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La desconocida labor de inteligencia del PCE en Gibraltar y La Línea durante la IIGM

Fuentes: Rebelión

Cuando en uno de los capítulos de la serie documental de La 2 titulada «En el ojo del huracán», emitida en marzo de 1993, Manuel Pedrero Sánchez, a sus 82 años, pocos días antes de fallecer, y con el Peñón de Gibraltar al fondo, decía casi gritando para que le creyeran: «¡Yo era, de verdad, agente de los ingleses aquí en La Línea…!», muchos pensarían que era una batallita propia de un viejo chiflado, y nadie le hizo caso. Pero ni mucho menos estaba fantaseando.

Revista Combate

El panadero Manuel Pedrero Sánchez, miembro del PCE de La Línea (Cádiz) antes de julio de 1936, teniente del «Batallón Méjico» de milicias antifascistas de Málaga, teniente del Ejército Popular de la República en las 79ª y 181ª Brigada Mixta, exiliado en Orán a bordo del «Stanbrook» y Secretario general del primer Comité del PCE que se reconstituyó en La Línea en septiembre de 1943, sabía muy bien de qué estaba hablando. Él, que utilizó el nombre clandestino de «Farina», había sido un elemento clave en su papel de enlace entre el PCE del exterior (Tánger, Casablanca, Gibraltar y Londres) con el PCE del interior a través del Comité Regional del PCE de Sevilla.  

Cuando detuvieron a Manuel Pedrero en marzo de 1944 la policía franquista encontró varias cartas y documentos que el «estafeta» de La Línea, Bernardo González Gómez, aún no había podido enviar a Sevilla. Por ejemplo, en la carta del 16 de enero de 1944, dirigida al Comité Regional de Sevilla, Pedrero explicaba los tres escritos que adjuntaba a la misma:

El n.º 1 era una comunicación de la Delegación del Partido en Londres, firmado por «Jorge», dirigida al Comité Regional de Sevilla; el n.º 2 era un extracto de lo tratado en Tánger entre el Comité de Gibraltar y el Comité Norte-Africano del PCE; y el n.º 3 era otra comunicación de la Delegación de Londres para ser enviada a Cataluña, pero «antes que a nadie al Comité Central».

Es de especial interés que el documento n.º 2 revelara que «funciona ya hoy un servicio de información para vigilar las actividades nazis en Tánger», y continuaba afirmando que «conocemos a todos los que aquí trabajan con Alemania, en su mayoría marroquíes y falangistas. Contamos con algunos elementos nuestros que trabajan hoy con Inglaterra y con América. Esta última es la que más nos ayuda en este sentido. En una ocasión nos pidió ayuda para que descubriéramos a algunos elementos traidores en sus filas y lo hicimos. También nos han prestado una máquina de escribir y papel, algo que nos facilitan muy a menudo. Esto no quiere decir, bajo ningún concepto, que estemos en manos de ellos, sino que creemos que en estos momentos toda la ayuda para derrotar a Franco y a la Falange son buenos». 

El documento afirmaba que el punto más importante para ese Comité Norte-Africano y el de Gibraltar era la introducción de cuadros comunistas en el interior de España, y por eso era vital la operación de liberar de la prisión de El Hacho (Ceuta) a «tres buenos dirigentes» que estaban allí prisioneros. Decían que tenían montado un excelente dispositivo para la liberación, y para ello contaban «con un buen amigo en Ceuta y con una barca pesquera a nuestro servicio», pero dicha barca, que ya le había «prestado buenos servicios», siempre era a cambio de dinero, y ahora pedían 5.000 ptas. para la operación, y ni el Comité Norte-Africano ni el de Gibraltar disponían de ese dinero.

Con el documento adjuntaban una carta escrita por los presos de El Hacho, y aseguraban que en el interior de la cárcel estaba también todo preparado. Los camaradas liberados irían directamente a Gibraltar, «donde las autoridades inglesas estaban avisadas de antemano para que no pusieran ningún inconveniente», y desde allí lo introducirían al interior de España para que realizasen la labor que la dirección les encomendaran. Ambos Comités del Partido aseguraban que la liberación de presos planificada sería «un golpe moral tremendo para los falangistas». Por último, le decían al Comité de Sevilla, que si necesitaban nombres y direcciones de Tánger y de Casablanca, que los tenían a su disposición. Se despedían preguntándole al Comité Central si para esos gastos de la liberación podían disponer de las libras esterlinas que les había llegado de Inglaterra. Firmaba ese «documento n.º 2» alguien que decía ser «Aguram», y cuya identidad Pedrero no reveló. 

El 4 de febrero de 1944, un camarada que firmaba como «Pedro», y que Manuel Pedrero aseguraba que «debía ser» Julio Sánchez Jiménez, el máximo responsable del Comité del PCE de Gibraltar, escribía una carta al Comité Regional de Sevilla, y entre otros muchos temas exponía:

«Sobre el asunto de los sabotajes os comunicamos que, ya que está la cosa así, no tenemos inconveniente en seguir vuestras instrucciones, pero hubiera sido mejor que este asunto hubiera sido puesto en conocimiento del S.I.M. afecto a este C.G., y no al J.S. que en realidad no es otra cosa que un órgano al servicio del imperialismo inglés. Pero como os decíamos antes, os repetimos que ya las cosas así, debemos seguirlas adelante y debéis informarnos sobre quiénes son los individuos que, nuestros o no, toman parte en ellos para seguir por nuestra cuenta todos sus movimientos y ejercer sobre ellos un estrecho control a fin de evitar sorpresas lamentables. Desde luego que nos parece muy bien que nos tengáis al corriente de todos los detalles. En todo seguiremos vuestras instrucciones».

No sabemos con certeza qué significan las iniciales del documento, pero es probable que «SIM» sea «Servicio de Información Militar» y que «C.G.» sea «Comité de Gibraltar», deduciéndose que en el Partido Comunista de España en Gibraltar existiera un grupo especializado en tareas de información de ese tipo, algo razonable por otra parte en vista de la situación política internacional que vivía la colonia británica en pleno desenlace de la II Guerra Mundial. 

Pero, sin duda, el documento más revelador de la labor de Pedrero en el aspecto que había manifestado en el documental: ser un «agente» al servicio de los ingleses, estaba fechado el 20 de marzo de 1944, un día antes de su detención, e iba dirigido a «Don Enrique» en Gibraltar y él firmaba ahora como «B.B.M.», declarando en comisaría que era otra contraseña convenida con el Partido en Gibraltar, y que «Don Enrique» era de nuevo el dirigente Julio Sánchez Jiménez. Se titulaba «Informe n.º 16», y cuando la policía le interrogó sobre el contenido de los quince informes anteriores, Pedrero «perdió la memoria», y la historia de La Línea ha «perdido» una abundante documentación de la actividad del Partido Comunista en la ciudad, en la comarca y en la colonia.

Con anterioridad, Julio Sánchez le escribió en enero de 1944 a Manuel Pedrero para que le informara de la conducta personal y amistades de Federico González, que vivía en Campamento (San Roque), y de Manuel Puertas, que vivía en la barriada de la Colonia de La Línea, pues le habían llegado noticias de que ambos estaban en contacto con agentes nazis que actuaban en el sur de España. Pedrero le manifestó a Julio Sánchez que como él conocía a Manuel Puertas desde hacía muchos años, le sería fácil averiguar lo que se le pedía sobre él, y a través suya accedería a informes del tal González.

Un día, narraba Pedrero en su interrogatorio en La Comisaría de La Línea, en una taberna situada en la Carretera (o Avenida) de España, se encontró a Manuel Puertas completamente borracho, oyéndole decir que él era un agente a sueldo de Alemania y que lo eran también el Teniente Coronel Soto, Joaquín Fernández «el Gallego» y Antonio Díaz Peña, conocido como el «Niño de la Pura», y que esa información se lo había transmitido por carta a Julio Sánchez. Puertas también había citado aquella noche como agente alemán al asistente del Teniente Coronel Eleuterio Sánchez-Rubio. Pedrero recordaba que en la carta donde Julio Sánchez le pedía informes de Puertas y González, decía de ellos que se suponía que habían participado en actos de sabotaje contra barcos ingleses fondeados en la Bahía de Gibraltar. En una carta posterior, Julio Sánchez le enviaba a Pedrero la dirección donde paraba Federico González para que pudiera vigilarlo, y que era en una tienda de ultramarinos que estaba en la carretera que atravesaba Campamento (pedanía de San Roque que limita con La Línea, excelente mirador de Gibraltar y de la bahía de Algeciras).

En ese «Informe n.º 16», Pedrero le informaba al Comité de Gibraltar que el día 16 de marzo de 1944, a las 2:30 de la tarde, Federico González se reunió en un callejón que va a Puente Mayorga (San Roque) con el asistente de Sánchez-Rubio y un mutilado llamado Galván, que fue sargento de la División Azul. Allí se separaron, y Galván y el asistente marcharon a Campamento, y González a su casa. Al día siguiente, 17 de marzo, hubo otra entrevista a las 4:25 de la tarde con el Teniente Coronel Soto, Joaquín Fernández el «Gallego», Antonio Díaz Peña y el dueño de la fonda de la calle Clavel de La Línea, llamado Contreras o Aguilar. Después de ese día no se ha visto a Federico González nada más que por las tardes y por las noches en Campamento, en unión de «Yomi» (personaje desconocido) y varios señores más en plan de tertulia.

También le comunicaba Pedrero a Julio Sánchez que había una súbdita alemana que vivía en Guadarranque (San Roque) y que se llamaba Elena, que era la mujer de un marinero conocido como «El Peruano», que utilizaba su barca para ir a Gibraltar. Pues bien, esa tal Elena fue vista por Pedrero un día en compañía de Federico González, y que, al separarse ambos, ella pasó la barca del río Guadarranque y llegó a la finca que ocupan los militares. Pedrero le hacía advertir a Julio Sánchez, que Elena vivía en el «lado acá del río» y que por tanto, si cruzaba e iba a ese lado del río «era por algo o para algo», advirtiéndole de sus sospechas de que se tratara de otra colaboradora en contacto con militares falangistas y los jefes de la red de espías.

Era evidente que Pedrero, y seguramente alguien más a sus órdenes, vigilaba de forma precisa a estos colaboradores de los agentes secretos nazis, de los que no existe ninguna referencia ni he podido conseguir ninguna información complementaria. Con total seguridad, los 15 Informes anteriores que intercambiaron Pedrero y Julio Sánchez en aquellos meses de finales de 1943 y marzo de 1944, contendrían mucha más información sobre estas actividades de contraespionaje y el por qué el PCE de Gibraltar y el de La Línea se implicaron en esta lucha.

Es bastante probable que los servicios secretos gibraltareños de la «Defense Security Office» (D.S.O.), siguiendo órdenes del Servicio de Inteligencia Británico, les pidieran esa colaboración y los comunistas españoles aceptaran con la esperanza puesta en que al término de la II Guerra Mundial, que se adivinaba inminente, los aliados, y especialmente los británicos, facilitarían el anhelado derrocamiento del odiado régimen de Franco, o «Franco-falangismo», como escribía en sus comunicados el Radio comunista de Gibraltar en aquellos años.

Solo hay una excepción al desconocimiento absoluto de todos esos personajes a los que vigiló Pedrero. Se trataba del Teniente Coronel de Infantería Juan Soto Acosta. Este jefe militar había pasado a la reserva pocos meses antes de julio de 1936, y tras el golpe militar fue designado Jefe del grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Tetuán n.º 1, una de las fuerzas de choque que emplearon los golpistas en las primeras semanas de 1936, principalmente en Cádiz, Sevilla y Málaga, y más tarde, el 10 de mayo de 1937, después de haber desempeñado el cargo de Gobernador Militar de la plaza de Tetuán, Soto Acosta se convirtió en el primer director de la Academia de Sargentos Provisionales de Infantería que se había establecido en el Cuartel «Diego Salinas» de la localidad de San Roque, donde, junto a oficiales españoles, también ejercían de profesores o instructores algunos mandos alemanes. En un curso intensivo de 24 días lectivos, el 7 de julio de 1937 se promocionaban los primeros 484 nuevos tenientes de infantería que se incorporaron inmediatamente a los frentes de batalla; tal era la importancia de dicha Academia. De Soto Acosta solo hay constancia de que ejerciera su cargo de director de la Academia de San Roque hasta abril de 1938. De él ya no existen más noticias, pero por el informe de Pedrero a finales de 1943 se sabe que aún seguía en el Campo de Gibraltar. Tampoco sale su nombre en la bibliografía existente entre los colaboradores de los agentes nazis de la zona. En cualquier caso, no es descabellado pensar que tuviera relación con el también teniente coronel Sánchez-Rubio, del que ahora hablaremos. Nada descabellado.

Otro personaje desconocido, es el asistente del teniente coronel Sánchez-Rubio. Pero no así, ni mucho menos, su jefe. El comandante Eleuterio Sánchez-Rubio Dávila participó en la «Sanjurjada» en agosto de 1932, y además de forma activa, siendo el responsable de la detención del Alcalde y los concejales republicanos de Sevilla, por orden expresa del general Sanjurjo. Tras el fracaso del golpe de estado, se refugió en Gibraltar. Aunque fue amnistiado por el gobierno de Azaña, siguió viviendo en Gibraltar y retirado del ejército, pero el 19 de julio de 1936 entró en La Línea y se puso a las órdenes del gobernador militar de Algeciras, el teniente coronel Manuel Coco, luchando junto a las fuerzas golpistas de Queipo de Llano. Al acabar la guerra, el 1 de enero de 1940, se incorporó al Regimiento de Infantería de Montaña n.º 47 con plaza en San Roque (Cádiz), y en junio de ese año fue ascendido a teniente coronel. En julio de 1941 fue destinado como jefe al Servicio de Inteligencia Militar en La Línea, desde donde orquestará toda una conocida red de espías y colaboradores, militares y falangistas, que llevaron a cabo repetidos intentos, muchas veces fallidos, de sabotajes en la Colonia de Gibraltar. Por protestas reiteradas de las autoridades del Peñón y de Londres, que se incrementaron tras las detenciones y petición de pena de muerte de los espías linenses a sus órdenes Luis López Cordón-Cuenca y José Martín Muñoz, el teniente coronel Sánchez-Rubio, al que llamaban en clave «Burma» los servicios secretos británicos, fue destinado en enero de 1944 a Sevilla y ascendido a coronel, casi coincidiendo con el ahorcamiento de Cuenca y Martín Muñoz en el Peñón el 11 de enero de 1944. Pero se sabe que Sánchez-Rubio no abandonó sus actividades de espionaje hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, dirigiéndolas en la sombra desde Sevilla. En aquellas semanas tan tensas entre ambos servicios secretos es cuando Julio Sánchez le encargó a Pedrero el seguimiento y las labores de contraespionaje de los colaboradores de los nazis en La Línea y San Roque. No puede ser casualidad.

¿Su antiguo asistente, de nombre desconocido hasta el momento, pudo ser su persona de confianza cuando se marchó a Sevilla? ¿O lo eran ambos, su asistente y el teniente coronel Soto?  En la documentación de la inteligencia británica y gibraltareña, recientemente desclasificada,  no existe ninguna referencia, ni velada tan siquiera, al Partido Comunista de España en Gibraltar, ni al de La Línea, cuando es bien conocida la posición pro-aliada del PCE de aquellos años por motivos tácticos.

Hay que recordar, para contextualizar correctamente todo el periodo, que la política primordial del PCE en aquellos meses era la de la «Unión Nacional Española», que había iniciado Heriberto Quiñones hasta su detención en diciembre de 1941 (y posterior fusilamiento en octubre de 1942), y la había continuado Jesús Monzón que en septiembre de 1943 viajaba clandestinamente a Madrid y formaba la «Junta Suprema de Unión Nacional», donde quería aunar a todas las fuerzas contrarias al régimen Franco-falangista, incluso los republicanos de derechas o los monárquicos carlistas de «Comunión Tradicionalista» de Manuel Fal Conde. Un ejemplar de Mundo Obrero, Órgano Central del PCE, edición de Andalucía, de cinco hojas, fechado en diciembre de 1943, tenía una editorial cuyo título era «La Unión Nacional es nuestra primera tarea». Por eso, en aquellos mismos meses Manuel Pedrero contactó con miembros socialistas, republicanos y anarquistas de La Línea, pero también con el dirigente tradicionalista linense Leopoldo Pérez Masé, para formar un Comité de Unión Nacional en el Campo de Gibraltar. Las detenciones impidieron que se materializara.   

Lo que ofrece la documentación analizada y las declaraciones de Manuel Pedrero Sánchez ante la policía en marzo de 1944 puede considerarse solo la punta de un «iceberg», la labor de contraespionaje del PCE en Gibraltar y La Línea, que aún está pendiente de investigar y de descubrir en su totalidad.

NOTA-1: Este artículo está basado en los documentos del Sumario 357/44 del Tribunal Militar Territorial Segundo (Sevilla), y en las Diligencias Policiales de las detenciones que desarticularon a los Comités del PCE de La Línea y del Campo de Gibraltar en marzo de 1944 (documentos éstos últimos facilitados por el profesor Ramón Adell Argilés de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED-Madrid).

NOTA-2: Como ampliación de este artículo pueden consultarse los trabajos de Manuel Almisas Albéndiz: «Reconstrucción y caída del primer Comité del Partido Comunista en el Campo de Gibraltar en la dictadura franquista (1943-1944)»-40 páginas, disponible en: https://caidapcelalinea1944.blogspot.com/2024/02/reconstruccion-y-caida-del-primer.html, y «Breve aproximación histórica al desconocido Partido Comunista de España en Gibraltar (1936-1951)», 74 páginas, disponible en: https://historiapcegibraltar.blogspot.com/2024/03/breve-aproximacion-historica-al.html

NOTA-3: La imagen del artículo pertenece a la portada del último trabajo mencionado. La revista «Combate» estaba editada por el PCE de Gibraltar en aquellos años.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.