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«Yo muero hoy», un manual de activismo

Fuentes: La isla inexistente

La escritora Olga Rodríguez presenta su libro sobre los movimientos sociales del mundo árabe y sus revueltas para dejar de ser súbditos y convertirse en ciudadanos

En el libro Yo muero hoy la periodista Olga Rodríguez trata el tema de los movimientos sociales en el mundo árabe, abordándolos desde su experiencia como periodista independiente y a través de testimonios de personas que viven allí y que han formado parte de dichos movimientos. El libro salió publicado por la editorial Debate el 10 de mayo de este año. A la autora le tocó presentarlo en Madrid el 22 de mayo, día para el que la Enseñanza había convocado una jornada de huelga, y aún así acudieron más de trescientas personas a la presentación. Hoy, un mes después, el libro sigue despertando muchísima curiosidad e interés. Así lo demuestra que no cupiera nadie más en la librería La Marabunta para escuchar a la periodista hablar de él.

Tras una breve presentación de su amigo Javier Couso, Olga Rodríguez arrancó con una anécdota para simbolizar la importancia de las revueltas del mundo árabe en otros movimientos sociales surgidos en Occidente. Cuanta que tras la manifestación del 15-M, cuando un grupo se quedó a hacer noche, una amiga la llamó por teléfono para preguntarle cómo se habían organizado en la plaza Tahrir. Dice que Yo muero hoy es un libro sobre un periodo convulso que marcará una época de despertar. Su intención ha sido la de contextualizar lo que ha ocurrido y lo que está pasando en esos países. Insinúa que podría considerarse un manual de activismo porque describe las tácticas revolucionarias del mundo árabe al contar los retos y los obstáculos a los que se han tenido que enfrentar los movimientos sociales. Añade que también sirve para establecer paralelismos con lo que tenemos aquí, porque hay problemas globales que piden soluciones globales.

El origen está en una nueva actitud psicológica que les ha llevado desde la indignación a las revueltas. Lo que ha ocurrido es que mucha de la población de los países árabes ha decidido dejar de ser súbdita para convertirse en ciudadana. Con esa idea se ha abierto un proceso de conquista de las calles en el que sus demandas han sido políticas, sociales y económicas. Tres factores éstos que se resumen en la mayoría de los eslóganes que corean, como el de «Pan, libertad y justicia social». Quieren una condiciones laborales dignas, que se fije un salario mínimo, pero también un salario máximo. No tenían experiencia sindical, así que cada una de sus reivindicaciones sale del instinto obrero y desde ese espíritu piden un cambio. No hay peticiones religiosas en sus demandas, rompiendo con ello los estereotipos occidentales que vienen usando desde hace bastante tiempo los medios de comunicación para referirse al mundo árabe, limitados siempre a transmitir homogeneidad y fundamentalismo. Pero la realidad de estas revueltas nos habla de diversidad. Todo esto lo cuenta Yo muero hoy a través de las historias de sus personajes, una minoría que no se acomodó en su sofá como el resto, sino que salió a las calles a trabajar por un cambio profundo.

Las revueltas de la primavera árabe, no surgen de la noche a la mañana, sino que hay unos antecedentes previos que confluyen hasta terminar desencadenándolas. Centrándose en Egipto cuenta la periodista como preámbulo de estos movimientos las manifestaciones para condenar la política exterior del acuerdo de paz de Camp David firmado con Israel, porque un Egipto libre y democrático daría la espalda a Israel. En el año 2000 surgen las primeras agrupaciones contra Mubarak que con los tambores de guerra en Irak sonando en el año 2003 se amplifican. Ese año surge Kifaya (basta), un movimiento político urbano y de clase media opuesto al régimen que va a jugar un papel primordial. Las manifestaciones de esta organización son duramente reprimidas, pero no cejan. Empiezan a tener más apoyos y seguidores por enfrentarse a las políticas neoliberales emprendidas en el país tras la presencia de organismos internacionales que empujan a que se apliquen la reducción del déficit, la bajada de salarios, los recortes en los Servicios Públicos de la Sanidad y la Educación… Sus demandas enfrentadas a estas políticas injustas son compartidas por un amplio sector de la población. En diciembre de 2006 comienzan a hacerse presentes los movimientos obreros cuando más de 3.000 mujeres del complejo industrial del delta del Nilo de Mahalla dejan sus máquinas de coser y van tomando la fábrica al grito de «¿Donde están los hombres? ¡Aquí estamos, las mujeres!» reclamando el pago de unos bonos adicionales que el gobierno había prometido unos meses antes. Esta situación fue el desencadenante de un conjunto de huelgas en todo el país reivindicando condiciones de trabajo más justas, salarios dignos y despidos de los gerentes que cometían abusos. Durante 2007 todos los meses hay huelgas. En 2008 el precio del pan sube a diario, incluso algún día llega a duplicarse y triplicarse. Finalmente el 6 de abril de 2008, los movimientos obreros de las fábricas y los movimientos urbanos sociales coinciden en una jornada de huelga y se organizan manifestaciones conjuntas. En 2009 el acoso de Israel a la Flotilla de Gaza también es motivo de reivindicación. Durante 2010 se viven más protestas y huelgas. En julio de 2010, en las calles de Alejandría, el joven bloguero Khaled Said es apaleado hasta la muerte por la policía. Todos estos acontecimientos son un prólogo hacia las revueltas de 2011, los que han ido construyendo el tejido social importante que las sostiene, con gente volcada en luchar por el cambio. Como dice Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». La plaza de Tahrir se ocupa el 25 de enero de 2011 y en 18 días de protestas los manifestantes consiguen que caiga Mubarak y su régimen dictatorial represivo. Durante esos 18 días, las fuerzas policiales entraban en la plaza usando fuego real, balas de verdad que supusieron un alto precio en vidas humanos por conseguir la libertad. Después de cada desalojo, el pueblo regresaba a la plaza. «Yo muero hoy» era el eslogan que se coreaba cuando entraban las fuerzas represivas disparando. Lo gritaban las clases más humildes que no tenían nada que perder, y también las clases medias que empobrecidas se sentían humilladas porque había subido el desempleo y veían que ya no iban a tener acceso a una vida digna. «Yo muero hoy» es el grito frente la represión, el que Olga Rodríguez utiliza para dar título a su libro. Explica que no lo interpreta como el deseo de querer morir, sino más bien como el deseo de recuperar la dignidad.

También habla la periodista de la situación actual y un tanto compleja. Explica que han empezado a intervenir en ella una serie de actores internos con el fin de secuestrar o encauzar la revolución. Las fuerzas militares del país así se están comportando con torturas, exámenes de virginidad y demás elementos disuasorios utilizados contra el pueblo. Pero también hay actores externos de injerencia, como es el caso de los EE.UU. que aporta 1.300 millones de dólares anuales de ayuda al ejercito y que éste año también ha renovado. Su intención es que no se detenga la aplicación de las políticas neoliberales que tanto daño están haciendo a la población, como así señalan algunos de los documentos aparecidos en Wikileaks. También se puede observar la presión que ejercen Israel, Arabia Saudí y otros países del Golfo Pérsico, pues Egipto es una piedra angular de la región.

Las elecciones legislativas las ganaron los Hermanos Musulmanes. Fueran unas elecciones que se celebraron bajo el paraguas de la Junta Militar y que por tanto la izquierda no dio por legítimas. Para las presidenciales, la Junta Militar ha dejado fuera a candidatos válidos y sin embargo ha permitido la presencia de dos candidatos relacionados con el anterior régimen. Parece que hay ciertas irregularidades en ese proceso, a lo que hay que añadir que dos días antes de celebrarse el Tribunal Constitucional disolvió el parlamento. Tras las votaciones en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, la Junta Militar ha dado un golpe de estado encubierto. A la media hora de cerrarse los colegios, asumió el poder legislativo y anunció una serie de disposiciones que les permiten controlar el país y la futura constitución que se redacte. La Junta Militar ha dicho que va a seguir mandando, aunque no consiguieron ganar las elecciones con su candidato Ahmed Shafiq. A las cuatro de la mañana Mohamed Morsi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, anuncia que ha ganado, pero la Junta Militar condena dicho anuncio. Finalmente la presión del pueblo les ha obligado a aceptar a Morsi, pero el largo periodo de una semana que ha transcurrido entre las votaciones y el reconocimiento del vencedor nos puede hacer pensar que ha sido un periodo de negociación entre los diferentes agentes y el nuevo gobierno de los Hermanos Musulmanes. Ya se ha dejado todo bien atado. Un ejemplo es que Morsi ha anunciado que no tocará los acuerdos internacionales.

Sobre los Hermanos Musulmanes, la periodista ofrece su visión. Señala que con los recortes en Servicios Públicos, la Sanidad ha dejado fuera a mucha parte de la población, principalmente a las clases más desfavorecidas. Los Hermanos Musulmanes han venido supliendo este vacío dejado por el estado y han asumido la asistencia a toda esas personas que se había quedado sin atención sanitaria. Sus líderes son gente multimillonaria, empresarios que aplican políticas neoliberales. Su masa social es amplia, y en ella también están obreros que participaron en las huelgas. Esto hace que tengan ciertas tensiones y también escisiones. Por otro lado existe una gran diferencia generacional entre sus dirigentes y los jóvenes musulmanes que también integran el partido y que más de una vez han dado la espalda a sus líderes. Los Hermanos Musulmanes marcaron desde el principio una gran distancia con los llamados revolucionarios a los que no apoyaron, ni estuvieron de acuerdo con sus demandas. Sin embargo, tras las elecciones han tendido puentes con las organizaciones que participaron en las revueltas, quizá porque se han visto maniatados para gobernar, lo que les ha obligado a hacer una llamada a la unidad. Cuanto más difícil se lo ponga la Junta Militar, más van a invocar esa unidad. Sobre la separación Estado-Iglesia dice que es algo aún pendiente, como aquí. No es incompatible democracia e islamismo. Los medios occidentales agitan el fantasma del islamismo para defender y justificar la presencia de dictaduras en la zona, pero la realidad es que, en líneas generales, los Hermanos Musulmanes son una organización moderada que gobernará renunciando a muchas medidas impopulares y al fundamentalismo. Las políticas neoliberales por las que apuestan son contrarias a las demandas de las revueltas, por lo que no les resultará fácil aplicarlas. De la misma forma sus política de caridad no van a ser suficientes, pues el 40% de la población vive con menos de dos dólares diarios. Ahora veremos cómo se mezclan con las demás fuerzas y a qué alianzas políticas se llegan. Preguntada sobre el 48% de votos que ha obtenido Shafiq, Olga Rodríguez explicó que aquí también hay mucha gente que votó por Rajoy. Añade que resulta difícil romper el pensamiento dominante y que las organizaciones que han participado en la revolución son jóvenes, clandestinas y por tanto sin una estructura, ni una financiación detrás. El cambio da miedo y en nombre de la estabilidad se llegan a decir y hacer auténticas barbaridades. Pero no hay estabilidad posible sin justicia social que luche contra las desigualdades. Aunque han surgido muchos grupos de izquierdas, a las elecciones se han presentado por separado, sin unirse. Se ve una cierta ausencia de liderazgo y muchas discrepancias. Si se hubieran aliado, la suma de sus votos los colocaría por encima de los ganadores. Deben seguir trabajando sin renunciar a la fuerza de la calle ni al movimiento obrero.

Sobre la cobertura mediática la periodista dice que los medios españoles han cubierto las noticias siempre desde los estereotipos y, una vez finalizadas las revueltas, sin darle demasiada transcendencia. Han cubierto las noticias por el efecto dominó, haciéndose eco de lo que otros medios internacionales emitían. Desde Occidente, para con estos países y por intereses políticos, se usa una visión paternalista y colonial que ve esas culturas como inferiores y bárbaras, estigmatizando a una población que no se considera a la altura de la libertad. Pero sus demandas echan por tierra esos esteoritipos que defienden lo indefendible. Por esos estereotipos tampoco han mostrado la presencia activista de las mujeres, ni han recogido los debates sobre la igualdad de género que ha surgido en la sociedad egipcia que ve en el sexismo y machismo un problema gravísimo que se viene arrastrando desde el pasado.