Las medidas fuertes contra Nicolás Maduro las toma la Casa Blanca, mientras el “presidente legítimo” de Trump solo festeja, empantanado en una continuada falta de apoyo interno.
El referente opositor Juan Guaidó regresó a Venezuela después de una extensa gira por algunos países de Europa, Estados Unidos y Canadá. De la alfombra roja y la reunión con Donald Trump en la Casa Blanca aterrizó en el aeropuerto de Maiquetía en medio del repudio de un grupo de empleados de la empresa estatal de aviación Conviasa -sancionada pocas horas antes por Washington- y de dirigentes zonales del chavismo.
Aunque la oposición se ocupó de difundir en redes sociales y a través de medios cercanos la llegada de Guaidó, con hora y lugar, en el aeropuerto no hubo manifestantes opositores.
Tampoco los hubo pocos horas después en una plaza del este de Caracas, en el municipio Chacao, una zona gobernada por la oposición, adonde Guaidó llegó a un acto donde había muchos más periodistas que adherentes. Al día siguiente volvió a la misma plaza y la postal fue la misma.
Se confirmó así que la gira internacional no le dio aire político a Guaidó dentro de Venezuela. Tampoco ayudaron sus elusivas declaraciones en esas dos apariciones públicas y en otra posterior, en una conferencia de prensa, donde se negó una y otra vez a adelantar acciones o a realizar alguna convocatoria de calle.
Así, Guaidó parece consciente más que nunca de sus limitaciones internas, y opera con pies de plomo. A pesar del amplio respaldo exterior, su capacidad de convocatoria dentro de Venezuela, incluso en sus zonas de confort, es casi nula. Sus opiniones públicas se limitan a amenazar con más medidas desde afuera, o a festejar como “triunfos” las acciones de sus “aliados” externos.
Portavoz de más calamidades
De hecho, lo único que Guaidó pudo mostrar como un logro desde que regresó hace más de una semana fueron las sanciones del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos contra Rosneft Trading, una subsidiaria del gigante energético ruso, Rosneft, por negociar la venta y el transporte de crudo venezolano.
La Cancillería Rusa reaccionó enseguida y advirtió que no cambiará sus apoyos políticos ni sus alianzas internacionales por las presiones de Estados Unidos. Y hasta matizó el verdadero objetivo de Washington: “hay un deseo trivial de crear ventajas para las empresas estadounidenses que no pueden resistir a la competencia justa con los fabricantes rusos en el mercado internacional”.
Sobre el tema, Trump dijo “añadimos sanciones más fuertes esta mañana y veremos qué pasará”, agregando un compás de espera donde, está claro, la línea de negociación es entre
Washington y Moscú, bien lejos de Caracas.
«Con las sanciones, las refinerías serán más reacias a comprar petróleo venezolano y los armadores podrían no estar dispuestos a hacer negocios con Rosneft Trading», dijo Fernando Ferreira, director de riesgo geopolítico de Rapidan Energy.
Las medidas corresponden a la estrategia de sanciones elaborada en diciembre pasado, que apunta a un colapso económico. El objetivo es restringir el ingreso de divisas a Venezuela. De este modo, disminuirían las importaciones de insumos industriales, alimentos y medicinas.
Se prevé, según escenario del Atlantic Council, que se generaría así una situación social caótica que conduciría a un cambio de gobierno. En la oposición venezolana, Leopoldo López, de Voluntad Popular, respaldó las sanciones a Rosneft Trading, mientras Luis Augusto Romero, de Avanzada Progresista, señaló que se tomaban medidas contra Rosneft, pero se mantenían excepciones para Chevron.
Trump, ¿el único que quiere a Guaidó?
Trump también dijo que Guaidó “es el presidente que quieren los venezolanos”. Una afirmación al menos temeraria, si se toma en cuenta la situación interna, donde el referente opositor sufre una casi absoluta muestra de apoyo callejero y también en redes sociales, donde parecen pocos los que se aferran a su figura con alguna esperanza.
Por el contrario, una parte importante de la base social de la oposición parece lejos de la política, hoy obnubilada por la primavera de una dolarización sui generis. Los billetes verdes circulan como moneda de cambio especialmente en Caracas, y su uso fue avalado en un par de apariciones públicas por el presidente Nicolás Maduro.
Mientras, algunos bancos comienzan a ofrecer cuentas de ahorro en dólares, para captar parte de ese circulante. Además, desde hace pocos días el gobierno autorizó a las empresas a emitir bonos, acciones y títulos de valores en dólares.
Pero, -siempre hay un pero, hasta en las primaveras financieras- la mayoría de las venezolanas y los venezolanos no tienen acceso a dólares, siguen cobrando salarios magros en bolívares, y dependen de la ayuda estatal para alivianar el impacto de la crisis.
Una crisis que, de cualquier manera, no es percibida por los sectores más golpeados como una responsabilidad única del gobierno, que se prepara para unas elecciones parlamentarias que podrían llevar a la recuperación de la Asamblea Nacional por parte del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela, si el guadosismo las sabotea, jugando en línea con la Casa Blanca.
* Marcos Salgado es Periodista argentino, integrante del equipo fundador de Telesur, corresponsal de Hispantv y otros medios, editor de Questiondigital.com.
Fuente: http://estrategia.la/2020/02/19/7898/