El juego de las banderas o «captura la bandera» es un juego de dos equipos practicado por niños y niñas que consiste en capturar unos pañuelos a modo de banderas situados en el otro campo para llevarlas a tu «casa». Todo ello sin ser capturado, y teniendo en cuenta que esta circunstancia sólo se puede […]
El juego de las banderas o «captura la bandera» es un juego de dos equipos practicado por niños y niñas que consiste en capturar unos pañuelos a modo de banderas situados en el otro campo para llevarlas a tu «casa». Todo ello sin ser capturado, y teniendo en cuenta que esta circunstancia sólo se puede dar cuando se rebasa la línea divisoria entre los dos campos. Quien más banderas del otro equipo consiga, gana, aunque no deja de ser un juego paradójico porque la mayoría de las veces la partida se inserta en un bucle en el que nadie gana ni nadie pierde ya que las banderas se están capturando continuamente. Forma parte de su atractivo. Existen múltiples variantes de este juego, es muy flexible a la hora de jugar puesto que requiere poco material y puede llegar a ser realmente adictivo dada la cantidad de posibilidades tácticas que puede ofrecer. Y otro aliciente más, no hace falta ser el más rápido para ganar, sino que se prima la elaboración de tácticas y estrategias conjuntas y entran otros factores; capacidad de engaño al rival, de convencer a los compañeros/as de equipo, de idear una estrategia, de tener roles definidos y distribuidos por el campo…
Los que hemos puesto en práctica este juego con escolares, sabemos que la primera vez que juegan la partida se convierte en un descontrol. Todos quieren las banderas, el juego va rápido, se suceden continuamente las capturas y recapturas de las banderas, las capturas a rivales y sus salvaciones… todo se acelera, la intensidad es máxima, y cada minuto que pasa los niños y niñas van interiorizando tácticas y estrategias. Cuando el juego es bien reconducido, se abordan bien las pausas, las explicaciones, se dan tiempos a los niños y niñas para que agudicen su ingenio, entran en flujo y la segunda, tercera y resto de partidas son más divertidas porque el juego mental estratégico aumenta. Así, el comienzo de cada partida después de la deliberación pertinente se convierte en un tanteo continuo, miradas de todo tipo, de fintas, de engaños, de comandos, de distribución y recolocación de roles en cada equipo… el juego se calma, se silencia porque se está pensando en colectivo hasta que en un momento dado, alguien hace algo, rompe la partida y las carreras, la intensidad y la dinámica aumenta de nuevo.
El contexto interno en la izquierda de hoy a dos años de 2019 y con un ciclo electoral en el horizonte que hará coincidir municipales, autonómicas y europeas (como poco) es como el de este juego cuando ya se ha practicado en varias ocasiones. Existe una situación de tanteo, de posicionamientos, de velados acercamientos y silencios entre fuerzas políticas y activos de estas fuerzas políticas de cara a la configuración de listas electorales; unas veces sobre el andamiaje de unidades y confluencias y otras veces sobre identidades propias como partidos. Otras veces de forma pública, otras de forma privada. En no pocas ocasiones detrás de todo se encuentran las banderas. Si para los niños, para las niñas del juego las banderas en forma de pañuelos tomaban el simbolismo de poder, en este caso el poder o lo que hay que «capturar y llevarse a tu campo» son posiciones de salida para hipotéticas primarias de unidad o de partido, que darían a la posteriori puestos en listas electorales, y por lo tanto determinadas concejalías, ayuntamientos, diputados/as autonómicas, Europa y todo lo que ello conlleva; liberaciones, recursos para el partido o candidatura que sea, más presencia mediática como partidos o corrientes de partido y hasta por qué no, posiciones ideológicas de cara a la sociedad que facilitarían el acceso a gobiernos.
Determinados procesos internos en fuerzas políticas después de las elecciones de junio de 2016 y que todavía en algún caso continúan junto con una resaca-cansancio de unos intensísimos ciclos electorales han pausado y ralentizado el ritmo político concerniente a las unidades electorales. Se ha notado igualmente otra vez un leve incremento de la movilización social en forma de unidad popular. Este momento de pausa, quizás también de reorganización interna que se ha dado en Podemos y en IU, ha sido aprovechado también por un amplio sector del activismo. Todo combinado, y un calendario que nos acerca a ese 2019 nos debería hacer pensar que ese tanteo como hacen los niños y niñas, se está produciendo también aprovechando de nuevo ese ritmo más desacelerado.
A nadie se le puede escapar que en lo que se refiere a unidades electorales y confluencias existe una recopilación (que en parte ya está dada) de realidades y contextos tanto propios de cada partido como de los otros y el sector activista. Aquí es donde surge una cuestión clave en este tanteo y que es necesario poner de manifiesto; pretensiones personales por el acceso a esas banderas/cargos públicos ponen en riesgo que la unidad sea realmente democrática, construida desde abajo y desde la participación-colaboración como determinados movimientos y activistas abogaban en 2014 y 2015. En todas las fuerzas políticas, el miedo de algunos/as es patente puesto que la incógnita e incertidumbre que arroja una supuesta unidad electoral puede traer consigo que determinados militantes y cargos de partidos políticos puedan perder su pretensión de salir y/o continuar en puestos de salida de cara a 2019. Detrás del freno que está habiendo a la unidad popular, a la construcción de resistencias que puedan tener un puente a lo electoral se encuentran las aspiraciones personales de determinados compañeros y compañeras que prefieren esperar «y ver qué pasa» para que las normas de la partida cambien a su favor, a ir construyendo desde ya alternativas y ofensivas.
Pero por si acaso, si hubiera algún tipo de confluencia, siempre es bueno poner de relieve que independientemente del método para la configuración de las listas electorales/reparto de cargos es necesario comprender que vivimos en una política actual, que mucho más que con programas, transmisión pedagógica de propuestas o política construida desde abajo y de forma activista de calle tiene más que ver con lo que se ve en TV, con lo que se transmite en redes sociales, con la visibilización que se transmite hacia fuera. -El programa ya no importa- incluso se ha llegado a decir. Si las primarias hipotéticas futuras van a tener lugar, qué mejor que afrontarlas como si de un concurso de popularidad se tratara. De ahí esa megalomanía, esa sobrevisibilización y esa forma de hacer política de palo selfie que se está desarrollando por activistas y cargos públicos de todas las fuerzas políticas y candidaturas ciudadanas nacidas de 2015 donde prima la exclusiva y la inmediatez personal en la red personal de turno más que la de la organización donde se milita. Y lo que es peor, con equidistancias como por ejemplo respecto a Venezuela, no vaya a ser que posicionarse reste puntos de popularidad y por tanto, opciones de salida electoral. Es así como se tiene otra táctica de cara a la captura de la bandera en 2019.
Como es también otra táctica la interacción con la prensa. A la ya tradicional prensa, y volviendo a nuestro contexto actual, toma importancia la prensa alternativa y digital. Sin conocer este mundo, canta de forma notable que no dejan de ser espacios para condicionar la opinión pública, para sembrar posiciones de cara a militantes de partidos políticos y también sus dirigentes intermedios, que son escaparates de cara a la galería, visibilizaciones de nombres y caras «por si acaso hay que». Hay que avalar o tomar partido por alguien en un futuro para defender tal o cual persona de cara a una lista. De ahí que se produzcan cascadas de artículos, opiniones, etc que en no pocas ocasiones tienen que ver, y esto los no iniciados en el mundillo no lo ven, con filtraciones provenientes de la política de la izquierda y del cambio y viceversa. Y nada es gratis, porque determinadas exclusivas tienen su contraparte. Unas veces puede ser para visibilizar lo que hace tu fuerza política y que tenga más repercusión, pero otras veces puede ser para que el político «de izquierda o del cambio» tome posiciones de cara a futuros concursos de popularidad/primarias o gane fuerza interna en su propio partido. O ambas. La bandera está al otro lado y esto de los contactos con la prensa ayuda, pero caemos en la mercantilización de la militancia y del activismo, y eso no puede ser porque son mayoría los y las que están dejándose la piel, tiempo y esfuerzos en una dignificación de la política como para que ahora encima se genere ese tipo de práctica.
Este contexto de coyuntura, de tanteo nos debiera hacer pensar y repensar sobre lo que debiera ser una política de izquierdas, de cambio, de ruptura o como el lector o la lectora lo quiera llamar. De tener una actitud más crítica y observadora respecto a personas -en todos los partidos de nuestro campo social- y si sus actuaciones pueden tener más que ver con tomas de posiciones internas que pensando en lo colectivo. Quizás sí, ya va siendo hora de recuperar la ideologización de la política para traerla más acá; al debate, a los proyectos con continuidad en el tiempo, a la coherencia y a desencasillarnos del cortoplacismo. A dejarnos el palo selfie en casa y dejar el trapicheo de informaciones periodísticas (que también tienen dueños los medios, por cierto) por poner dos ejemplos. Aunque nadie nunca podrá afirmar que existe una hoja de ruta clara, sí existen experiencias concretas muy positivas que están ahí, opiniones y debates que deberían ser conocidos por todos y todas para avanzar en contrapoderes, resistencias y alternativas que sólo se van a dar en lo tangible, en lo palpable y que necesitan muchos mimbres para desarrollarse. Y ahí necesitamos a todos, necesitamos a todas. Cambiemos de juego.
Iván Fradejas de la Vega, Coordinador Provincial IUCyL en Palencia.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.