Cuando el gobernador de Pernambuco, Caetano de Melo Castro, decidió colocar la cabeza de Zumbi dos Palmares en un poste para satisfacer los que se creían ofendidos por la idea de libertad que él representaba y para dar una lección a los negros que soñaban en huir para los quilombos, jamás podría imaginar que estaba […]
Cuando el gobernador de Pernambuco, Caetano de Melo Castro, decidió colocar la cabeza de Zumbi dos Palmares en un poste para satisfacer los que se creían ofendidos por la idea de libertad que él representaba y para dar una lección a los negros que soñaban en huir para los quilombos, jamás podría imaginar que estaba dando alas al héroe negro. Intentado borrarlo de la memoria y mostrar que estaba realmente muerto y humillado, el mediocre gobernador sólo consiguió hacer con que los negros que miraban la cabeza salada, estiraran su mirada para más allá de la muerte, para más allá de la prisión, y vieran el horizonte de belleza que él representaba.
Zumbi fue vencido en 20 de noviembre de 1695, después de largas y duras batallas. Mas cuál, esa es una información errada. Su cuerpo fue violado, su quilombo diseminado, mas la idea que habitaba en su cabeza jamás se rindió. Su nombre crió alas, su cuerpo se fue transformando en otros tantos cuerpos negros, que huían de las garras del dolor y creaban espacios de libertad. Su deseo de vida digna, de riquezas repartidas, de trabajo colectivo, siguió cabalgando por los campos, colinas y montañas. El guerrero es, tal cual decía su pueblo, inmortal.
Es por eso que en todo noviembre su imponente figura vuelve a intimidar a las personas. Él reaparece, lanza en puño, mirada ardiente, a decir que todavía hay mucho que libertar. Está el prejuicio, la discriminación, la violencia, el odio. Está la pobreza, el desempleo, el tratamiento desigual. Y nosotros, al verlo pasar, sentimos que no hacemos aún lo suficiente, que es preciso más. Zumbi nos inflama, nos desconforma, nos abre los ojos. Zumbi nos saluda, majestuoso, y nos invita a seguirlo. Ah, ese hombre que fue traicionado, que perdió la cabeza y la vida, allí está, en el asfalto, en la ciudad, buscando los seguidores para un nuevo quilombo. No más Zumbi, el nieto de la princesa Aqualtune, mas el que pasó a ser cuando su cabeza circuló por los fundones del Brasil. El espíritu. Entonces, cuando en las noches de este noviembre escuchamos el rumor delicado del viento, sabemos: es el espíritu… ¡Y lo acompañamos, para el mundo que vendrá, construido por todos nosotros!
Versión en español: Jole de Melo, Cordeiro, Rio de Janeiro, Brasil.
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