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Victor Kiernan, historiador de los imperios, del marxismo, la política y la poesía

Fuentes: Sin Permiso

Victor Kiernan, que ha muerto a la edad de 95 años, fue hombre de gran encanto natural y un asombroso alcance en su erudición. Kiernan fue uno de los historiadores marxistas británicos de la década de 1930 y 1940. Si esta generación ha sido considerada por el destacado especialista académico alemán H. U. Wehler como […]

Victor Kiernan, que ha muerto a la edad de 95 años, fue hombre de gran encanto natural y un asombroso alcance en su erudición. Kiernan fue uno de los historiadores marxistas británicos de la década de 1930 y 1940. Si esta generación ha sido considerada por el destacado especialista académico alemán H. U. Wehler como el factor principal que explica «la repercusión mundial de la historiografía inglesa desde los años 60», se debió en buena parte a la influencia de Victor. Aportó a los debates del grupo de historiadores del Partido Comunista entre 1946 y 1956 la determinación persistente, si bien siempre cortés, de pensar por cuenta propia los problemas de la cultura y tradición de clase, cualquiera que fuese la postura ortodoxa. Siguió siendo leal al marxismo flexible y abierto del grupo al que tanto había contribuido.

Enormemente influyente gracias a sus obras sobre la era del imperialismo, fue también, casi sin duda, el único historiador que tradujo a poetas del siglo XX en lengua urdú y escribió un libro sobre Horacio, el poeta latino, cuyas obras, al igual que Witold Kula, el historiador marxista polaco, llevaba siempre consigo en sus viajes.

Como varios de sus contemporáneos entre los historiadores marxistas, tales como Christopher Hill, Rodney Hilton y Edward Thompson, provenía de un ambiente de inconformismo religioso. En su caso, de una familia congregacionista de clase media baja de Ashton-on-Mersey, aunque en su época de miembro del Trinity College de Cambridge usara su apellido irlandés como excusa para justificar su falta de celo por la monarquía británica.

Kiernan arribó al Trinity College procedente de un instituto de secundaria de Manchester en 1931 y allí permaneció durante siete años, primero como estudiante, después como licenciado e investigador y desde 1937, como miembro (fellow), siempre con excepcional brillantez. En 1934, año de su licenciatura (con las máximas calificaciones, en Historia), ingresó en el Partido Comunista, en el que permanecería 25 años. Su primer libro, British Diplomacy in China 1880-1885 (1939), ya anunciaba su interés sistemático por el mundo exterior a Europa.

A diferencia de su camarada del Trinity, John Cornford (1), sobre quien escribió con notable perspicacia, mantuvo un discreto perfil público entre los miembros del Partido Comunista en Cambridge. Sólo era probable que se lo encontrasen quienes mantenían algún interes especial, con su rostro juvenil encima de la bata, en medio de cordilleras de libros sobre el suelo del ático del Great Court del Trinity. Así fue, porque pronto pasó ocuparse del «grupo colonial», que oficialmente no existía, sucediendo en ello al canadiense E.H. Norman, posteriormente distinguido historiador del Japón, diplomático y finalmente víctima de la caza de brujas de McCarthy en los Estados Unidos, y primero de una serie de historiadores comunistas (y luego ex-comunistas) que se harían cargo de los «coloniales» -en su abrumadora mayoría del sur de Asia- hasta 1939.

El marxismo y la irresistible amistad de los indios llevó a Victor a emplear uno de sus cuatro años de fellowship en el Trinity en visitar el subcontinente. En teoría, se trataba de «observar la escena política de más de cerca y con planes de estudiarla históricamente», además de ser portador de un documento del Comintern para el Partido Comunista de la India.

Allí se quedaría hasta 1946, principalmente en calidad de profesor en un colegio sij y, un tanto inesperadamente, también en Lahore, del Atchinson College, bastión del raj (2) y sus rajás. Regresó «leyendo a Tucídides y su guerra del Peloponeso» en su camarote, con un cargamento de amistades, una pasión permanente por los grandes poetas (amén de progresistas) en lengua urdú, Iqbal y Faiz, a los que tradujo, y sin aparente vestigio de su breve matrimonio con Shanta Gandhi, a la que había conocido en Londres en 1938. Pocos de sus amigos británicos llegaron siquiera a saberlo ni esperaban ver a este prototipo de profesor solterón emparejado, hasta su segundo y afortunado matrimonio con Heather Massey en 1984.

Volvió al Trinity como comunista contumaz, pero crítico, con grandes planes para una obra marxista sobre Sakespeare. Su supervisor académico denunció su posición política cuando buscó trabajo en las universidades de Oxford and Cambridge, pero – así era la Gran Bretaña de 1948 – no le importó que tan encantador subversivo contaminase el departamento de Historia de la Universidad de Edinburgo. Allí permaneció hasta su jubilación de la cátedra en 1977, cómodo según todos los indicios, aunque no con el mundo cultural posterior a 1945, salvo por lo que respecta a cierta ciencia-ficción. De sus largos paseos en bicicleta por las Pentland (3) regresaba a su apartamento en la alto de unas austeras escaleras en la parte nueva de la ciudad, para escribir, entre otras cosas el diario que llevaba desde 1935, y asombrar a estudiantes y amigos admiradores al sorprenderse de que no supieran tanto como él.

Se asentó en la década de 1950 publicando sobre toda clase de temas: de Wordsworth a Faiz, del evangelismo a los mercenarios y la monarquía absoluta, los problemas del Asia indo-central, el Paraguay y la «guerra del Pacífico» de Chile, Peru y Bolivia, sin olvidar un estudio a fondo de la revolución española de 1854. En los años 60 descubrió un don único para formular preguntas de Historia y sugerir respuestas, aportando y encajando una variedad incomparable de erudición, constantemente ampliada gracias a que se trataba de uno de los grandes lectores de nuestro tiempo. Se convirtió en el maestro de la cita perfectamente escogida inserta en el estudio general, recatado pero inflexible, de una escena global. Ningún otro podría haber producido las extraordinarias obras sobre la era de los imperios occidentales que escribió desde mediados de la década de 1960, y por las que le recordará principalmente, en particular por The Lords of Human Kind: Black Man, Yellow Man and White Man in an Age of Empire (1969).

Con la edad se incrementó su producción y la variedad de sus escritos. Como coeditor de A Dictionary of Marxist Thought (1984), redactó entradas sobre agnosticismo, cristianismo, los imperios en la época de Marx, hinduismo, historiografía, intellectuales, Paul Lafargue, nacionalismo, M. N. Roy, religión, revolución y guerra. Antes de que terminase el siglo XX había publicado libros con temas como State and Society in Europe 1550-1650 (1980), The Duel in European History (1989), Tobacco: A History (1991), Shakespeare Poet and Citizen (1992), Eight Tragedies of Shakespeare (1996) y Horace Poetics & Politics (1999) sobre su admirado poeta.

Para celebrar su noventa cumpleaños, el futuro secretario general del Partido Comunista (marxista) de la India editó una selección de los escritos y recuerdos de Victor sobre el subcontinente más cercano a su corazón que cualquier otra parte del mundo del siglo XX.

Le sobrevive Heather, su mujer.

NOTAS:

(1) Poeta comprometido y destacado miembro del Partido Comunista en Cambridge, John Cornford murió en combate como miembro de la XIV Brigada Internacional durante la batalla de Lopera (Jaén) en diciembre de 1936.

(2) «Raj» es el nombre que recibía la administración colonial británica en el subcontinente indio.

(3) Las colinas Pentland, un gran parque regional en los alrededores de Edinburgo.