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El día en que Mario Vargas Llosa llamó «puta triste» al Gobierno de España

Vamos de putas, con perdón

Fuentes: Rebelión

Es bien sabido que Mario Vargas Llosa adoptó en su juventud a Gabriel García Márquez como padre literario y también es público y notorio que, más tarde, en una clara maniobra freudiana, lo mató simbólicamente para hacerse adulto en el mundo de la escritura. Desde entonces, el Nobel colombiano, hombre de izquierdas y fiel hasta […]

Es bien sabido que Mario Vargas Llosa adoptó en su juventud a Gabriel García Márquez como padre literario y también es público y notorio que, más tarde, en una clara maniobra freudiana, lo mató simbólicamente para hacerse adulto en el mundo de la escritura. Desde entonces, el Nobel colombiano, hombre de izquierdas y fiel hasta la muerte a sus ideales, ha mantenido un digno silencio personal frente a la deriva ideológica del también grandísimo novelista peruano-español (pues lo cortés no quita lo valiente). De Vargas Llosa no se puede decir lo mismo y cualquier psiquiatra encontraría con facilidad huellas dispersas en su artículos periodísticos que demuestran hasta qué punto continúa psicológicamente unido al padre Gabo por un cordón umbilical de amor y odio simultáneos. La última prueba acaba de darla el 31 de octubre de 2004 en el diario madrileño EL PAÍS, donde ha publicado una larga diatriba contra el presidente cubano Fidel Castro, titulada -ni más ni menos, ¡oh, don Sigmund!- «Las putas tristes de Fidel», alusión más que lacaniana a la última novela del creador de Macondo.

Lo que son las casualidades: precisamente el mismo día, en el mismo periódico y en la sección de la Defensora del Lector, nos enteramos también de que un par de lectores, Carlos Peña Moure desde Ourense y Pelayo Molinero desde Londres, se preguntan el por qué de confinar al genial dibujante Andrés Rábago, El Roto, a las páginas de los limitados suplementos regionales, lo cual hurta su presencia en la edición nacional. A esto, el director de EL PAÍS, Jesús Ceberio, responde lo siguiente: «La viñeta de El Roto se publica a diario en las páginas de opinión de los cuadernillos regionales y cada semana en el suplemento Domingo. La dictadura del espacio impone a veces este tipo de soluciones un tanto salomónicas. No podemos agrupar todas las viñetas en tres páginas de opinión.»

Esta respuesta, que retrata al director y a su periódico, me ha hecho pensar que más vale una imagen de El Roto que cien mil palabras de don Mario y que buen servicio haría EL PAÍS a muchos de sus lectores si invirtiese las tornas, enviando a provincias a Mario Vargas Llosa y trayéndose a El Roto a ese privilegiado podio nacional que tan lamentablemente ocupa de vez en cuando el peruano-español. Pero ésa es otra historia, y que me perdonen los lectores de provincias por la broma.

De cualquier forma, y ya en serio, este perfecto «demócrata» latinoamericano, que huelga por Europa con el copyright a cuestas, ha tenido en su columna una originalidad: la de exigir a España -el país que le dio su segunda nacionalidad, es decir, la madre patria que no lo parió- que no se convierta en la puta triste de Fidel. ¡Qué cosas! Está claro que el «negro» que revisa los textos en la dirección de EL PAÍS no se dio cuenta del gol que don Mario les estaba colando en su propia portería.

La tentativa que hace Vargas Llosa de asustar a los social-pendejos del gobierno español -término con que el comandante define a la socialdemocracia-, víctimas según el especialista en pantaleones y visitadoras de «una súbita plaga de angelismo pueril», se encuadra en una campaña neoliberal de encarnizado acoso y derribo de los principios de no injerencia y no intervención en países ajenos. Para la derechona sanguinaria que tan perfectamente representa don Mario, estos pobres social-pendejos españoles al mando de Zapatero son celestinas, cómplices, pandilleros, putas tristes, demagogos e irresponsables -como el lector puede ver, no escatima epítetos, cualquiera diría que se está refiriendo a Hugo Chávez, otro de sus insultados favoritos- con síntomas de debilidad ante Fidel, y ello sólo porque se han atrevido a proponer tímidamente que la Unión Europea cambie su política hostil por un acercamiento y un diálogo amistoso con Cuba, lo cual, no lo olvidemos, es algo que Franco estuvo haciendo toda su vida y Fraga también (este último aprovechando el carácter sumamente gregario de los miembros de su Partido Popular). Al final, va a resultar que contra Franco vivíamos mejor.

Yo, modestamente, propongo en cambio lo contrario que don Mario: que «no debemos permitir que la España democrática, moderna y europea, que en tantos sentidos es un ejemplo para América Latina, siga siendo la puta contenta de Bush, ese demócrata que, en el Estado del que fue gobernador, mandó a la silla eléctrica a cientos de personas tras estampar su firma sin que le temblase el pulso; que ha mandado asesinar a más de cien mil iraquíes inocentes en menos de dos años; que ficha policialmente a todo extranjero que entra en su territorio; que ha eliminado el habeas corpus en su país; que mantiene prisioneras a centenares de personas desde hace dos años en Guantánamo, sin derechos y contra toda la comunidad internacional y, todo ello, sin que ningún demócrata indignado como don Mario Vargas Llosa ni ningún político social-pendejo o conserva-pendejo se haya rasgado las vestiduras ni dado conferencias de prensa para decir lo criminal que era ese régimen, como hicieron con tanta rapidez hace unos días, cuando el gobierno cubano devolvió con lo puesto a un diputado español que viajó a La Habana de turista a dar el espectáculo. Tampoco a nadie se le ha ocurrido el símil de denominar Gulag tropical estadounidense a aquel infierno de Guantánamo del que encima presumen. O llamar sátrapa de Texas en EL PAÍS a ese terrorista internacional que mantiene y promueve leyes para meter treinta años en la cárcel a los pobres desgraciados que cometan tres delitos menores consecutivos. O que deja a sus ancianos sin vacunas de la gripe, a las puertas del invierno, siendo el suyo como es el país más poderoso de la tierra. No, lo fácil es cebarse con el incómodo Fidel, ese malísimo dictador cuya bloqueada isla sigue ofreciendo las cifras más elevadas de dignidad y coherencia política, sanidad, educación, escolaridad, amén de los índices más bajos de mortalidad infantil de todo el continente, con datos estadísticos de las propias democracias occidentales en la mano. Hay algunos que prefieren seguir siendo las putas contentas de Bush.

Mientras tanto, el magnífico celestino, cómplice, demagogo e irresponsable Rodríguez Zapatero (Vargas dixit, no yo) duda entre no levantarse de su silla al paso de la bandera estadounidense llena de sangre y luego aguantar estoico y humillado las vejaciones del procónsul, o bien levantarse y hacer los honores propios de una puta contenta. O asimismo duda entre seguir con una doctrina mínimamente decorosa de no intervención y no injerencia para todos, o bien convertir a España en una puta triste, a esa España que, por el momento, es ya una madre putativa, eso sí, del ínclito Vargas Llosa.

En menudo fregado acaba de meter don Mario al Gobierno español con este torpedo, disparado desde el submarino de EL PAÍS. Nada me extrañaría que don Jesús de Polanco haya montado en cólera, porque este artículo es lo que se suele llamar friendly fire en el lenguaje eufemístico de la guerra preventiva, lo cual, en términos castizos, equivale a pegarse uno a sí mismo un tiro en el zapato, a lo tonto. A Rodríguez Zapatero se le debe haber quedado el cuerpo como debió quedársele a Felipe IV cuando Quevedo ganó una apuesta entre amigotes al dirigirse a la cojitranca esposa del rey con un famoso pareado: «Entre el clavel y la rosa roja / Su majestad escoja». Y yo, ahora, me pregunto: ¿Estos socialistas españoles de la rosa roja, son cojos o mudos?