envíen al tercer mundo grandes partidas de vacas locas y pollos con gripe que allá cuentan con estómagos ya enloquecidos capaces de digerirlo todo, incluso, a Alan García y no pestañear.

(Post data) Y hasta se les podría hacer una rebaja por aquello de los fletes y de las comisiones.
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