No sé si ven bien la cuartilla que sostiene la joven de esta fotografía que corre por la red. Nos desea feliz 2015. Y expresa su mayor deseo: ¡volver a casa!, como en los años sesenta del pasado siglo, exactamente igual que deseaban los trabajadores españoles hace medio siglo. Mi tío Joaquín entre ellos. ¿Conocen […]
No sé si ven bien la cuartilla que sostiene la joven de esta fotografía que corre por la red.
Nos desea feliz 2015. Y expresa su mayor deseo: ¡volver a casa!, como en los años sesenta del pasado siglo, exactamente igual que deseaban los trabajadores españoles hace medio siglo. Mi tío Joaquín entre ellos.
¿Conocen algo que resuma mejor la situación de miles y miles de jóvenes españoles que han sido expulsados de su país de países por este sistema de producción sin entrañas ni humanismo, por esta cultura de la corrupción, del pelotazo, de las desigualdades crecientes, del engaño, del listillo que se queda con todo, de la estafa como plan diario y permanente de trabajo, del que no vale que se vaya, del que se monten la vida donde puedan, del que «se jodan»?
Marx, acuñando aquella fórmula contrastada D-M-D, lo expresó así en El Capital:
«En su ciega y desenfrenada pasión, su hambre de hombre-lobo por el trabajo excedente, el capital sobrepasa no solo los límites morales, sino los límites meramente físicos de la jornada laboral. Usurpa tiempo al crecimiento, al desarrollo y el mantenimiento del cuerpo. Roba el tiempo necesario para el consumo de aire fresco y luz solar… Reduce las horas de sueño necesarias para la restauración, reparación y refresco de los poderes corporales a solo las horas de letargo esenciales para el restablecimiento de un organismo absolutamente exhausto.» [1]
¡Feliz año rebelde!
Nota:
[1] Tomado de Mary Gabriel, Amor y Capital, Barcelona, El Viejo Topo, 2014, p. 479.
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