Se encuentra desde hace algunos días en nuestro país el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Si nos guiáramos por los grandes medios de comunicación de la Argentina, deberíamos decir que el arribo de Vargas Llosa a nuestras pampas se debe a la presentación inaugural que realizó en la Feria Internacional del libro de Buenos Aires. […]
Se encuentra desde hace algunos días en nuestro país el escritor peruano Mario Vargas Llosa. Si nos guiáramos por los grandes medios de comunicación de la Argentina, deberíamos decir que el arribo de Vargas Llosa a nuestras pampas se debe a la presentación inaugural que realizó en la Feria Internacional del libro de Buenos Aires.
Debemos afirmar, además, que la presencia de Vargas Llosa tiene también que ver con la realización de un «conclave porteño» de derechas con ilustres invitados como José María Aznar, Arnold Schwarzenegger, y Carlos Alberto Montaner. Esta reunión, que tomó el nombre «The Populist Challenge to Latin American Liberty«, fue convocada por la Mont Pelerin Society, una institución fundada por Friederich Hayek, uno de los más afamados Chicago Boys. Tal como afirma el politólogo argentino Atilio Borón en una reciente nota de opinión, reuniones como esta «demuestran la agresiva internacionalización de la derecha, bajo la dirección general de Washington, y la importancia que le conceden a la «reconquista» de este continente» [1].
Me interesa, sin embargo, problematizar algunas de las nociones generales que Vargas Llosa planteó en su discurso de la Feria del Libro. En primer lugar su consideración de que «es el liberalismo quien defiende a la libertad: en la política, en la economía, en todos los campos de la vida«, ya que «siempre está el peligro de que el Estado atropelle esos derechos individuales«. Este tipo de argumentaciones han sido repetidas hasta el cansancio en nuestro continente en los años 90` para llevar a cabo una política predatoria y privatizadora de áreas estratégicas de las economías de nuestros países: «el área es deficitaria«, «hay una corrupción generalizada«. Con esa argumentación, la célebre frase de Margaret Thatcher condecoró un programa general en 4 siglas: «TINA, there is no alternative«. No hay alternativa al neoliberalismo. El fin de la historia, al decir de Fukuyama.
Sin embargo, los pueblos de Nuestra América, desde 1999 a esta parte, y en mayor o menor medida, han venido planteado un panorama que no se condice con esta idea ahistórica de supremacía neoliberal. El enfrentamiento franco y radical del eje ALBA a la hegemonía estadounidense, con Cuba, Venezuela, Bolivia y Ecuador a la cabeza, muestra que, mal que le pese a Thatcher y sus agoreros -los Vargas Llosa, Aznar y Montaner- si hay alternativa independiente y autónoma respecto a EEUU y el imperialismo.
Es interesante, en este punto, describir el concepto de democracia que permea tras la argumentación del escritor peruano. En su presentación afirmó, sin sonrojarse, que «Hoy día tenemos una izquierda democrática y una derecha democrática en muchos países. Uruguay, México, Brasil, Perú, Salvador, Chile son ejemplo de ello«. El carácter de democracia que Vargas Llosa encuentra en estos países tiene que ver con la idea de mera representación. Un esquema donde la política se hace sólo cada cuatro años (o en el mejor de los casos, cada dos). Mi «libertad individual» pasa por ir al cuarto oscuro, y elegir entre las múltiples opciones alguien que me represente.
Aparece la idea de lo político como algo externo, alejado del conjunto de la sociedad. La política la deben hacer otros, según esta visión. No nosotros. La paradoja se torna más irreverente cuando desde este nicho discursivo se critica, por ejemplo, a procesos que se plantean pasar a una democracia protagónica y participativa. El caso venezolano es el más interesante para trabajar, ya que allí se dan instancias cotidianas del quehacer político, como por ejemplo los Consejos Comunales, con dos leyes -2006 y 2009- que regulan su funcionamiento. ¿Este tipo de consideraciones aparece en algún momento en el discurso de Vargas Llosa? De ninguna manera. Si la crítica permanente al «caudillo» y «antidemocrático» Chávez, quién, paradójicamente, es el presidente contemporáneo que más elecciones disputó y ganó. ¿Puede un «caudillo» crear instancias alternativas al poder estatal, que, en cierta forma, debilitan su propio poder?
Podemos incluso ir un paso más allá y verificar si en algún país de los mencionados como ejemplos democráticos por el escritor peruano ha habido, en el último tiempo, algún proceso constituyente referido a la inclusión de minorías postergadas en los derechos ciudadanos. Este elemento, que si podemos verificar en Bolivia y Venezuela, no es menor ya que da cuenta de una efectiva apertura democrática para actores que no estaban incluidos en el quehacer político heredado del neoliberalismo.
Compartimos, para finalizar, la idea de Vargas Llosa de que en América Latina hemos sufrido «mucha intolerancia, mucho dogma, y la idea de que existe un Dios y una verdad única». Desde esta parte de Nuestra América sólo podemos afirmar que dicha intolerancia y dogma han venido desde Washington, como bien afirma Atilio Borón. El Dios único del mercado y la sumisión al neoliberalismo -tanto en lo económico como en lo político- sólo produjeron saqueo a nuestras tierras. Afirmamos, sin temor a equivocarnos, que la misión de todas las organizaciones del campo popular de Nuestra América es impedir la «reconquista«, luchando palmo a palmo por la radicalización de los proyectos alternativos y autónomos a la hegemonía yanqui.
Juan Manuel Karg es Licenciado en Ciencia Política UBA / Militante de la Juventud Rebelde – Argentina
Nota:
[1] Borón, Atilio. «La derecha y su fábrica de mentir». Vease online en: http://www.atilioboron.com/
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