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Venezuela en el epicentro de la lucha de clases y del conflicto internacional entre las grandes potencias

Fuentes: Rebelión

El auge y el declive de las grandes potencias puede ser hoy uno de los signos de nuestros tiempos. Después de los ataques cibernéticos de los días 7, 9, 11 y 15 de marzo contra el sistema eléctrico del país (este último perpetrado con fusil por francotiradores) contrariamente a las expectativas de Washington, el apoyo […]

El auge y el declive de las grandes potencias puede ser hoy uno de los signos de nuestros tiempos.

Después de los ataques cibernéticos de los días 7, 9, 11 y 15 de marzo contra el sistema eléctrico del país (este último perpetrado con fusil por francotiradores) contrariamente a las expectativas de Washington, el apoyo popular al gobierno constitucional de Nicolás Maduro aumentó significativamente, al grado de que, además de soportar los efectos desastrosos en la vida social y laboral, así como en la cotidianidad del pueblo en virtud de los cortes eléctricos que en otras sociedades probablemente hubieran causado protestas por parte de la población, nuevamente este salió a las calles masivamente a mostrar su repudio a las injerencias de Estados Unidos en el país, así como contra las acciones terroristas y violentas practicadas por la oposición de ultraderecha comandada por el «presidente» bufo Guaidó.

Simplemente, el día 30 de marzo se concentró más de medio millón de ciudadanos en Caracas para demostrar su descontento frente a esas acciones y manifestando su irrestricto apoyo al gobierno bolivariano, al mismo tiempo que en varias ciudades del mundo se expresaba la solidaridad internacional con Venezuela.

Dentro de esta coyuntura, enmarcada en el slogan de los halcones del pentágono relativo a que «todas las opciones están sobre la mesa», Rusia y China, en el marco del Acuerdo de Cooperación Estratégica entre ambas naciones con Venezuela, materializó su apoyo mediante insumos médicos y ayuda técnica y militar causando la rabia y reclamos de corte monroísta («América para los americanos») e injerencista (invasiones, golpes de Estado, bloqueos, sanciones, etc.) por parte de los imperialistas norteamericanos y los medios de comunicación afines a ellos.

China aportó 65 toneladas de medicamentos como antibióticos, medicinas para la diabetes, protectores gástricos y otros insumos, en el marco de su cooperación estratégica, al gobierno y pueblo de Venezuela, lo que evidentemente molestó a los halcones de Washington. Así, John Bulton, Consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, inmediatamente anunció las consabidas y desgastadas sanciones (que no son otra cosa más que agresiones irracionales) contra personas, compañías o países que se solidaricen con el gobierno venezolano, ya que, afirmó sin tapujos, ello obstaculiza la asfixia financiera y la caída concomitante del gobierno que es su objetivo supremo debido a que consideran a toda América Latina como su «patio trasero» y como su propiedad. En respuesta, la cancillería rusa advirtió que Venezuela y Rusia no son provincias de Estados Unidos debido a su constitución independiente y soberana.

Consideramos que estas acciones, hasta ahora sin haber producido los efectos deseados por la geopolítica norteamericana, más que fortalezas, reflejan debilidades emanadas del proceso de desgaste y caída histórica de la llamada hegemonía del imperialismo norteamericano en el convulsionado y contradictorio contexto mundial.

En este tenor destaca, por ejemplo, el lastimoso espectáculo que ofreció la esposa del presidente bufo enviada a la Casa Blanca para «entrevistarse» con el magnate Donald Trump supuestamente para mostrar la «vitalidad» de la oposición venezolana frente al «debilitado y dictatorial» «régimen» de Maduro.

Esta pérdida de hegemonía ocurre en ámbitos macroeconómicos e históricos caracterizados por el ascenso y expansión de la nueva Ruta de la Seda – que es un proyecto geopolítico inter-intracontinental de China que, por ejemplo, en contra de las previsiones europeístas, llevo recientemente a Italia a signar un acuerdo para integrarse al plan chino frente al proyecto retrógrado neoproteccionista conservador de Donald Trump-; el frenético capricho de éste de erigir el Muro de la Ignomínia o la inconclusa y ambigua salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea a través del Brexit y en el fracaso de Estados Unidos en Ucrania, Irak y Siria para destruirlos y controlarlos. Se expresa también en el relanzamiento de Rusia como potencia global en el campo militar, aeroespacial o cibernético que se viene desarrollando en el marco del multipolarismo vs. el unilateralismo decadente norteamericano.

Cuestiones estas inimaginables por analistas y expertos unas décadas atrás, cuando Estados Unidos imponía a placer sus intereses, ideologías y geopolítica prácticamente en todo el planeta, sin dejar de mencionar sus aproximadamente ochocientas bases militares y los miles y miles de burócratas e inversiones que las mantienen a costa de los salarios e impuestos de los estadounidenses.

El conflicto venezolano ha dislocado su centro de gravedad a las luchas de clases intercapitalistas e imperialistas constituyendo un punto de inflexión en el contorno global de las relaciones y confrontaciones internacionales.

Por vez primera potencias en ascenso como China, Rusia o la India hacen presencia estratégica en América Latina y cuestionan, de esta manera, la relación «centro/periferia» que históricamente ha mantenido el imperialismo norteamericano con los países dependientes y subdesarrollados de la región.

De esta manera podemos estar asistiendo a un nuevo parto en la historia global caracterizado, sintéticamente, por el ascenso de nuevas potencias de porte nuclear y vocación universalista como China, Rusia, India, Irán, Pakistán, entre otras y el descenso, advertido por numerosos analistas, marcado desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado, de Estados Unidos y de su área de influencia en los principales países del imperialismo europeo como Alemania, Francia y Gran Bretaña entre otros.

* Adrián Sotelo Valencia es sociólogo, profesor-investigador de la FCPyS de la UNAM, México.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.