«Uno de los grandes males de la espiritualidad europea capitalista contemporánea es la abyecta acritud» En el presente trabajo someto a crítica la entrevista que Claudi Pérez le hizo a Warren Buffet, publicada en el suplemento «Negocios» del rotativo «El País» el 25 de mayo de 2008, a quien presentó con el siguiente encabezamiento: «Presidente […]
«Uno de los grandes males de la espiritualidad europea capitalista contemporánea es la abyecta acritud»
En el presente trabajo someto a crítica la entrevista que Claudi Pérez le hizo a Warren Buffet, publicada en el suplemento «Negocios» del rotativo «El País» el 25 de mayo de 2008, a quien presentó con el siguiente encabezamiento: «Presidente de Berkshire y hombre más rico del mundo».
La ausencia de crítica a la riqueza
Escuchemos a Claudi Pérez: «Cuando el oráculo habla, los mercados escuchan con atención. Warren Buffet, el oráculo de Omaha, es uno de los inversores más influyentes del mundo. Y el más rico entre los más ricos, con una fortuna estimada en 62.000 millones de dólares, algo más que el PIB de Marruecos».
Seguro que si la señora Pérez viera una escena de pobreza, si contemplara multitud de niños famélicos en manos de sus tristes madres, se llevaría las manos a la cabeza y exclamaría que un mundo así no debería existir y que habría que cambiarlo. Pues lo mismo debería hacer cuando viera escenas de desproporcionada riqueza. Si Warren Buffet posee una riqueza personal superior a la que producen 12 millones de marroquíes durante un año, lo lógico sería tirarse las manos a la cabeza y exclamar igualmente que un mundo así no puede existir y que hay que cambiarlo. Puesto que es tan injusta la extrema pobreza como la extrema riqueza. Esta falta de crítica a la riqueza, y sobre todo a la desproporcionada acumulación de riqueza en manos privadas, es la más grave de las enfermedades ideológicas que padecen los periodistas, economistas y sociólogos burgueses.
Buffet transforma en oro todo lo que toca
Escuchemos de nuevo a Claudi Pérez: «A sus 78 años Buffet no ha perdido su toque mágico y convierte en oro casi todo lo que toca, incluso en épocas de turbulencias como ésta».
Aparentemente el mago saca una paloma de un sombrero o de un pañuelo donde no había paloma. Pero todos sabemos que la paloma no ha brotado de la nada, que estaba ya ahí antes de que la veamos aparecer, aunque de modo oculto. Igual sucede con la magia capitalista, el oro no brota de la nada, estaba ya ahí antes de que lo extraiga el capitalista, aunque de modo oculto. Pero esto de transformar en oro todo lo que se toca no es un invento capitalista, todas las clases dominantes de todas las épocas han tenido ese toque mágico. Los grandes esclavistas griegos y los grandes señores feudales de la Rusia imperial transformaban en oro todo lo que tocaban, incluso en mayor medida que lo que lo hace Buffet. ¿Pero cómo se lograban estas áureas transformaciones? En el primer caso con el trabajo de los esclavos y en el segundo caso con el trabajo de los siervos. Pues el mismo secreto mágico es el que tiene Buffet: sólo puede transformar en oro todo lo que toca con el trabajo de los asalariados.
El caos y las tajadas
Claudi Pérez le pregunta a Buffet con naturalidad y aparente inocencia: ¿Ve la crisis como una oportunidad para sacar tajada? Y el hombre más rico del mundo responde: Si hubiera estallado el caos, no habríamos tenido la oportunidad de seguir creciendo. Pero cuando los mercados se muestran caóticos es una ventaja para nosotros. Podemos sacarle partido a eso».
¡Qué falta de ética! ¡Qué falta de sentido de interés general! ¡Qué ruindad interna! ¿Qué significa un mercado caótico? Un mercado inseguro donde muchas empresas se van a pique. ¿Y qué significa que una empresa se va a pique? Que se destruye capital y se destruye empleo. El caos genera incertidumbre y pobreza, dolor y tristeza. Y este mal nacido, este oprobioso capitalista, cuando sobreviene el caos sólo piensa en la oportunidad que tiene él de sacar partido. Cuando se produce un terremoto, cuando la desgracia se ceba en los muchos, los delincuentes aprovechan para extraer el máximo provecho posible. No piensan en socorrer a los heridos, ni les duele las desgracias acaecidas, sólo ven una inmejorable oportunidad para apropiarse de la riqueza ajena. Este comportamiento ético es el mismo del que hace gala, incluso se enorgullece, Warren Buffet. ¿Cómo puede Claudi Pérez no ver que tiene enfrente a una persona malvada? Sólo hay una respuesta: el sistema capitalista la tiene tan enajenada y embrujada que es incapaz de comportarse como una libre pensadora.
El interés general y el interés individual
Escuchemos por cuarta vez a Claudi Pérez, que escucha con ciega admiración a Buffet y está totalmente huérfana de espíritu crítico: Cuentan que Buffet irrumpió un día en su oficina de Berkshire y preguntó a sus 19 empleados cuántos impuestos pagaban. Nadie, ni el recepcionista, pagaba menos que él en proporción a sus ingresos. «La anécdota es auténtica», concede. «Mis empleados pagan un 33 % de su renta y yo, sin asesores ni planificación ni paraísos fiscales, limitándome a hacer lo que dicta el Congreso, el 17 %».
¿Cómo puede sentirse admiración por una persona que hace gala de este extremo egoísmo? ¿Cómo puede ser admirable que una persona vea en el interés social, no su propia realización, sino un medio al servicio de sus intereses individuales? ¿Cómo puede ser admirable y encomiable que un rico extremo se sienta orgulloso de pagar menos en concepto de impuestos que los empleados de su empresa? Esto sólo es explicable porque su entrevistadora, doña Claudi Pérez, esta enajenada por el sistema capitalista y ha perdido el más elemental de los sentidos críticos. Esta anécdota de Buffet está más bien para ocultarla y sentir vergüenza que para sacarla a la luz pública y enorgullecerse de ella. Puesto que lo único que se demuestra aquí es que para Buffet el interés público, el bienestar general, no determina su comportamiento ético ni está dentro de sus fines supremos. Para Buffet menoscabar el interés social, pagar lo menos posible a Hacienda, forma parte de sus sagrados intereses privados.
Las grandes empresas y las grandes ganancias
Después de decirle Buffet que ha venido a Europa para que lo conozcan y para que se acuerden de él cuando los empresarios vendan sus negocios, Claudi Pérez le pregunta: ¿Por qué la vieja Europa y no economías emergentes como China o India? Y esta fue la respuesta de Buffet: «Queremos comprar grandes empresas que ganen al menos 50 millones de euros brutos (antes de impuestos), y hay más de ésas en Europa que en otras partes del mundo». Y ante la pregunta de si estaba en su radar las empresas del sector inmobiliario, de las que Claudi Pérez le advirtió que algunas de ellas estaban en serios apuros, Buffet se apresuró a contestar: «No busco empresas que tengan grandes problemas. Ese no es mi juego. Busco negocios que tengan éxito y cuya gestión pueda hacer que sigan creciendo en el futuro».
Tanto la primera como la segunda respuesta pone de manifiesto la catadura de esta clase de capitalistas: carecen de la más mínima visión del interés general de una sociedad. No se le pasa por la cabeza que en ocasiones es necesario invertir en sectores económicos que van mal por el interés general de la sociedad, interés general del que él también se aprovecha. Sólo piensa en su bolsillo: en grandes negocios con éxito y en grandes ganancias. Sin duda que esta clase de capitalistas son muy nocivos para la sociedad y el Estado no debería confiar en ellos. No deberían ser bien vistos y sería aconsejable que las empresas europeas jamás fueran vendidas a estos desalmados egoístas. Y personalidades de este género, que carecen de la visión del predominio del interés general, jamás deberían ponerse al frente como dirigentes de la clase social a la que pertenece. Pues forma parte del abecé elemental de un dirigente que los intereses particulares de la clase dominante, en este caso de la clase capitalista, deban presentarse bajo la forma del interés general de la nación. De ahí, de la falta de predominio del interés general sobre el interés privado, la mezquindad ideológica de Warren Buffet.
El amor por el negocio y el amor por el dinero
A la pregunta de si ve diferencias entre los empresarios de su país y los que ha encontrado en Europa, Buffet ofrece la siguiente respuesta: «No demasiadas. En todos ellos puede detectarse el mismo impulso básico. Es mucho más amor por el negocio que amor por el dinero. Por lo general, las grandes empresas las construyen gentes que en primer lugar aman su negocio y que por el camino ganan dinero, pero el dinero no les impulsa tanto como las ganas de triunfar con sus empresa».
Esto es como si a un agricultor le preguntan si ama más a las naranjas que al naranjero. Lógicamente el agricultor contestará: el naranjero es mío como las naranjas que brotan en él. Así que amo tanto a uno como a las otras. Pero no obtendré buenas y copiosas naranjas si no amo y cuido con esmero el naranjero. Pues igual sucede en el mundo de las empresas. El capitalista es tan dueño de su empresa como de la ganancia que arroja. Y ama, en buena lógica, tanto a la empresa como a la ganancia. Y sabe que si no ama a su empresa, si no la cuida y la protege, no habrá ganancias. Así que es un presupuesto falso oponer el amor a la empresa con el amor por el dinero. El capitalista ama a la empresa porque es suya y más la ama cuanta más ganancia arroje.
Los grandes olvidados: los trabajadores
En un recuadro de la propia entrevista podemos leer la siguiente información: «Un holding gigantesco. Berkshire Hathaway era en 1965 una empresa textil en crisis. Buffet tomó el mando de la sociedad por unos 22 millones de dólares y la convirtió en un holding inversor con una fuerte presencia en el sector segurador. Participa en 76 sociedades y su valor en Bolsa supera los 190.000 millones de dólares».
Tengamos en cuenta que una de las sociedades participadas por Buffet es Coca Cola, y que en esta empresa trabajan un millón de personas en todo el mundo. Pensemos ahora de cuántos trabajadores, si participa como propietario en 76 sociedades, se apropia Buffet de plustrabajo. Es un claro rasgo de la mentalidad que tienen estos capitalistas financieros, que apropiándose de cantidades ingentes de horas de trabajo ajeno no mencionan en toda una entrevista de dos páginas a los trabajadores de las empresas de las que tienen acciones. Para él los trabajadores no existen o tienen una existencia anónima. O en todo caso figuran como un cuanto económico abstracto: costes laborales. Sin duda que Buffet debería figurar en toda revolución socialista como uno de los primeros capitalistas que habría que expropiar, como expropió la revolución burguesa en el siglo XVIII a los grandes señores feudales y a la Iglesia Católica. No debemos olvidar que los que viven del corte del cupón, esto es, de los dividendos, constituyen la clase más parasitaria del capitalismo. Y Buffet vive del corte del cupón.