El 20 de agosto de 1940 en México, León Trotsky era atacado por Mercader, agente de Stalin quien le clavo un pico en la cabeza. El 21 de agosto moría acompañado por Natalia, su compañera. Terminaba así la vida de quien fuera junto a Lenin, gran dirigente de la revolución rusa. Presidente del soviet de […]
El 20 de agosto de 1940 en México, León Trotsky era atacado por Mercader, agente de Stalin quien le clavo un pico en la cabeza. El 21 de agosto moría acompañado por Natalia, su compañera. Terminaba así la vida de quien fuera junto a Lenin, gran dirigente de la revolución rusa. Presidente del soviet de Petrogrado en 1905 y creador del ejército rojo tras la revolución del 17, además de hombre de acción fue de los mejores intelectuales y escritores del bolchevismo.
Con su asesinato, Stalin cerraba el círculo de muerte que pesaba sobre los contemporáneos de Lenin, uno a uno cayeron a manos de su régimen de terror. En años donde el fascismo crecía en Europa y el retroceso del fervor revolucionario por el cansancio tras la guerra civil se hacía sentir en Rusia, fue ganando peso el stalinismo y sus métodos reaccionarios. Trotsky intentó por todos los medios enfrentar ese flagelo y lo pagó con su vida. Aún así, tuvo el enorme mérito de atar el legado leninista al futuro manteniendo el hilo histórico con la fundación de la IV Internacional en 1938.
No se trata de endiosarlo ni darle un carácter irrefutable a lo que hizo o escribió. El marxismo enseña que aún las más brillantes personalidades, como todas, tienen errores y debilidades. Se trata de rescatar la esencia de su legado. Somos trotskistas porque reivindicamos su defensa del leninismo y el marxismo frente a la burocratización de la ex URSS. También por su teoría sobre el carácter permanente e internacional de la revolución. Lo reivindicamos por su otro gran aporte teórico; la ley del desarrollo desigual y combinado que nos permite comprender la relación entre distintos y desiguales fenómenos. Y por su pasión por lograr un futuro socialista, que lo llevó a impulsar nuevos partidos revolucionarios junto a los trabajadores hasta el fin de su vida.
El siglo XX después de Trotsky
Tras su muerte, el naciente trotskismo navego por décadas de persecución, asesinatos de sus dirigentes y muerte en las trincheras antifascistas. Esto debilitó su inicio, enfrentando enormes cambios mundiales sin su líder y diezmado. Y aún en medio de errores y aprendizaje el trotskismo se fue abriendo paso, en la post guerra, llegando a nuevas regiones. En nuestro continente se forjó al calor de la clase obrera, aquí Nahuel Moreno, fundador de nuestra corriente histórica logró que el trotskismo sea realidad tangible. Junto a un grupo de jóvenes decidió hacer trotskismo en las barriadas obreras y desde entonces está inserto en las mismas, desde entonces vemos intervenir en luchas y procesos políticos a cuadros trotskistas; lo mismo ocurre en Brasil, Venezuela, Perú y otros países del sur.
Hacia finales del siglo XX aconteció la caída de los regímenes estalinistas de la ex URSS. Aquello que Trotsky predijo se hizo realidad; los pueblos se alzaron contra la burocracia comunista gobernante y la derribaron. Este hecho positivo liberó enormes fuerzas y se complementó con un retroceso, la restauración capitalista de esos países, dándole un carácter contradictorio al proceso. Se abrió entonces una nueva etapa mundial antecesora a la actual, la cual desde inicio de 2008 irrumpió dando notoriedad a la crisis sistémica del capitalismo.
El trotskismo hoy y la necesidad de una nueva izquierda
En nuestro país hay huelgas, debates políticos, crisis del régimen y una existencia real del trotskismo como actor dinámico de la izquierda, aún en diversas tendencias. Cuando hay lucha o fuertes debates a voceros de viejos partidos y sindicatos se los escucha decir: «guarda que están metidos los trotskos», frase despectiva que insinúa algún mal terrible. En realidad, temen perder su poder debilitado y arcaico. Cuando la vieja política y su brazo sindical atacan al trotskismo lo hacen en defensa de sus privilegios, nos demonizan para intentar que nada cambie y seguir siendo poderosos. Pero en su ataque al trotskismo va implícito que ya no lo son, de ahí su desvelo.
Aún con agravios, reconocen que el trotskismo está presente. Y es que se ve entre los obreros de EMFER que resuelven todo en asamblea y reclaman la estatización. En la lucha de Donnelley que intenta un control obrero, en la lucha anti burocrática de Lear, entre docentes que defienden la educación y enfermeras que luchan por la salud pública, entre quienes enfrentan las corporaciones que destruyen la vida. En todo lo digno y genuino hay un cimiento revolucionario y emancipador, emparentado con la esencia del trotskismo. No han podido acabarlo, porque sigue viva la necesidad de luchar contra el capitalismo que no es eterno ni invencible, hay una larga lucha y el resultado no está escrito. Cada nueva oleada trae nuevas experiencias y quienes creemos en el legado de Trotsky construimos organizaciones revolucionarias sin dogmatismo y con la firmeza de los principios socialistas y un programa anticapitalista.
Es verdad que en algunos sectores del trotskismo hay posiciones sectarias u oportunistas que no compartimos. Es la realidad de un movimiento con distintas vertientes. Quienes construimos el MST creemos que el trotskismo no es sinónimo de secta ni autoproclamación, menos aún de propuestas reformistas. Creemos en un trotskismo vivo, dinámico, vigente en sus raíces y a la vez que interprete los nuevos fenómenos, porque nada en el marxismo puede ser estático e inmodificable. Por eso planteamos la construcción de una nueva izquierda que se juegue a fondo a disputar el poder. Ese desafío llevamos adelante y es el que invitamos a fortalecer.
Hoy, necesitamos continuar lo mejor de Lenin y de Trotsky, que sigue vigente y presente en nuestro accionar cotidiano. Celia Hart, la revolucionaria cubana que más hizo por rescatar a Trotsky en su país, decía antes de morir: «Sí, necesitamos a Lenin, mas hoy no vendrá a nosotros sin que escuchemos lo que Trotsky debe decirnos. Ellos defendieron lo mismo, tan sólo Trotsky lo sobrevivió y supo interpretar en su propia vida y con su propia muerte los poderes del exterminio del socialismo. Reto en este instante a cualquier pensador que de manera sincera pretenda interpretar la historia que no tenga que recurrir, incluso para rebatirlas, a las experiencias trotskistas. Los que las obvian, los que las pasan por alto no son verdaderos leninistas». Compartimos esta idea. Los jóvenes y trabajadores que se acercan hoy a la izquierda tienen la oportunidad de llegar a Trotsky y conocerlo. Van a escuchar rabiosas críticas de los ideólogos del sistema. Razón de más para querer saber cuánto, todavía, tiene para ofrecernos el viejo león.
Sergio García (Dirigente del MST- Nueva Izquierda)
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