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Violencias contra la mujer

Fuentes: Adital

El terrible crimen que compromete al portero Bruno -a su mujer, después de asesinada, le destrozaron el cuerpo, que fue devorado por perros, según la denuncia- es la punta de un iceberg recurrente: la agresión masculina a la mujer. Entre 1997 y 2007, según el Mapa de la violencia en Brasil/2010, 41.532 mujeres fueron asesinadas […]

El terrible crimen que compromete al portero Bruno -a su mujer, después de asesinada, le destrozaron el cuerpo, que fue devorado por perros, según la denuncia- es la punta de un iceberg recurrente: la agresión masculina a la mujer.

Entre 1997 y 2007, según el Mapa de la violencia en Brasil/2010, 41.532 mujeres fueron asesinadas en el país. Un índice de 4.2 víctimas por cada cien mil habitantes, muy por encima de la media internacional. Espíritu Santo presenta el cuadro más grave: 10.3 asesinatos de mujeres por cien mil habitantes.

El Núcleo de Violencia de la Universidad de São Paulo identifica como asesinos a maridos, ex-maridos y novios inconformes con el fin de la relación. Al fuerte componente de misoginia (aversión a la mujer), se le añade la prepotencia machista de quien se cree dueño de su compañera y, por tanto, señor absoluto sobre el destino de ella.

La Central de Atención a la Mujer (teléfono 180) recibió, en los primeros cinco meses de este año, un 95% más denuncias que en el mismo período del año pasado. Más de 50 mil mujeres denunciaron agresiones verbales y físicas. La mayoría procede de mujeres negras, casadas, de entre 20 y 45 años y un nivel medio de escolaridad. Los agresores son, en su mayoría, hombres de entre 20 y 55 años y un nivel medio de escolaridad.

Se cree que el aumento de las denuncias se debe a la Ley María da Penha, aprobada en el 2006 por el presidente Lula, y que aumenta el rigor del castigo a los agresores. A pesar de este avance, todo indica que muchos hogares brasileños son verdaderas casas de los horrores. La mujer es humillada, maltratada, pegada, a veces mantenida en régimen de encerramiento virtual y de semiesclavitud en trabajo doméstico. Sin contar los casos de pedofilia y de agresión sexual a niñas y adolescentes por parte de su propio padre.

La violencia contra la mujer procede de varias causas, comenzando por el silencio de las propias víctimas, que, dependiendo emocional y económicamente del agresor, o en nombre de la preservación de la unidad familiar, se quedan calladas o dominadas por el terror ante las consecuencias de una denuncia. A esto se le suma la impunidad. Eliza Zamudia, ex novia del portero Bruno, parece que había recurrido a la Delegación de Defensa de la Mujer, sin que se hubiese tomado en serio su queja. Raramente el poder público asegura la protección a la víctima ni resulta ágil en castigar al agresor.

La violencia contra la mujer no sucede sólo en las relaciones interpersonales. Se ha generalizado por la cultura mercantilizada en que vivimos. Basta con observar la multitud de anuncios televisivos que hacen de la mujer cebo pornográfico de consumo.

Párese ante un kiosko de revistas y mire la diversidad de ‘carnicería’ fotográfica. Ponga atención a los papeles femeninos en los programas de humor. Entonces, si la mujer es reducida a sus nalgas y atributos físicos, tratada como ‘gata’ o ‘zorra’, expuesta como mero objeto de uso masculino, ¿cómo esperar que sea respetada?

Nuestras escuelas, desde hace algunos años, han introducido en los estudios clases que abordan el tema de la sexualidad. En general se reducen a nociones de higiene corporal para evitar enfermedades de transmisión sexual. Pero no tratan del afecto, del amor, de la alteridad entre compañeros, de la familia como proyecto de vida, de la irreductible dignidad del otro, incluidos los/las homosexuales.

En las familias todavía hay padres que conservan el tabú de no hablar de sexo con los hijos, o caen en el extremo opuesto, la ‘liberación total’, la ausencia de límites, lo que favorece la erotización precoz de los niños y la promiscuidad de los adolescentes, agravada por los casos de preñez indeseada e inesperada.

¿Dónde están los movimientos de mujeres? ¿Dónde la indignación ante las diferentes formas de violencia contra ellas?

Los clubes deportivos debieran imponer a sus atletas, como hacen las empresas y denominaciones religiosas, un código de ética. Quizás así la fama repentina y el dinero excesivo no doblasen la cabeza a ídolos con pies de barro…

Frei Betto, escritor y asesor de movimentos sociales. Autor de «Diario de Fernando. En las cárceles de la dictadura militar brasileña», entre otros libros. www.freibetto.org – twitter:@freibetto

Traducción de J.L.Burguet.

Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=49532