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Volkswagen demuestra que el capitalismo, una vez mas, es un fraude

Fuentes: Rebelión

El afán codicioso de las empresas por alcanzar a cualquier precio ventajas competitivas, por ocupar primeras posiciones de ventas y por obtener las máximas ganancias conduce a burlar las leyes y a cometer fraude. Detalles de la estafa El grupo empresarial alemán Volkswagen-Audi, dedicado a la industria automotriz, admitió esta semana que había burlado los […]

El afán codicioso de las empresas por alcanzar a cualquier precio ventajas competitivas, por ocupar primeras posiciones de ventas y por obtener las máximas ganancias conduce a burlar las leyes y a cometer fraude.

Detalles de la estafa

El grupo empresarial alemán Volkswagen-Audi, dedicado a la industria automotriz, admitió esta semana que había burlado los controles sobre nivel de contaminación de motores diesel en sus modelos comercializados durante los años 2009-2015. El número de vehículos con estos motores trucados, que entraron en circulación durante ese período, asciende a once millones.

El proceso fraudulento consistía en la instalación de un programa informático capaz de detectar si el vehículo estaba siendo sometido a una evaluación de emisión de gases y, de inmediato, ordenar el funcionamiento del motor de manera tal que reducía los gases emitidos a valores comprendidos dentro de los parámetros de la Agencia de Protección Medio-ambiental de EEUU, aunque la emisión real era muchísima más alta. Daniel Carder, ingeniero de la Universidad de Virginia Occidental, realizando un trabajo con fines académicos, descubrió una disparidad en los índices de emisión de los motores Volkswagen según las condiciones de la medición. Cuando esta medición se hacía en carretera, los índices de gases eran hasta 30 veces mayor en comparación con las pruebas de laboratorio.

Es decir, una estafa en toda regla: Una acción consciente y deliberada, realizada para obtener un beneficio ilícito a través del engaño y el fraude. De esta manera, el Grupo Volkswagen lograba no solo burlar las sanciones previstas en leyes de protección al ambiente sino que también conseguía ganancias extras por el ahorro que significaba en los costos suprimir en los vehículos los dispositivos apropiados y aprovechaba esta ventaja para aumentar sus ventas en clientes que aspiraban a motores de alto rendimiento sin efectos contaminantes. Es así como desplaza a todos los competidores, colocándose como la empresa automotriz con más vehículos vendidos en el mundo.

Las consecuencias de esta conducta delictiva van más allá de la burla de la ley y del daño al patrimonio de sus clientes. Supone también los efectos nocivos de lanzar toneladas de gases contaminantes que perjudican la calidad del aire, con sus terribles efectos sobre la salud de las personas; pero, también con influencia directa sobre el cambio climático y las posibilidades de la vida en nuestro planeta. Además de estafar al comprador al venderle unas prestaciones de protección ambiental que el vehículo no posee realmente. Y no poco daño sufrirá también la imagen de la industria alemana y sus productos. Parece sensato, en lo adelante, mirar con justificado desconfianza la supuesta seriedad, disciplina, precisión y calidad de esa industria.

En relación al Grupo Volkswagen, los primeros efectos son una multa astronómica de dieciocho mil millones de dólares, una parada en seco en las ventas, una disminución del treinta por ciento del valor del capital en la bolsa, la dimisión de su Presidente -ejecutivo mejor pagado del ámbito automotriz- y una infinidad de demandas particulares de indemnización que recién se están activando en todo el mundo.

La moral del capital

Honorato de Balzac, el célebre novelista francés del siglo XIX, decía: «Detrás de cada gran fortuna hay un delito». Pocas veces se ve tan claramente la verdad de esta afirmación como la muestra que nos ha brindado Volkswagen en este fraude que algunos analistas no vacilan en llamar «la estafa corporativa más grande de la historia». Gracias a prácticas ilícitas de competencia experimentó un crecimiento agresivo en los últimos años, hasta alcanzar el puesto número uno en ventas a nivel mundial.

La moral del capitalismo es el rendimiento del capital, por encima de cualquier otra consideración. Y esto es literal: Por encima de los seres humanos, de la vida del planeta, de las leyes e instituciones están los intereses del capital. Cuando estos intereses entran en contradicción con otros intereses y valoraciones, el capital siempre procurará salirse con la suya y sacrificar lo que la lógica de la acumulación exige para preservarse rendidor.

Ha habido abundantes manifestaciones de engaño, de conductas irresponsables con graves consecuencias para las personas o el ambiente. Pero, ninguna luce tan manifiestamente deliberada para el engaño como ésta de crear un software específico que burla a autoridades y clientes, a la par que se obtienen beneficios, se cobra aportaciones inexistentes y se daña masivamente el aire que respiramos todos.

Igualmente, existen ejemplos de errores de cálculo o diseño que generan consecuencias indeseables; pero, tales errores son subsanados de inmediato y la empresa responsable asume las rectificaciones e indemnizaciones a la que hubiere lugar. En el caso Volkswagen no ha sido así, ni en su origen ni en su inexistente rectificación posterior. Es mas, el estudio hecho con fines académicos por el ingeniero Daniel Carder fue entregado a la empresa, con la ingenua intención de que se revisasen los mecanismos y se introdujeran las correcciones necesarias para solventar la anomalía. Por supuesto, lo que no sabía Calder era que no había error alguno y de lo que se trataba era de un fraude.

¿Dónde queda aquello de que los empresarios al estar motivados por sus propios beneficios terminarían por competir haciendo mejores productos que beneficiarían a los clientes? ¡Por ahí comenzó el fraude!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.