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Premio Libreros de la CEGAL

XXIII Congreso Nacional de Libreros

Fuentes: Rebelión

Intervención del autor en Sevilla el 8 marzo de 2018, día de la huelga mundial feminista

Queridas amigas y queridos amigos:

Antes de continuar, y meter la pata, quiero agradeceros de todo corazón esta distinción que los libreros y libreras de este país nos hacéis a Conchita y a mí, en este XXIII Congreso Nacional de Libreros, reanudado después de siete años, los años de las crisis.

Yo entiendo por mi parte que es un premio o una distinción a la resistencia.

Los premios no me gustan, e incluso he escrito contra ellos. Siguiendo a Galeano, creo que se premia al revés en infinidad de casos. En este, por ejemplo, que se le concede a quien no lo quiere y no a quien quizás lo esté esperando. Es más, como decía Esther Vivas en un artículo de 2013 titulado «Cuando se premia a los que generan hambre», «Premios como los concedidos a Monsanto y Syngenta son una farsa ante la que solo hay una respuesta posible: la denuncia«. Monsanto y Singenta son dos de los oligopolios de las semillas transgénicas y los agrotóxicos, con el glifosato a la cabeza.

A pesar de ello, el tiempo los trae naturalmente, son una cuestión de edad: cuanto más dilatada sea la carrera de uno, más te suelen caer; aunque s olo algunas actividades y tareas son premiadas con el tiempo, mientras que otras son invisibilizadas y devaluadas aunque se desempeñen durante toda la vida (el trabajo reproductivo y de cuidados, por ejemplo).

En el año 1998 me dieron el premio Boixareu como librero destacado. Allí formulaba todas mis prevenciones sobre el asunto. Citando a Cervantes me decía aquello de «Llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala», y recogía también las palabras de Borges en su poema justamente titulado «Llaneza». Culmina el mismo con las siguientes palabras que hago mías:

«Esto es alcanzar lo más alto,

lo que tal vez nos dará el cielo:

no admiraciones ni victorias

sino sencillamente ser admitidos

como parte de una realidad innegable,

como las piedras y los árboles».  

En tono jocoso, mi admirado Manuel Alcántara, cuando le concedimos un premio a su escritura, también opinaba que «no era bueno que a uno le den premios» pero añadía, con su reconocido ingenio:«peor es que no se los den».  

De igual manera, se cuenta que Unamuno en la recogida de otro premio más comentó: «Gracias por este premio que tanto me merezco». Y alguien le advirtió, «pero don Miguel, si todo aquel que recibe un premio suele decir que no se lo merece». Y Unamuno respondió, «sí, en eso llevan razón».  

Yo también, vencido ante lo inevitable, en el trabajo que he mencionado al principio, terminaba claudicando, diciendo lo siguiente:  

«Hay otros premios que se conceden entre pares, que no tienen cantidad anexa alguna, que se celebran en cierta intimidad y que pertenecen al género de distinciones que nos hacemos para alentarnos y mostrarnos caminos. Son reconfortantes» 

Pues eso: recibo con cariño este premio que me merezco, desmereciéndomelo.  

Gracias a todas las libreras y a todos los libreros. Salud para llevar adelante con pasión la bella profesión de librero.  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.