Los datos del crecimiento económico no lo explican todo: hay que mirar más allá de la estadística y descubrir qué tipo de orden social se está construyendo.
Estoy en Caracas participando del IIIº Encuentro Sindical Nuestra América, ESNA, en la misma semana que Venezuela rompe relaciones diplomáticas con Colombia, su vecino de una historia y cultura común, con importantes lazos comerciales y económicos. Coincide en el tiempo que la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), dio a conocer su informe periódico con proyección de la evolución de la economía en América Latina y el Caribe sobre la base de lo ocurrido en la primera parte del año.
El dato general señala una expectativa de crecimiento promedio del PIB regional del 5,2% para todo el 2010, diferenciando en ese dato cuatro categorías de países. Unos que tendrán crecimiento por encima del promedio, entre los cuales destacan Brasil (7,6%), Uruguay (7%), Paraguay (7%) Argentina (6,8%) y Perú (6,7%). Un segundo grupo donde aparecen, Dominicana, Panamá, Bolivia, Chile y México con menor ritmo de crecimiento (entre el 6 y 4%). El tercer grupo con escaso crecimiento (del 3,7% a 2%) y se concentra en Colombia, Ecuador, Honduras y países del Caribe. El cuarto grupo, ya con pronóstico de decrecimiento, se ubica Haití (-8,5%) y Venezuela (-3%). De Haití se conocen sus problemas estructurales, a los que debe adicionarse la carga por el reciente terremoto.
Llama la atención la cifra negativa para el país de la revolución bolivariana, porque tanto el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), como la CEPAL, señalan a Venezuela como el país de menor desigualdad en la región, con la mejor evolución de sus indicadores sociales de los últimos años. El tema es difícil de entender si solo se miran los datos macroeconómicos sin los desagregados correspondientes, lo que lleva a pensar en la política social y económica como parte de un proyecto de transformación de la economía, el Estado y la sociedad.
Intento explicármelo desde la posibilidad que me otorga participar en un debate con dirigentes de trabajadores, con 300 delegados de 28 países, mayoría de la región latinoamericana y caribeña, más 200 delegados locales. En estas condiciones se puede conocer la realidad de nuestros países de boca de los protagonistas, en este caso dirigentes sindicales y territoriales del movimiento de trabajadores. Resulta de interés concentrarnos en lo percibido y absorbido de las intervenciones de los participantes de Venezuela.
Además de los trabajadores tuvimos ocasión de escuchar a Aristóbulo Istúriz, Vicepresidente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), el partido de gobierno; y al propio líder de la revolución bolivariana y socialista, Hugo Chávez, que pese a sus ocupaciones de esas horas por el conflicto con el gobierno de Colombia, no se excusó de participar de la clausura del IIIº ESNA. La intervención de 2 horas y media, se concentró en el momento actual del proceso bolivariano y especialmente, los desafíos y el papel de los trabajadores en la construcción del socialismo. La cuestión central pasa a ser el cambio de las relaciones de producción, en particular, aquello que se asocia a la democratización de la economía, vía participación de los trabajadores en la toma de decisiones, en la gestión colectiva de las empresas.
Tiempo de profundización de la revolución
Del conjunto de relatos e intervenciones se entiende una primera etapa de los gobiernos de Chávez, Presidente del país desde 1999, concentrada en la cuestión social, principalmente la educación y la salud, tanto en el interés por satisfacer las necesidades alimentarias y socio culturales de los sectores de menores ingresos, que involucraban al comienzo del proceso al 60% de la población, y que hoy, la pobreza ronda el 25%, guarismo elevado pero alejado del inicial. Una traba al comienzo fue la propia estructura, dimensión y función del Estado, formado y preparado para otra etapa del desarrollo económico social venezolano. De aparato de la acumulación capitalista y difusor de la corrupción, se debía transformar en instrumento de la democratización de la sociedad y facilitador de una acumulación diferente. En ese sentido se avanzó en la reforma constitucional y más tarde se definió un rumbo hacia el «Socialismo del Siglo XXI», que progresivamente mutó a una concepción de transformar el Estado para avanzar hacia una transición del capitalismo al socialismo.
La dinámica política, social y económica permite ahora pensar el desafío por avanzar, rápida y directamente, hacia un Estado socialista, en un accionar creativo asentado en la participación de los colectivos de trabajadores en la gestión empresarial. Estamos señalando que en la revisión crítica de lo que acontece en Venezuela, su desarrollo debe entenderse en sucesivas etapas de avance hacia la perspectiva actual de cambios en las relaciones sociales de producción. Son cambios en la propiedad y gestión de los medios de producción, lo que supone una política deliberada de recuperación de empresas, pequeñas, medianas y grandes, especialmente en la producción, aunque también en los servicios.
Es una tendencia que empieza a ser visible y asumida en forma consciente por los trabajadores, a la par que subsisten los problemas de corrupción y tendencias a la burocratización en empresas y esferas del gobierno. También deben consignarse límites en esta etapa inicial de gestión obrera extendida a un número importante de empresas de diversa magnitud. Es que inventar la nueva sociedad, el socialismo, la participación popular en la toma de decisiones y superar la concepción «estatista» del socialismo resulta un problema cultural y político de carácter histórico. Para algunos, se trata de desaprender una concepción histórica sobre el imaginario socialista asociado a la propiedad y gestión del Estado.
Lo destacado del tema es que esas recuperaciones de empresas incluyen el «control obrero» en la gestión, y estamos hablando del emblemático caso de SIDOR (la ex Techint), nacionalización empujada por el conflicto obrero y la presión de la comunidad en que se asienta la empresa y claro, la decisión gubernamental de cambio de rumbo en la estrategia global de desarrollo hacia el 2008. Las nacionalizaciones fueron evidentes con el petróleo en 2007, pero desde mediados del 2009 la gestión de los colectivos de trabajadores, el «control obrero» pasa a ser el camino que pretende definir el proceso de construcción de nuevas relaciones sociales de producción. La estrategia incluye diferentes ramas y sectores, como el petróleo, el aluminio, el cemento, la electricidad, las telecomunicaciones, el sector agrícola, el del hierro y acero, la administración de aeropuertos, la banca, la alimentación, hotelería, e incluso la producción y comercialización de la tradicional arepa de maíz.
Todo ello ocurre en un proceso de construcción de comunas y de Empresas de Producción Social. Se puede afirmar que la generalización de la experiencia venezolana de «control obrero» no tiene antecedentes en la historia e involucra a millones de mujeres y hombres, que con entusiasmo construyen el socialismo, diferente de la experiencia «estatista» de épocas anteriores, creando, inventando, sobre un terreno vacío en lo teórico y en la práctica, ya que nunca existió una experiencia del volumen de la que está en curso en Venezuela.
No es que sea la primera vez que ocurren ocupaciones y recuperaciones de empresas, estando el caso argentino muy cercano, y en el tiempo, los consejos obreros de Turín, que motivaran la estimulante producción teórica de Antonio Gramsci en la década del 20´ del siglo pasado; o la experiencia en el socialismo del este de Europa. Lo diferente en la actualidad es la convergencia del protagonismo de los trabajadores en la perspectiva del autogobierno, en este caso de la producción, con la decisión de la conducción del proceso de la revolución bolivariana de avanzar por ese camino.
Hay que reiterar por los comentarios de los trabajadores intervinientes en nuestro encuentro, y la de las propias autoridades mencionadas, en todos se alude a la rémora burocrática en la cultura de burócratas gerentes, especialistas y funcionarios empresariales y del Estado. Al mismo tiempo se señalan dificultades y límites en la gestión colectiva por insuficiencia en la formación y capacidad de gestión de aquellos que asumen cotidianamente el aprendizaje de la nueva función de dirección, de coordinación y administración de la producción y circulación de bienes y servicios.
¿Sólo importa el crecimiento?
Por todo lo dicho es que llamamos la atención sobre los datos del crecimiento económico en Venezuela, pues no explican todo. Hay que mirar más allá de los datos y saber descubrir qué tipo de orden social se construye en cada país, más allá de la estadística.
Se puede crecer y sin embargo ser países con estructuras sociales más desiguales. Venezuela es el país de pronóstico de menor crecimiento y sin embargo es el proyecto social en curso que genera mayor entusiasmo y protagonismo de un sujeto colectivo que asume su propio destino.
A esa perspectiva de desarrollo interno debe adicionarse el esfuerzo por la integración con otros países de la región en la múltiple dimensión que supone la convergencia por una nueva arquitectura financiera (Banco del Sur, Banco del ALBA, el S.U.C.RE); Telesur; Petroamérica; desarrollos complementarios de emprendimientos económicos e incluso «grannacionales», como nueva categoría en confrontación con las transnacionales.
Es cierto que en estos casos debe adicionarse a los límites históricos del proceso de revolución en Venezuela, los existentes en el resto de los países para encarar un proceso compartido de transformación del régimen económico y social, especialmente en momentos de crisis sistémica del capitalismo.
Ese carácter integral de la crisis nos tiene que provocar la discusión sobre crecimiento y desigualdad. ¿Cuál debe ser la búsqueda? Resulta de interés la discusión cuando crece la explotación irracional de los recursos naturales, que explican crecimientos importantes, aunque no registren el deterioro de la naturaleza y afecten la calidad de vida. Si América Latina es un laboratorio donde se estudian las transformaciones sociales a escala mundial, Venezuela es parte importante de los procesos de mayor radicalización en la búsqueda de respuesta anti capitalista a la crisis.
* Julio C. Gambina es profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (Argetina), presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP, e integrante del Comité Directivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. También participa como miembro del Consejo Académico de ATTAC-Argentina y dirige el Centro de Estudios Formación de la Federación Judicial Argentina. Julio colabora con el Programa Regionalismos Alternativos del TNI desde 2006, particularmente en el trabajo sobre corporaciones transnacionales europeas que operan en America Latina.
Fuente: http://www.tni.org/es/article/venezuela-los-datos-de-la-econom%C3%AD-regional