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Reseña de "Mi viaje a Ítaca", de Kintto Lucas

«Venimos de un camino, sin camino, la vida es el viaje»

Fuentes: Rebelión

Me voy a volver, esa frase tan común entre nosotros, y tan extraña para los otros, era también el nombre de un programa de radio. Lo dirigía Kintto, nombre también extraño para nosotros, aunque no en Uruguay.

En cada programa nos llevaba a un viaje, cada vez distinto y diverso. Ya sea a través de las conmemoraciones, los aniversarios, o los recuerdos, las lecturas, los sueños o la música. Y sí, era un viaje lleno de aventuras, como quería Kavafis.

El programa ya no está al aire. Pero Kintto ha tenido la habilidad, y la constancia, para convertir los guiones de ese viaje radiofónico en un libro. Sus páginas son escalas de su propio viaje a Ítaca.

Un viaje, efectivamente, plagado de todo tipo de aventuras; caminos de poesía, como la de Pessoa, quien -dice el autor- de tanto hacer poesía se dividió en 72. O como el Tiempo postergado, de Antonio Correa. O como los Poemas del pan y la tierra, de Wole Soyinka, cuando nos dice «el sudor es levadura para la tierra«. O Adoum, quien desde hace rato ya nos dolía con su arte poética: «Nadie sabe en donde queda mi país, lo buscan, entristeciéndose de miopía, no puede ser, tan pequeño, y es tanta su desgarradura…» 

Y otros caminos iluminados por la música, como la Novena, de Beethoven, y su último movimiento al que se incorpora Shiller y su Oda a la Alegría, en sus múltiples versiones, de Bareinbom a Miguel Ríos. O Tracy Chapman, en ¿Why? preguntándonos: ¿Por qué los niños se mueren de hambre, cuando hay suficiente comida en el mundo? ¿El amor es odio? ¿La guerra es paz? ¿El si es no?

Y paradas en el camino para contemplar Tiempos Modernos, de Chaplin, en la que ya en 1936 se cuestionaba el rumbo del mundo con la industrialización, la tan mentada productividad y el capitalismo salvaje. O Fritz Lang quien, en Metrópolis, nos advertía cuál sería la situación de los trabajadores en el futuro. Y no se equivocó, lamentablemente.

Pero también hay escalas en este viaje que nos conducen a la felicidad, o mejor a las felicidades; la vital, la clandestina, la de Dios, en construcción o la felicidad infinita. O la tristeza. O la violencia, que hoy es ineludible.

Al final, el propio Kintto, al referirse a estos viajes que nos propone nos dice que «venimos de un camino, sin camino, la vida es el viaje, y el viaje es lo que se vive. Y tal vez la cultura sea la Ítaca del mundo actual.» Y se despide: «me voy a volver para seguir mi viaje.» Gracias a Kintto Lucas por este libro, y por el viaje.
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* Periodista cultural y crítico ecuatoriano. Director del programa «La noche boca arriba».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.