Si llegara a ocurrir que un feliz día acabaras perdiendo la cordura, que extraviaras los puntos y las comas y, de improviso, amanecieras ida, extrañamente insana, perdidamente loca. Si llegara a ocurrir que toda sensatez te fuera ajena y te diera lo mismo salir a tus adentros que entrar en tus afueras. Si llegara a […]
Si llegara a ocurrir que un feliz día acabaras perdiendo la cordura, que extraviaras los puntos y las comas y, de improviso, amanecieras ida, extrañamente insana, perdidamente loca. Si llegara a ocurrir que toda sensatez te fuera ajena y te diera lo mismo salir a tus adentros que entrar en tus afueras. Si llegara a ocurrir que a los sentidos dieras rango de causa celebrando la fe de la quimera. Si ocurriera que un día fuera el discernimiento algo más comprensivo, la prudencia objetada por su notoria tendencia a envilecerse, el respeto emplazado a definirse y el derecho puesto del revés. Si ocurriera que un día que no llega, ganara el desvarío las apuestas y no le diera tregua a la razón ni calendario al tiempo. Si llegara a ocurrir que, finalmente, tú y yo acabamos por perder el juicio… la más lúcida de todas las demencias nos tendrá reservada para entonces una sencilla mesa de madera donde podamos acodar los sueños y hasta presumo aliento para hacerlos al camino. Sospecho un día de lluvia y que el sol que amanezca no nos halle dormidos, y también algunas risas, ni tantas como para aturdirnos ni tontas como para perdernos.
Y habrá de vez en cuando luna llena, así le guste al cielo o le disguste, y una ventana azul y un árbol viejo.
(Euskal presoak-euskal herrira)