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William Morris, artesano utópico

Fuentes: Rébellion

Autor, diseñador, traductor, pintor, poeta, filósofo, activista político… no hay ningún área que William Morris haya descuidado. Verdadero erudito a la manera de los humanistas de la Edad Media a quienes tanto admiraba, este inglés del siglo XIX dejó una rica obra que no nos cansamos de descubrir y redescubrir. Decididamente político, se esforzó por romper códigos continuamente en nombre del antimodernismo. Un modelo que nunca deja de inspirar.

Vida romántica

Antes de examinar su obra y su pensamiento nos parece necesario decir unas palabras sobre la vida y el viaje de este personaje tan particular, conocido por su carácter tempestuoso e intransigente. William Morris nació en los suburbios de Londres en 1834. Procedente de una familia burguesa adinerada, pasó sus primeros años sobre todo recluido en casa con su madre y descubrió así en su lectura las obras de Walter Scott (Ivanhoé, Rob Roy…), que fue su primera gran influencia. A la edad de 6 años su familia se retiró de la vida de la ciudad para mudarse al campo en la extensa finca de Woodford Hall en las afueras de Epping Forest, al noreste de Londres. Luego descubrió los placeres de la vida al aire libre y pasó su tiempo entre explorar el bosque, pescar o hacer jardinería. Se acostumbra a recorrer los alrededores a lomos de un pony y le fascinan los emplazamientos megalíticos, las catedrales góticas y las mansiones con arquitectura moderna. Siendo un niño excéntrico, asistió a la Academia para Jóvenes Caballeros de Miss Arundale a la edad de 9 años, donde iba todos los días a lomos de su pony, a veces disfrazado de caballero, antes de ser interno. Cuando su padre murió en 1847, la familia se mudó a una propiedad más pequeña, Water House, que hoy alberga la galería William Morris. Como estudiante en Malborough College, sus compañeros de clase lo marginaron y lo sometieron a intimidación porque lo consideraron demasiado excéntrico. Sin embargo, aprovechó la oportunidad para visitar los emplazmientos prehistóricos cercanos a la escuela. Proveniente de una familia evangélica, comenzó a interesarse por la fe anglicana y su estética romántica.

Si bien sus primeros años ya contenían los brotes de su trabajo futuro, su entrada en la Universidad de Oxford fue un acontecimiento importante en su carrera. Sin entusiasmo por la forma en que se enseñaban las humanidades clásicas, desarrolló un interés por la historia y la arquitectura medievales, vinculada al creciente movimiento medieval en Inglaterra, una corriente de romanticismo que rechazaba los valores capitalistas de la sociedad victoriana. Fue allí donde conoció al futuro pintor prerrafaelista Edward Burne-Jones, quien se convirtió en su mejor amigo. Juntos, se interesaron por el anglicanismo y la corriente artúrica y se unieron a un grupo de estudiantes que se hacen llamar «La Hermandad» donde recitaban la poesía de Tennyson y Shakespeare. También planearon unirse al clero anglicano para crear su propio monasterio y vivir una vida de castidad dedicada a la práctica artística. Sin embargo, Morris se vuelve muy crítico con la doctrina religiosa y abandonan este proyecto. En 1855, él y Burne-Jones viajaron al norte de Francia y decidieron pactar vivir una vida dedicada al arte («A life of Art»). Con «la Hermandad» Morris comenzó a escribir poemas, historias y artículos y contribuyó a su revista, que financió en gran parte. Fue durante este tiempo que también descubrió los escritos de Ruskin, lo que le influiría mucho.


Recién graduado en 1856, se mudó a Londres con Burne-Jones, donde gastó grandes sumas de dinero para comprar obras prerrafaelistas y se convirtió en aprendiz de arquitecto mientras Burne-Jones era aprendiz del famoso pintor Dante Gabriel Rossetti. Aburrido de la arquitectura, se unió al estudio de Rossetti, pero no tenía tanto talento como su amigo. Luego comenzó a iluminar y tapizar, sin dejar de escribir. En 1857, publicó una colección de poemas The defence of Guinevere, que se vendió mal y fue mal recibido por la crítica. Fue aproximadamente al mismo tiempo que conoció a su futura esposa Jane, cuando ella era modelo de Rossetti. Después de su matrimonio, hizo construir la famosa «Casa Roja» en 1859. De inspiración medieval, desafió todos los estándares arquitectónicos de la época. En 1861 creó la Firma Morris, Marshall, Faulkner & Co, que, siguiendo el modelo de las corporaciones medievales, ofrecía vidrieras, papeles pintados y textiles, un negocio que aún existe hoy, bajo el nombre de Morris & Co.

No fue hasta 1876, después de descubrir la obra de Karl Marx, que se involucró en la política. En 1977, fundó la Society for the Protection of Ancient Buildings (Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos). En 1880, en paralelo a sus actividades como decorador y autor, inició una carrera como activista socialista, dando conferencias en toda Gran Bretaña, antes de fundar la Liga Socialista en 1884, tras un desacuerdo sobre la línea de la Federación Socialdemócrata que consideró demasiado reformista. En 1886 y 1890, publicó sus dos obras utópicas Dream of John Ball y News from Nowhere (Noticias desde ninguna parte). En 1891 creó su última empresa, Kelmscott Press, que ofreció algunos de los mejores libros jamás impresos.

Falleció en 1896 «por haber sido William Morris» según su médico, dejando atrás una rica vida marcada por el romanticismo, la pasión medieval y la amistad dentro de la Hermandad Prerrafaelista.

Volver a conectar con las raíces

Como hemos visto en su viaje, el romanticismo y el medievalismo fueron los hilos de la vida de William Morris. Para él la Edad Media fue una época de fuertes valores caballerescos, pero también una forma ideal de sociedad, con un sentido orgánico y precapitalista de comunidad, en desacuerdo con la sociedad victoriana en la que vivía y que lo enfermaba.

El Mouvement Arts and Crafts (Movimiento de Artes y Oficios), del que Morris es sin duda el miembro más destacado, surge directamente de esta premisa. Inspirado en modelos corporativistas y gremios de artesanos, desea retribuirles la nobleza de la artesanía tradicional ofreciendo objetos de arte manufacturados contra la producción industrial capitalista que sacrifica la belleza por la productividad masiva. Toda la obra de Morris transpira esta Edad Media idealizada, tanto en la forma como, por ejemplo, con sus famosos patrones intrincados que recuerdan los márgenes de los manuscritos iluminados, como en el contenido; su rechazo al modernismo lo empujó a querer siempre crear de manera auténtica, como los artesanos de antaño, objetos tan hermosos como útiles que fueran accesibles a todas las clases sociales, para Morris una vida sin arte y sin belleza no es posible, e incluso declara que prefiere que el arte ya no exista antes que reservarlo para una élite adinerada. También cree que todos deberían poder crear cosas simples y hermosas para sí mismos, si no pueden comprarlas.

Sin embargo, es en su participación en la Sociedad para la Protección de Edificios Antiguos que su apego carnal a la Historia Medieval y sus producciones arquitectónicas toma su forma más interesante. De inspiración ruskiniana, su enfoque es una vez más contra corriente: mientras se llevan a cabo importantes trabajos de restauración en edificios medievales en toda Europa, Morris se opone ferozmente a los métodos utilizados, que considera distorsionadores. Para él, no se respeta la integridad de edificios como la catedral de Colonia o Notre Dame de París y en lugar de retocarlos con añadidos contemporáneos de estilo neogótico o neorrománico, sería necesario sólo repararlos y mantenerlos como están, porque le parece imposible rehacer obras de la misma calidad.

Si la obra de William Morris no se reivindica como tal, es en esencia por su identidad. Su elevado romanticismo desde la infancia lo llevó naturalmente al conocimiento de los mitos y el folclore británico y nórdico, y su trabajo todavía ayuda a difundirlos hoy. En sus actividades literarias su trabajo está principalmente influenciado por historias artúricas y aprende nórdico antiguo para traducir sagas y otros textos clásicos islandeses. Despreciando su tiempo, su idea de la Edad Media es para él un verdadero paliativo, una fuente diaria de inspiración para llevar una vida más orgánica, donde prevalece la idea de la comunidad.

Socialismo y utopía


William Morris no es, sin embargo, un hombre amargado y retrógrado. Al contrario, es un hombre comprometido con el presente y mira hacia el futuro. Como socialista revolucionario, su pensamiento es antimoderno y anticapitalista. Critica con vehemencia este sistema que considera un despilfarro y considera que el trabajo es una alienación. Durante sus conferencias, propone liberar a los trabajadores a través de la educación y la recreación, incluida la práctica de las artes aplicadas, que sería un camino hacia la autonomía. Antiliberal, «considera totalmente bestial el estado de competencia entre los hombres», por emplear sus palabras, y prefiere abogar por la solidaridad y la asociación sobre el modelo de gremios y corporaciones de la Edad Media. La industrialización le repugna, tanto por su impacto en la tierra como por la fealdad de sus producciones. El uso de máquinas y el abandono del trabajo de manufactura le inspira grandes temores: «La sociedad sucedánea de esta seguirá usándote como máquina, para alimentarte como máquina, para mirarte como máquina, para esclavizarte como máquina y para deshacerte de ti, como una máquina, cuando ya no puedas seguir adelante (The Ersatz Company)”. Solo podemos estremecernos ante la precisión de sus palabras.

Sus posiciones sobre la conservación del patrimonio construido y natural lo convierten en uno de los precursores del ecosocialismo. Lejos de las corrientes socialistas que abogan por la industrialización masiva y el dominio de la naturaleza, Morris sueña con un mundo orgánico donde el hombre y la naturaleza vivan en simbiosis, en una forma pacífica de «vivir y dejar vivir». En La sociedad del futuro, escribe: “En esta sociedad, la vida será simple, más humana y menos mecánica, porque habremos renunciado en parte a nuestro control sobre la naturaleza, incluso si eso significa aceptar algunos sacrificios. Esta sociedad se dividirá en pequeñas comunidades, cuyas dimensiones variarán según la ética social de cada uno, pero que no lucharán por la supremacía y rechazarán con disgusto la idea de una raza elegida”, lo que resume el núcleo mismo de su pensamiento.

Utópico y romántico, William Morris es una paradoja de su tiempo. Se alimenta del pasado para inspirar el futuro. Sus aspiraciones por un mundo basado en la verdad, la bondad y la belleza guiaron su vida, aunque su extracción burguesa y la sociedad de su tiempo hubieran podido poner límites a sus logros; por ejemplo, su aspiración de crear obras de arte accesibles para todos finalmente se enfrentó a la realidad de costos demasiado altos y una clientela adinerada. Sin embargo, sólo podemos recomendar la lectura de sus obras casi visionarias, y sólo podemos animar a nuestra generación a emprender en su espíritu, a traer de vuelta un poco de humanidad, de lo maravilloso y lo común en esta sociedad sucedánea.

Para conocer más sobre el tema:

W. Morris, L’âge de l’Ersatz et autres textes contre la civilisation Moderne, Éditions de l’Encyclopédie des Nuisances

W. Morris, Comment nous vivons et comment nous pourrions vivre, Rivages

W. Morris, Nouvelles de Nulle-Part, L’Altiplano

Traducido del francés por Juan Gabriel Caro Rivera

Fuente: http://rebellion-sre.fr/william-morris-artisan-utopiste/