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Homenaje a Ignacio Martín Baró

Veinte años de oscuridad y empeño en la esperanza

Fuentes: Rebelión

Te escribo desde tu mesa, en este edificio de profesores de la UCA, donde regalaste luz y palabras. Es difícil contarte, querido Nacho, como sigue todo por aquí, en tu pulgarcito de América. Difícil, porque después de tu asesinato, veinte años ya, este paisito sigue con el lenguaje de la violencia y la impunidad; aunque […]

Te escribo desde tu mesa, en este edificio de profesores de la UCA, donde regalaste luz y palabras. Es difícil contarte, querido Nacho, como sigue todo por aquí, en tu pulgarcito de América. Difícil, porque después de tu asesinato, veinte años ya, este paisito sigue con el lenguaje de la violencia y la impunidad; aunque después de truncarte la vida, se empezara a hablar de parar el conflicto armado, y se firmaran los acuerdos de paz en el 92. Las victimas de la guerra y sus familiares a día de hoy siguen invisibilizadas, sin un reconocimiento social de su dolor, de su empeño, de su esperanza. Hay miles de personas que no logran la paz, queriendo saber donde están sus familiares, que paso con ellos o viendo como la impunidad se pasea en cada rincón del país, sin verdad y sin justicia.

Al mismo tiempo ha sido difícil poner la psicología, esa psicología liberadora por la que luchabas, al servicio del dolor de tantas victimas La psicología parece que aun no se libera a si misma, y tiene aun demasiados lastres teóricos y técnicos, que nos impide ponernos al servicio de las victimas y de las mayorías populares como opción preferencial. Que seria hoy liberador? aún sigue la psicología de la mitificación, contra la que hablabas, incluso ahora tus teorías parecen haberse mitificado, cuando las verdades absolutas nunca fueron apreciadas por ti. Decías que dejáramos la alienación y la mitificación, e hiciéramos una psicología historizada en el contexto y para los que mas sufren; que rescatáramos los elementos que en el pasado sirvieron a las victimas, para poder sobrevivir. Entonces, porque no reconocemos las virtudes propias, la inteligencia practica de las victimas, de la gente sencilla, que niegan las pruebas de inteligencia, y los test? En este tiempo, salvo excepciones, se ha evadido la responsabilidad histórica de trabajar codo a codo con las victimas. Siempre señalabas que había que explorar nuevas formas de conciencia, explorar praxis transformadoras del mundo social. Seguir con tus mismos textos y no explorar y escribir lo que estos tiempos reclaman, desde la gente y con la gente, no crear una nueva identidad psicosocial y no optar por una nueva y arrasadora utopía es tal vez no hacer crecer la semilla de la liberación.

En el contexto de hoy, las victimas perciben la alternancia que se ha dado en este país con la izquierda, como una esperanza de que se oiga su verdad y se reconozca su rostro. Quieren que esa esperanza se llene de acciones encaminadas a la restitución de su dignidad, con medidas reparadoras desde las instituciones, que contribuyan a una sociedad donde el lenguaje sea la verdad y la justicia, y donde se recobre la confianza en el mundo. Y ahí creo que debemos estar con ellas, acompañándolas en ese tramo, y creando y pensando nuevas formas liberadoras.

Esa esperanza se ha hecho resistente en todos estos años. Los gobiernos han querido instalar a las victimas y familiares, mediante esa mentira institucionalizada y esa violencia estructural, en un lugar invisible y oscuro, pero ellas han sabido cobijarse en la esperanza, en la resistencia, en el empeño. Y eso es un aprendizaje para los profesionales de la salud mental, sus formas de afrontamiento y de sobrevivencia. Así, año tras año, día tras día, se han levantado con la fuerza para luchar y, en medio del miedo, han creado luz y vida: el monumento a las victimas, casos ante el sistema interamericano, y otras acciones con rostro y voz encaminadas a recuperar la memoria histórica y el nunca más. El amor que les mueve es un escudo protector donde ampararse, en su lucha por la verdad y la justicia. Tenemos mucho que aprender de ellas.

Sabes que no te conocí personalmente, pero como dice la canción, yo lo vi, yo lo vi. Te veo cada día en la lucha de esos familiares, de esas victimas, una lucha tozuda como la tuya, que también canta canciones para no olvidar y acariciar el corazón, que sabe decir alto la verdad, y que como tú, dan su vida cada día por un mundo mejor y posible donde sea cierto el amor.

Sol Yáñez es Profesora e Investigadora en la Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas», El Salvador

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.