Hace dos mil años Aristóteles decía que la única verdad es la realidad: Nicolás Maduro, actual presidente venezolano y candidato a la reelección, se impuso en los comicios de este domingo frente al candidato de una coalición de derecha y ultraderecha, Edmundo González, apadrinado por la inhabilitada María Corina Machado.
Las elecciones en la República Bolivariana de Venezuela se llevaron a cabo luego de 25 años de hegemonía bolivariana. Su resultado condiciona el futuro de la región latinoamericana y caribeña en lo que respecta a su integración, y al mismo tiempo acelerará o retrasará el movimiento irreversible hacia la multipolaridad planteada por los BRICS+ como expresión del Sur Global.
Estos comicios causaron expectativa en el mundo pues los resultados de las votaciones de 2018 (en las que Maduro resultó reelecto) fueron desconocidos por parte de la llamada comunidad internacional, algo que profundizó la crisis social y política en Venezuela. «Fraude», gritó la oposición, los políticos de la derecha latinoamericana y sus repetidoras de los medios hegemónicos. Pero no existió fraude, sino nueva frustración.
Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional dijo: «Se cierra una etapa a los que recurrían a la violencia, y sanciones contra el país, esto es, la derrota de los agresores que desde el exterior atacan a Venezuela». Agregó que «Venezuela ostenta el récord en el que uno de los 10 candidatos canta fraude antes de la elección. El plan era utilizar el evento electoral para que la violencia se desatara. Queremos rechazar cualquier intento de violencia. Lo que Venezuela quiere es paz y continuar con esta recuperación económica acelerada”.
En esta campaña, especialmente el sector que lidera María Corina Machado-Edmundo González, abandonó el discurso ideologizado y confrontacional, y puso énfasis en el retorno de los migrantes (estimados en siete millones), y en la reunificación familiar a partir de la mejora de las condiciones económicas, especialmente aumentando la productividad (sin preocuparse en aclarar cómo mejorar el tema salarial).
El programa opositor tenía mucha sintonía con el del libertario argentino Javier Milei, con la privatización de lo público –incluído el petróleo- como camino para la prosperidad, algo que la historia venezolana y la experiencia regional desmienten.
Cuando aún no se habían dado a conocer los resultados de este domingo, la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris, señaló que “EE.UU. apoya al pueblo de Venezuela que expresó sus voces en la histórica elección presidencial de hoy. La decisión del pueblo venezolano debe ser respetada. Más allá de los muchos desafíos, continuaremos trabajando hacia un más democrático, próspero y seguro para el pueblo de Venezuela”.
El desgastado gobierno de Nicolás Maduro llegó a esta contienda electoral con el peso de casi mil sanciones económicas que afecta directamente a la calidad de vida de los venezolanos y los servicios públicos. Obviamente, la angustia y la incertidumbre que genera esta circunstancia ha venido creando un voto neurótico, donde más del 25% de los electores no sabe quien es Edmundo González, el principal candidato de oposición.
Son diez los candidatos de partidos de oposición, pero la estrategia de la oposición –en medios de comunicación nacionales y extranjeros, en redes sociales y declaraciones públicas- fue la de acentuar la neurosis de manera de garantizar respuestas neuróticas el día de la elección: no importa el candidato ni sus credenciales, sus cualidades ni su oferta electoral, porque el temor es el día después. Pese a ese clima de reurosis, no se registraron incidentes durante la contienda electoral.
Ocho de las diez candidaturas de la oposición expresaban los adelantos en las negociaciones de Maduro con la oposición ocurridas entre 2017-2024, una transición pacífica, un nuevo modelo de alternancia democrática y muchas cuestionan el bloqueo estadounidense contra Venezuela. La novena candidatura es la de Edmundo González que expresa el sector que no ha logrado un entendimiento mínimo con el gobierno (ni lo desean) y están por el cambio radical en una lógica de encuentro de la vieja burguesía con el capital trasnacional.
La candidatura de Edmundo González representa el programa de ajuste estructural, privatizaciones y destrucción de la agenda social que encarnan hoy libertarios ultraderechistas como Javier Milei. La candidatura de Maduro representaba la continuidad de un programa de ajuste estructural aplicado entre 2017-2024, en un contexto de bloqueo de EEUU y las naciones imperialistas europeas sobre Venezuela, que ha colocado sobre la clase trabajadora el peso de la crisis económica, mientras la burguesía (vieja y nueva) se hace más rica.
Es la neurosis del cambio “como sea y con quien sea”, que se asocia a la pérdida de conquistas sociales, la paz y queda en el imaginario colectivo el desprecio de las élites al poblerío y la exclusión. El mantra de votar se enfrentó a las desconocidas cualidades del principal candidato opositor, sin ninguna experiencia política, débiles condiciones de salud y energía, cuyo nombre conocía apenas el 25% de los electores, ya que la campaña se hizo con la figura de María Corina Machado.
Estas elecciones tuvieron como marco el incremento del ingreso personal y familiar, que crea expectativas positivas con respecto al futuro económico y una mejor evaluación de la actual situación económica. Tampoco se puede ignorar que la oposición sigue muy dividida: sus principales dirigentes están enfrentados a María Corina Machado y carece de una efectiva maquinaria electoral.
La oposición todavía carece de liderazgos, propuestas, narrativas y conexión con las mayorías populares y sigue entrampada en su estrategia de desestabilización política y violencia programada, ahora con un plan de desconocimiento de los resultados electorales y las denuncias de fraude electoral.
El gobierno ha venido recuperando el crecimiento económico y el bienestar social, la estabilidad cambiaria y el descenso de la inflación, además de la lucha contra la corrupción en sus propias filas. La oposición hace mutis por el foro ante las evidencias innegables de corrupción y tráfico de influencias en el manejo de los activos de Venezuela en el exterior que ellos administran desde 2017 mediante la figura de “gobierno interino”.
La salida brusca, la «continuidad abúlica«
Algunos analistas, para explicar la realidad, señalan que 20 millones de venezolanos, un pueblo «silencioso» que no sabía por quién votar, quedó atrapado entre ofertas de «salida brusca» y otra de «continuidad abúlica».
La izquierda venezolana no supo capitalizar la situación que se abría con la radicalización de las masas y el discurso del socialismo del siglo XXI que postulaba Hugo Chávez, para incidir en la disputa contrahegemónica.
Para el educador Luis Bonilla, la orientación política de los gobiernos de Maduro ha tenido dos momentos: 2013-2017 y 2017-2024. En el primero «su apuesta se centró en fortalecer a la nueva clase social burguesa, la subalternización definitiva del precario poder popular y comunal a los intereses de la nueva burguesía, y el enfrentamiento e intento de aniquilación de la vieja burguesía». En el segundo momento, «potenció y amplió los procesos de diálogo con la derecha política y la vieja burguesía, pero también abrió una línea de negociación con los Estados Unidos». El decreto 2792 de 2018 que «elimina las contrataciones colectivas y el derecho a huelga, el instructivo que desconoce los derechos adquiridos de una parte importante de los empleados públicos, trabajadores de la educación, salud y otros sectores, es parte de una natural medida de contención y muestra de coincidencias entre la nueva y vieja burguesía, para avanzar en acuerdos con amplios sectores del capital nacional y sus representaciones políticas», añade.
Hoy, el líder de la Revolución Bolivariana hubiera cumplido 70 años: este triunfo es una buena forma de recordar a Hugo Chávez.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
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