Todo el mundo sabía que era cuestión de tiempo, y ese tiempo ha concluido. Ahora toca ver, oír y leer excusas, pretextos… ilusiones. Mas, helos ahí: seis muertos, seis, sobre la mesa. Y ni un sólo banquero, ni un sólo empresario, ni un sólo cura, ni un político, ni un operador de suelo, ni un […]
Ya es tarde para Jefferson, Jackson, Juan, Jonathan, otro Juan, y David, caídos en combate. También es tarde para Enrique y todavía un tercer Juan, heridos en el frente… para ellos es tarde, pero nosotros todavía estamos a tiempo de hacer algo por todos los demás, todos, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Todavía estamos a tiempo de retirar las tropas de ocupación.
Además del sufrimiento al que están condenadas las familias y allegados de las víctimas, todos nos vemos obligados a soportar el bramido de la propaganda militar. Sí, sí, escrito precisamente con estas dos palabras: «propaganda» y «militar». Nada de ‘información’, ‘noticias’, o ‘reportajes de actualidad’. Algo tan serio debe quedar muy claro: tratándose de guerra, todo cuanto se publica en RTVE, Telecinco, Antena3, Cuatro, Telemadrid, El País, El Mundo, ABC, La Razón, El Periódico, La Vanguardia, Avui, COPE, etc. es pura, completa y absoluta propaganda militar.
Y es que en ésta, como en cualquier otra guerra, se nos está sometiendo a un calculado bombardeo mediático. Se propicia un clima en el que la razón no es bienvenida, y donde la crítica se convierte en un tabú, en algo perjudicial para la moral de la tropa… disidir es enaltecer al enemigo. ¡Muera la inteligencia!
Hagamos la prueba: asomémonos a cualquier cafetería, alrededor de las once de la mañana y dejemos que se nos oiga decir cosas como: «Hay que retirar las tropas del país invadido, y en todo caso desplegarlas sobre la potencia invasora», «Nadie que porte un arma contribuye a promover la paz», «¿Cuándo volverá a ocurrir?», «Exactamente ¿en qué consiste asegurar la paz?», «¿Matamos bastante para lo que morimos?», «¿Quién es el enemigo?», «¿Qué hacen nuestros soldados en el Líbano?», «¿Y en Afganistán, Haití, Kosovo o Chechénia?», «¿Qué decía sobre todo esto el programa electoral del partido que está en el gobierno?», «¿Utiliza la derecha también a estos muertos para erosionar la imagen del gobierno?», «¿Qué sentido tiene que el primogénito del cómplice de Franco chupe cámara a costa del dolor de las familias?», «¿Cuánto cobran al mes los profesionales de utilizar nuestras armas?», «¿Cómo puede ser que el vehículo oficial de un diputado autonómico disponga de mejores contramedidas electrónicas que un blindado militar?», «¿Quiénes tomaron las decisiones que condujeron a la muerte a esos seis adolescentes?», «¿Qué coño es Al Qaeda?», «¿Hay más líneas de investigación?», «¿Qué tipo de explosivos fueron utilizados?», «¿Existe algún partido político español que salga beneficiado de esta catástrofe?», «¿Habrá una comisión de investigación en el parlamento?», «¿Se reirán nuestros bien pagados representantes públicos?», «¿Televisarán el juicio a los presuntos autores?», «Considerando la cercanía del verano… ¿Cómo afectará esto a la línea editorial de los periódicos de mayor tirada?», «¿Por qué nadie llama ‘armas negras’ a los ‘cascos azules’?», «¿Acaso pintar un tanque de color blanco lo convierte en una ambulancia humanitaria?», «¿Cuánto cuesta todo esto?», «Sabemos quien lo paga, ¿sabemos quien lo cobra?».
Atrevámonos a cuestionar directamente el núcleo de los memes belicistas: ¿Qué fuerzas de interposición? ¿Qué es una misión de paz? ¿Y por qué la llevan a cabo personas armadas? ¡Envíemos dinero! ¡Condonemos deuda externa! ¡Despleguemos médicos, maestros, arquitectos, ingenieros, bomberos, asesores! ¿Pero gente armada? ¿Para la paz? ¿Acaso nos toman a todos por gilipollas?
La Historia nos tratará como lo que realmente somos: una panda de memos autodestructivos, que, teniendo el poder en nuestras manos, es decir, siendo más, nos matábamos entre nosotros al dictado de cuatro clepto-sociópatas genocidas megalómanos.
¿Es que nadie se da cuenta de que lo que está ocurriendo en el Líbano no tiene sentido? En estos momentos, tras un atentado masivo llevado a cabo por Israel contra la población civil libanesa, fuerzas militares amigas del agente invasor controlan una parte del territorio del país invadido, con la esperanza de que eso contribuya a crear una situación favorable para que la reconstrucción de las infraestructuras destruidas durante la guerra corra a cargo de empresas provenientes de los países que enviaron a esas fuerzas de pacificación. Empresas que explotarán personal local, por lo que el único beneficio irá destinado a comprar yates un poco más grandes para quince o veinte hijos de la gran puta, nacidos -eso sí -, en nuestro país. ¿Sentimiento nacional para esto? ¿Para esto morir?
En otras palabras: ante el fracaso de la acción terrorista de Israel, los capitales carroñeros procedentes de países amigos de la nación expansionista, se apuntan al gran banquete que supone reanimar al país mal-herido, con cargo a créditos que su propia clase obrera deberá afrontar durante muchos, muchos años, al menos hasta que todo vuelva a empezar. ¿Dónde está la lógica? ¿Y la Justicia?
Paz no es una palabra para usar en Navidad. Paz es algo muy serio, o al menos debería serlo. La paz es un concepto a tener muy presente cada vez que introduzcamos un sobre una urna de metacrilato. La paz no debería ser patrimonio exclusivo de la infancia y los poetas. La guerra no exige valor, no hay honor en la guerra, ni respeto, ni nada que se le parezca. Lo que de verdad requiere valor, es decir un adiós a las armas.
2. Jamás se debe confiar en una noticia relacionada con la guerra.
3. Toda apología de la guerra es un crimen.
4. Fabricar, vender o almacenar armas es también un crimen, además de una peligrosa insensatez.
5. Todo grupo de personas armadas inspira terror, nunca respeto, honor o valentía.
6. Utilizar la violencia con fines políticos es terrorismo.
7. Iniciar una guerra para satisfacer objetivos económicos es delincuencia común a gran escala.
8. Los asuntos de la Cosa Pública deben permanecer alejados de todo credo religioso.
9. Toda parte en conflicto está obligada a dialogar hasta conseguir la Paz.
10. Siempre hay alternativas mejores a iniciar o mantener una guerra.
Estas diez reglas pueden resumirse en dos: recuerda que los demás también son personas; y si te lías o te lían, elige siempre la opción de la Paz.
¡Salud y raciocinio!