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Entrevista a Andrés Piqueras sobre "Las sociedades de las personas sin valor" (y III)

«Vivimos del futuro… pero el futuro ya está prácticamente consumido»

Fuentes: Rebelión

Profesor titular de Sociología en la Universidad Jaume I de Castellón, Andrés Piqueras es autor y/o director de numerosos estudios sobre migraciones, mundialización, identidades e intervención de los sujetos colectivos en el ámbito social y político, así como respecto de la crisis terminal del capitalismo, sobre la que trabaja con el Observatorio Internacional de la […]

Profesor titular de Sociología en la Universidad Jaume I de Castellón, Andrés Piqueras es autor y/o director de numerosos estudios sobre migraciones, mundialización, identidades e intervención de los sujetos colectivos en el ámbito social y político, así como respecto de la crisis terminal del capitalismo, sobre la que trabaja con el Observatorio Internacional de la Crisis. Entre sus libros más destacadoscabe señalar Capital, migraciones e identidades (2007), obra colectiva del Observatori Permanent de la Inmigració (OIC), del que fue creador y director ; El colapso de la globalización (2011), La tragedia de nuestro tiempo. La destrucción de la sociedad y la naturaleza por el capital. Análisis de la fase actual del capitalismo, Barcelona, Anthropos, 2017. Centramos nuestra conversación en su último libro: Las sociedades de las personas sin valor, El Viejo Topo, Barcelona, 2018. 

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Estábamos aquí. Decías: «Se emprende, concomitantemente, un paquete de políticas tendentes a deteriorar la condición salarial: desinversión selectiva y reorientación hacia un tipo de producción flexible, ligera; reducción de la masa salarial a partir de la desvinculación de los salarios respecto de la productividad y el subsecuente declinar de los salarios reales; inhibición de la inversión pública que conlleva el deterioro de lo público y de la «seguridad social». Conduciendo todo ello a la entrada en una era de inseguridad colectiva. Habrá además una dinámica que incidirá especialmente en el desmontaje de lo que hasta entonces había sido el Estado Social (para muchos «de bienestar»)…» Qué amenaza es esa te preguntaba.  

La apropiación privada por parte de los grandes capitales de más y más parcelas de la riqueza social (esto es, una nueva desposesión masiva de la población). Para ello fue necesario todo un paquete de contra-reformas: a) r educción de aportes patronales a la seguridad social; b) tributación regresiva; c) incremento de las oportunidades de inversión de capital excedente a través de privatizaciones masivas ( continua privatización de lo público) ; d) legalización de trabajos precarizados; e) significativo descenso de los empleos y de los salarios públicos.

Para el Capital la gobernanza o gobernabilidad significaría en lo sucesivo que todo esto se pudiera hacer sin insurrección de las poblaciones.

Pero faltaba aún otro desplazamiento de consecuencias letales: el que ha consistido en «huir» de la producción y por tanto de la normal y «sana» dinámica de acumulación, para derivar cada vez más capitales (los que resultan en potencia del beneficio conseguido con los otros desplazamientos nombrados y también del saqueo de la riqueza colectiva) hacia la finanza especulativa. Para ello había que cumplir un requisito o paso previo para ello: liberalizar el mundo financiero que tanto había costado domeñar en los Acuerdos de Bretton Woods tras todo el cúmulo de desmanes financieros que se había iniciado a fines del XIX y que finalizó en la catástrofe del 29.

Los procesos seguidos en casi todo el planeta responderían en adelante a unos mismos patrones, que comienzan por la desregulación del sistema bancario y de las finanzas, desmantelando primero los mecanismos de control financiero o las instituciones financieras keynesianas y des-reprimiendo al capital a interés para posibilitar la base especulativo-rentista que caracterizaría después al (actual) capitalismo degenerativo. Ello ha permitido hasta hoy crecer a costa del endeudamiento.

Además, Estados como los europeos hacen dejación de su soberanía…  

¿Dejación de su soberanía?  

Permiten que los Bancos Centrales se independicen de ellos, mientras que ellos mismos pasan a emitir títulos de deuda en los mercados financieros mundiales, con lo que entran como cualquier otra entidad en el «rating internacional de riesgo» dictaminado por agencias privadas, obligándose a llevar a cabo políticas ortodoxas monetarias y fiscales subordinadas a los intereses del capital financiero internacional. Como es fácil de entender, con ello la «democracia» queda reducida a una cáscara vacía y la política es secuestrada por el capital a interés especulativo-parasitario, como creo que ha quedado bien patente en el caso de Grecia, todavía más que en el resto de países del sur europeo.

Por eso, y al mismo tiempo, se da un creciente bombeo de la renta y el ahorro, (tanto presente como colocado en forma de futuras pensiones o ahorros de futuro) hacia los mercados financieros, agrandado la importancia de éstos, así como, en consecuencia, el aumento de las cotizaciones bursátiles. S e desarrollan además los productos derivados financieros (especulaciones sobre posibilidades de futuro de divisas y valores) activados por las nuevas fluctuaciones creadas por la liberalización de los controles financieros. Se genera con todo ello una ingente masa de capital ficticio.

Explico lo que significa.  

Lo teníamos pendiente.  

El capital a interés entraña en sí mismo una expresión ilusoria, que es dar a entender que el dinero genera dinero por sí mismo, sin que medie el trabajo humano en ello. Y por eso, al mismo tiempo, puede hace creer el fenómeno contrario, que toda renta monetaria deviene de un capital. Digamos que esta expresión ilusoria viene marcada por el valor presente de un rendimiento regular de cualquier suma de dinero depositada a interés. Esto no entraña mayor problema, más allá de cómo pueda afectar a la conciencia social. Sin embargo, el capital a interés («ilusorio») deviene ficticio cuando el derecho a tal remuneración o rendimiento del interés o deuda contraída viene representado por un título comercializable, con posibilidad de ser vendido a terceros. Es decir, cuando comienza a comercializarse un capital que es deuda y que en realidad no existe (esta es la base de su ficción, que después las finanzas complejizarán sobremanera). Esa venta y su posterior reventa, genera todo el ciclo de ficción del capital a interés, como si fuera dinero que existe realmente, cuando sólo es deuda. Una deuda puede ser así revendida muchas veces. Con ello se realiza en apariencia el máximo sueño («ilusorio») de la clase capitalista: que el capital se auto-reproduzca más allá del trabajo humano, más allá de la riqueza material y más allá de las bases energéticas que posibilitan esta última. Todo eso se desmorona, claro, cuando se dejan de pagar las deudas. Los globos se desinflan. Las ilusiones y ahorros de la gente también.

Pero lo trágico no acaba aquí.  

¿Y cómo continúa?  

El capital a interés ficticio busca obtener beneficios a través de la actividad financiera pura, desligada de la esfera productiva. El atasco en la ganancia vía plusvalía industrial y la expectativa de ganancias en el ámbito financiero-especulativo hace que además muchas corporaciones no financieras se enganchen directamente en actividades financieras y las finanzas comiencen a regular la actividad de las empresas y a dictar las normas en los mercados laborales.

El hinchado valor bursátil de activos y propiedades hizo que más y más sectores de la sociedad entraran en ese desquiciado juego (era la fase en que parecía haber un pequeño especulador en cada individuo). La mayoría perdería en el mismo.

Entonces tenemos que el capital productivo se va convirtiendo en una forma parasitaria del capital a interés, como capital ficticio. En la medida en que éste no se vincula a la producción sino a la especulación y al saqueo, se va haciendo simple dinero (recordemos que el capital es dinero que se valoriza así mismo a través del trabajo humano -precisamente el trabajo humano que no es pagado-). Es decir, el capital se desubstancia en dinero: es un proceso de involución a los orígenes del capitalismo, pues precisamente este sistema se llama así por haber convertido el dinero en capital. Actual indicador inequívoco de su degeneración.  

¿Y se destruye la sociedad?  

Claro.

La acumulación de las ganancias que se repatrían de la deslocalización y de las rentas financieras no se reinvierten en producción-salarios ni se redistribuyen en forma de servicios (pues además de las exacciones fiscales, apenas se declara una minúscula parte de aquellas ganancias, dado que la contabilidad se subdivide en subcontrataciones, filiales, etc., y por si fuera poco, la mayor parte van a parar a esas nuevas territorialidades donde se deslocaliza el poder, los mal llamados «paraísos fiscales»). Es decir, esas ganancias se atesoran o se destinan a la especulación, sirviendo para agrandar el fetiche del dinero que hace dinero por sí mismo. La repatriación de la plusvalía, de las ganancias y de la renta, irá a aumentar aún más los ya enormes auto-salarios de las elites bancario-financieras y del CEO, a la especulación bursátil, a circuitos financieros, y sólo muy marginalmente al mantenimiento de la sociedad.

En concordancia con ello, esa oligarquía global va también desmontando las vías democráticas de regulación social y de integración social que el capitalismo industrial pudo permitirse: pergeña Tratados y organismos supraestatales de Desposesión (los Tratados de Libre Comercio como el TTIP) estableciendo normas globales de obligado cumplimiento por encima de los Parlamentos nacionales, socava la relación salarial, reordena el Estado para ponerlo totalmente a su servicio, deja de financiar el ámbito de lo social renunciando a pagar impuestos, desarticula y/o coopta las principales expresiones organizativas del trabajo industrial (sindicatos y partidos), desmonta la ciudadanía para atomizar a la sociedad en procesos de marcada individuación, y lanza una ofensiva en los ámbitos superiores de los sistemas educativos (Powell Memorandum, 1971 -http://www.rebelion.org/noticia.php?id=158701-) para preparar nuevas élites intelectuales alineadas completamente con sus procedimientos y cosmovisión .

No hay que afinar mucho para darse cuenta de que todo esto conduce al desmoronamiento social.  

Y además la crisis sigue aquí  

Sí. A pesar de todo lo que he descrito en las anteriores preguntas, a pesar de todo lo que las clases capitalistas hicieron para intentar esquivar la sobreacumulación y la consiguiente caída tendencial de la tasa de ganancia, la crisis se evidenció de nuevo en 2007-2008, porque nunca se había ido; sólo se intentaba eludirla o huir de ella. Hoy vivimos en un capitalismo irreal, ficticio, moribundo, cuya economía aparenta que sigue funcionando porque vive asistida a través de la invención incesante de dinero de la nada, y de una deuda creciente (ya he dicho que el dinero se desubstancia también, convertido en mera deuda), que está devorando toda la riqueza social y natural. La deuda en el fondo es una creencia ciega en que en el futuro se generará suficiente valor como plusvalor para poder satisfacerla, pero precisamente si cada vez más capital productivo se retrae hacia la especulación, y si cada vez se contraen más deudas, tanto los beneficios como los salarios del futuro están ya en buena parte gastados, precisamente para pagar las deudas del presente.

Vivimos del futuro… Pero el futuro ya está prácticamente consumido.  

No veo mejores palabras para finalizar nuestra conversación. Las demás aclaraciones en tu libro para quien quiera profundizar. Muchas gracias.

 

Nota de edición:

Primera parte de esta entrevista: «Estamos insertos en un modo de producción cuyas dinámicas estructurales resultan cada vez más irrealizables» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=246957 .

Segunda parte: «Lo que está haciendo el capitalismo es desarrollar las fuerzas destructivas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=247202

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.