En términos de salud el coronavirus es sin duda uno de los mayores desafíos de la historia reciente. Pero también puede poner patas arriba nuestro sistema económico. Ya está claro que en el futuro consideraremos el 2020 un año de cambio, el comienzo de una nueva era.
Gravedad
El Covid-19 es un raro virus agresivo cuyo alcance es comparable al de la gripe española de 1918, que provocó la muerte de al menos 20 millones de personas.
Aún no sabemos cuánto tiempo durará esta pandemia. ¿Unas pocas semanas, meses o más? ¿Reaparecerá después del verano? El CIDRAP, el prestigioso centro de investigación de enfermedades contagiosas, afirma que tendremos que mantener las medidas de «distancia segura» (distancia social) durante 18 meses o hasta que se disponga de una vacuna. Los principales expertos de Gran Bretaña y de la Organización Mundial de la Salud lo confirman. Es probable que el desarrollo de una vacuna de este tipo lleve entre un año, y un año y medio.
El shock del corona en un cuerpo debilitado
La contención de la pandemia perturbará profundamente la vida económica. Sectores enteros de la economía se están paralizando. Todos los ámbitos en los que hay contacto humano, industrias como la automotriz, gran parte del sector de los servicios, etcétera. Además, el motor económico desacelera aún más debido a la disminución del poder adquisitivo como resultado del fuerte aumento del desempleo.
En la mayoría de los casos un cuerpo sano o fuerte es capaz de sobrevivir al coronavirus. El Covid-19 se vuelve especialmente peligroso y mortal cuando el cuerpo está debilitado o enfermo. Lo mismo vale para nuestra economía. En principio una economía sana puede hacer frente al shock del coronavirus. Pero ese es precisamente el problema.
El crecimiento de la productividad (cuánta riqueza produce un trabajador por hora) es una buena forma de medir la salud de la economía. Pues bien, en los últimos veinte años casi se ha paralizado. Las empresas invierten cada vez menos en la ampliación y renovación de su capacidad de producción. En cambio, utilizan sus ganancias para comprar sus propias acciones y pagar más dividendos que antes. Las tasas de beneficios (porcentaje de la ganancia sobre el capital invertido) también son un buen indicador. Aquí también hemos visto un declive constante desde la década de 1970.
Otro indicador es la deuda. En 2018 la CNUCED ya advirtió de la vulnerabilidad de nuestra economía debido a la elevada deuda mundial. A nivel mundial la montaña de la deuda total se ha elevado a una cantidad récord de 253.000 mil millones de dólares. Eso es el 322 % del PIB mundial.
La causa de la crisis de 2008 fueron las hipotecas basura de los particulares. Ahora son los préstamos de alto riesgo a empresas privadas, es decir, los préstamos basura. Esta vez se trata de cantidades mucho mayores. Sólo para Asia está en peligro el pago de no menos de 32.000 mil millones de dólares en deuda. Esa cantidad equivale a una vez y media el PIB total de Europa.
El Covid-19 dará un duro golpe a nuestra economía. Pero él no tiene la culpa de todo. Tarde o temprano era inminente un serio golpe. El coronavirus es un shock excesivo para la ya debilitada economía.
El mejor escenario posible
Los mercados de valores (-32 %) y los precios del petróleo (-56 %) pueden ser un anticipo de lo que nos espera. En China, el primer país afectado, pero que también tomó medidas draconianas muy rápidamente, se estima – por el momento – una pérdida de crecimiento anual del 5 %. Para EE.UU. se espera una contracción anual del 7,5 % si la crisis dura tres meses. En Europa ya se tiene en cuenta una caída del 10 %. La tasa de desempleo de la Eurozona podría aumentar del 7,4 % al 12 % a fines de junio.
Todo depende de cuánto tiempo dure esta crisis de la salud. Si son dos o tres meses, se tratará de una suspensión temporal de la producción. Será doloroso, pero si se aplican suficientes medidas de apoyo se puede superar ese período. En el mejor de los casos – si no hay complicaciones financieras – la producción se puede reiniciar como antes y después se pueden recuperar los costos de la manera habitual, es decir, cobrárselos a la población. En ese caso estamos en un escenario similar al del período posterior a 2008.
Recordemos que la crisis de 2008 tuvo efectos devastadores. Más de veinte millones de personas perdieron sus empleos y 64 millones de personas en todo el mundo se vieron empujadas a la pobreza extrema. La crisis afectó a los presupuestos gubernamentales y costó a los países de la Eurozona el 20 % de su PIB.
Otros escenarios posibles
Otra posibilidad muy real es que la crisis sanitaria dure más tiempo en varias economías grandes. El Financial Times supone que el impacto será probablemente severo y prolongado, y que los trastornos en la economía continuarán hasta bien entrado el año 2021.
En ese caso muchas empresas no sobrevivirán a la crisis y se irán a la quiebra. Según Ben Bernanke y Janet Yellen, anterior y actual presidente del Banco Central de Estados Unidos (FED), ese escenario hará tambalear totalmente el sistema económico y exigirá una recuperación extremadamente lenta. En ese escenario no sólo tendríamos una suspensión temporal de la producción, sino una reorganización del conjunto del sistema. Esta reorganización se suma a los cambios causados por el Brexit y la guerra comercial entre los EE.UU. y China.
Pero hay más. La agencia de noticias Reuters señala la precaria situación de los mercados financieros y sostiene que en ese escenario la crisis amenaza con arrastrar a todo el sector financiero. Si eso sucediera, las consecuencias serían catastróficas. En 1980 el valor total de los mercados financieros igualaba al de la economía real, hoy es cuatro veces mayor. Además, apenas hay barreras entre los distintos sectores del mundo financiero. Si un componente se ve afectado, la crisis se extiende como un virus por todo el conjunto. Un tsunami financiero de este tipo puede causar el colapso de grandes partes del sistema.
Más allá del dopaje financiero
Para absorber un choque directo se necesitan medidas monetarias como préstamos puente, garantías de préstamos, aplazamientos de pagos o pagos escalonados, etc. Pero, al mismo tiempo, con el fin de mantener los mercados bajo control, también se están inyectando cantidades masivas de dinero en los mercados financieros hoy en día (el llamado «calmante cuantitativo» o Quantitative Easing, QE, en inglés). Esto por sí solo muestra lo inestable y absurdo que se ha vuelto nuestro sistema económico.
De hecho se puede considerar el QE como un tipo de dopaje que estimula temporalmente al paciente, pero que a largo plazo solo lo pone más enfermo. El QE, junto con las tasas de interés ultra bajas, ha creado una gigantesca burbuja financiera y muchas compañías y bancos zombies (1) hoy en día. Nuestro sistema financiero está completamente enfermo. Según el FMI, entre 1970 y 2011 se produjeron no menos de 147 crisis bancarias nacionales individuales. Es hora de que el sistema bancario caiga en manos públicas y de desmantelar el capitalismo de casino. De esta manera podremos ahorrarnos los cracs financieros perversos e invertir nuestros ahorros de manera social y sostenible.
Nunca desperdicies una buena crisis
Las medidas monetarias son necesarias pero no son en absoluto suficientes. A largo plazo pueden incluso empeorar la dolencia. Para mantener el poder adquisitivo y evitar que las empresas quiebren ahora se necesitan más que nada medidas fiscales urgentes: un apoyo directo a las familias o a las empresas. Esto puede consistir en proporcionar dinero en efectivo a las familias, cancelar las facturas de energía, completar las prestaciones de desempleo, ofrecer fondos puente a las empresas, eliminar temporalmente pagos fiscales, etc. En Hong Kong la mayoría de los habitantes reciben 1.280 dólares. En Singapur todos los adultos reciben una suma de dinero. Bernie Sanders quiere pagar 2.000 dólares mensuales a todas las familias hasta el final de la crisis. Laurence Boone, economista jefe de la OCDE, no descartó la nacionalización de sectores enteros de la economía.
Cuando se pueda reducir las medidas de emergencia también se podrán adoptar medidas fiscales en forma de grandes proyectos y misiones gubernamentales que pueden compensar el crecimiento económico perdido y absorber el aumento del desempleo. No faltan los candidatos potenciales para esos proyectos. Esta crisis ha revelado, por ejemplo, que el sector de la salud de muchos países necesita una inversión seria. Todavía hay muchos sectores más. Y, por supuesto, no nos olvidemos del clima. La coronacrisis es el momento perfecto para lanzar un Nuevo Pacto Verde. Nos referimos a un verdadero NPV lo suficientemente ambicioso para salvar el planeta y no al falso NPV de la Unión Europea, cuyo objetivo es sobre todo asegurar los beneficios de las grandes empresas. Si la crisis persiste, se impondrá inevitablemente una remodelación profunda de toda la economía.
Por el momento, la mayoría de los gobiernos sigue siendo muy prudentes con los estímulos fiscales. Por ahora la mayoría de los países de Europa solo quiere gastar el 1 % de su PIB, mientras que en Alemania es aproximadamente el 4 % y en EE.UU. el 5 %. El lema de Martin Wolf, economista en jefe del Financial Times, es claro: «En tiempos de guerra los gobiernos gastan libremente. También ahora tienen que utilizar sus recursos para prevenir un desastre. Piensen a lo grande. Actúen ahora. Juntos».
¿Quién pagará la factura?
¿A quién le tocará pagar esta muy onerosa factura? Es inaceptable que esta crisis la paguen otra vez los cuidadnos ordinarios. Hay tres formas de financiar las medidas fiscales: asumiendo deudas, simplemente imprimiendo más dinero o activando capital inactivo.
Asumir nuevas deudas, como ocurrió en 2008, equivaldrá a una nueva ronda de recortes de presupuesto. Debemos oponernos enérgicamente. Rana Foroohar, del Financial Times, incluso considera que es imprudente: “Si queremos que el capitalismo y la democracia liberal sobrevivan al Covid-19 no podemos permitirnos repetir lo que hicimos hace diez años: ‘socializar las pérdidas y privatizar las ganancias’.”
Imprimir dinero para estimular la economía real es una abominación para los neoliberales e incluso está prohibido en Europa. La coronacrisis es una excelente oportunidad para romper con ese dogma. Según Paul De Grauwe de la Escuela de Economía de Londres, esta medida es incluso necesaria para salvaguardar la Eurozona.
La tercera forma también es obvia. Debido a cuarenta años de políticas neoliberales los individuos ricos y las grandes empresas de hoy no saben qué hacer con su «excedente de capital». Miles y miles de miles de millones de dólares se encuentran en paraísos fiscales. Ya es hora de un verdadero coronaimpuesto a los superricos. En este caso podemos aprender algo del emperador Marco Aurelio. Cuando se enfrentó a una pandemia en el año 165 después de Cristo confiscó el capital de la aristocracia. La gente del pueblo común recibió dinero para pagar los funerales.
En tiempos de crisis debemos atrevernos a pensar y a actuar con valentía. Milton Friedman, uno de los sumos sacerdotes del neoliberalismo, ya lo sabía: “Cuando se produce esa crisis las acciones que se emprenden dependen de las ideas que circulan”. Depende de nosotros proponer buenas ideas.
Nota:
(1) Las compañías zombie son compañías que no disponen de reservas financieras. Al menor percance quiebran.
Traducido por Sven Magnus.
Fuente: https://www.investigaction.net/fr/coronacrash-et-qui-va-payer/