La primera vuelta de las elecciones municipales en Brasil fue decepcionante para el Partido de los Trabajadores (PT), que cayó 32,3% en comparación con los comicios de 2016, malo para las huestes del presidente Jair Bolsonaro y también para las izquierdas en términos generales, pero excelente para los centroderechistas.
Bolsonaro salió debilitado pero por demérito propio (no por mérito de la izquierda), lo que puede cambiar un poco con la segunda vuelta si la izquierda se impone en varias ciudades importantes. Pero ese no es el escenario más posible. La atención mayor recae hoy sobre el centroderecha.
El PT pasó de 257 alcaldías cuatro años atrás, a 174 y no eligió ningún alcalde en las 96 mayores ciudades del país. Los principales candidatos de Bolsonaro y la ultraderecha no fueron electos en la primera vuelta o apenas lograron pasaje para la segunda vuelta, incluso con muchas dificultades.
Incluso con el buen desempeño de Guilherme Boulos (PSOL), en São Paulo, y con el pase de Manuela d’ Ávila (PCdoB) para la segunda ronda en Porto Alegre, el escenario no parece bueno para ninguno de ellos, ya que no parten como favoritos. En São Paulo es evidente que el PT –que obvió la candidatura de Fernando Haddad- perdió frente al PSOL, y presencia el protagonismo del líder de los sintecho en la ciudad más populosa del Brasil.
Entre los diez partidos que eligieron más alcaldes, solo dos son de izquierda: PDT e PSB (en la séptima y octava posiciones), mientras el MDB, PP, PSD, PSDB, DEM e PL, juntos, conquistaron el 59,91% de todas las alcaldías. Son los fríos números de los que, cada uno, saca sus conclusiones.
Distribución por partidos
Son 26 las ciudades capitales de Estado, pero como en Amapá la votación no pudo realizarse porque se cortó la luz, quedaron 25. La dispersión de partidos progresistas, socialistas y patriótico-populares favoreció a los candidatos de la derecha y de la oligarquía. Los partidos que pueden «celebrar» victorias son cuatro: PT (el más grande: marxista con corrientes progresistas, trotskistas y también socialdemócratas), PSOL, PCdoB y PDT (nacionalista-popular).
Los candidatos a alcalde del Partido de los Trabajadores (PT) pasan a segunda vuelta en Vitória y Recife con excelentes votaciones. En la primera, João Coser obtuvo 21% frente al 30% del candidato derechista. En Recife el voto progresista se dividió entre Marilia Arraes, del PT, con 27%, y João Campos, del Partido Socialista (PSB), con 29%.
En São Paulo el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) obtuvo más de 20% con su ex candidato presidencial Boulos, contra el 32,5% del alcalde de «derecha» que iba por la reelección. Ambos pasaron a segunda vuelta. El tercer lugar fue para otra candidatura de «izquierda», ya que el PSB no quiso apoyar a Boulos y le quitó el 13% de los votos. Es posible, pero muy difícil, que Boulos gane la segunda vuelta.
La izquierda tiene tres capitales estaduales «muy probables» de ganar -Aracajú y Fortaleza, para el Partido Democrático Trabalhista (PDT), heredero del nacionalismo popular histórico de Getúlio Vargas, y Belém, para el PSOL-, y otras cinco posibles en la segunda vuelta. El resto de las otras 19 capitales estaduales fueron ganadas por fuerzas reaccionarias en primera vuelta o se disputarán entre dos fuerzas reaccionarias en segunda vuelta.
En Aracajú Edvaldo Nogueira arrasó con el 45% y quedó a poco de ganar en primera vuelta, contra apenas el 21% de su más cercano competidor. En Fortaleza José Sarto se impuso con 35% frente al 33% del candidato reaccionario. En Belém el candidato del PSOL Edmilson Rodríguez pasó a segunda vuelta con todas las de ganar, al obtener 34% frente al 23% de su perseguidor de derecha.
El Partido Comunista (PCdoB) se centtró en la campaña de su ex candidata a vicepresidenta, Manuela d’ Ávila, por la alcaldía de Porto Alegre, pasando a segunda vuelta con el 29% contra el 31% del candidato de la oligarquía. Si remonta, tendrá la alcaldía de ese importante puerto, clave del sur brasileño.
Los partidos derechistas que quedan mejor posicionados en las capitales estaduales son los tradicionales MDB, PSDB, PSD, DEM y PP, en ese orden; son los viejos partidos burgueses que alguna vez estuvieron aliados con Getúlio Vargas o Lula/Dilma, aunque después los traicionaron (Michel Temer, del MDB, era vice de Dilma, a quién derrocó).
A los partidos explícitamente bolsonaristas (REP, POD, etc), no les fue bien. No consiguieron organizar una base electoral lo suficientemente fuerte como para enfrentar la maquinaria de los partidos tradicionales, por lo que no ganaron ninguna capital estadual.
La evaluación general de la elección es mala para el campo popular, porque el ascenso de Michel Temer y sus oligopolios no es mejor para el país que el fascismo de Bolsonaro y los suyos. Lo inquietante es que la «izquierda» brasileña no logra llegar a la mayoría del pueblo y se mantiene en sus reductos históricos, quizá por ideologismo o por haber perdido la disputa por el concepto de «seguridad» y orden público en un país lleno de criminalidad, concepto que ha sido cooptado por las fuerzas reaccionarias.
Los partidos de izquierda con historia electoral (PT, PSOL, PCdoB, PSTU, UP, PCO, PCB) sumaron poco menos de 10 millones y medio de votos, sobre un total de más de 102 millones de sufragios válidos: cerca del 10% de los electores votó candidaturas del núcleo duro de la izquierda.
Los partidos que son parte del núcleo duro y que apoyaron colectivamente el impeachment (juicio político) a Bolsonaro (PSB, PDT, PROS, Rede, Partido Verde), lograron 13 millones de votos para sus candidaturas. Sumados izquierda y centroizquierda totalizaron 23,4 millones de votos, 23% de los sufragios válidos.
O sea, que unos 77 millones de personas (77% de los votos válidos) fueron para partidos y candidatos de la derecha y ultraderecha.
En la mayoría de las ciudades, lamentablemente, los candidatos de izquierda no utilizaron sus campañas para nacionalizar la disputa, señala un documento interno del PT. Se trató no solo de un error político, sino de un error electoral no aprovechar la reacción que el gobierno de Bolsonaro provoca en muchas ciudades.
El desgaste el bolsonarismo no fue –fundamentalmente- ,resultado de una crítica proveniente de la izquierda. ¿Hay tiempo para corregir ese error político-estratégico?
La derecha
Brasil se había constituido en un laboratorio mundial para un nuevo tipo de extrema derecha. No se trata sólo de una nueva hegemonía de poder sino de un proyecto de cambio de la sociedad, de una revolución cultural conservadora, dónde Jair Bolsonaro, con el apoyo de Donald Trump, representaba un proyecto transitorio, con claras tendencias fascistas.
El papel de Bolsonaro en este juego de poder pareciera ser el de distractor del modelo final que se quiere imponer. Con estas municipales y en medio de una puja de poderes dónde se entremezclan disputas entre sectores militares, grupos empresariales, la iglesia evangélica e incluso la Corte Suprema de Justicia, demostró que es descartable.
Ya existen milicias armadas de derecha, con el plan de “ucranizar” el país (término que ellos utilizan), ante la imposibilidad de gobernar Brasil, en la tentativa de lograr un cambio radical a través de un golpe de Estado o un cogobierno con las milicias. La estructura se desarrolla desde las redes sociales (youtube, whatsapp, twitter), donde los hijos de Bolsonaro tuvieron el control del llamado “gabinete del terror”.
En estas elecciones municipales, dentro de la derecha merece destacarse el fortalecimiento de DEM (Demócratas, ex Partido del Frente Liberal), que en 2016 eligió 272 alcaldes y este año alcanzó los 450. El DEM tiene con Rodrigo Maia la presidencia de Diputados y con Davi Alcolumbre la del Senado, además de comandar los ministerios de Agricultura y Ciudadanía.
Junto al crecimiento de DEM se da la caída de los “tucanos” del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que a pesar de lograr la mayor cantidad de alcaldes en las principales ciudades, apenas mantuvo 486 en 2020 contra las 805 de cuatro años antes.
En 2018, la operación Lava Jato masacró el centro político y Geraldo Alckmin, tuvo el peor desempeño de un candidato tucano a la Presidencia desde 1994, al obtener menos de 5% dos votos válidos. Ahora, el mensaje centroderechista de las urnas, posibilita que retome protagonismo en 2022.
Este éxito seguramente reforzará la dependencia del Bolsonaro de los partidos que integran, en el Parlamento, el llamado centrão. Pero nada habla de una buena alquimia entre DEM y el PSDB, mientras Rodrigo Maia conversa con Luciano Huck, empresario, presentador televisivo de la red Globo y potencial candidato a la presidencia, quién trabaja en la conformación de grupos políticos financiados por empresarios para renovar los cuadros de representación del llamado centro liberal.
Hay candidaturas vinculadas y defensoras del bolsonarismo en varios partidos políticos, ante la incapacidad de Bolsonaro de delinear una táctica nacional unitaria. Pero también, ocurrió que varios candidatos de la derecha y ultraderecha se abstuvieron de vincularse explícitamente al presidente, aun estando orgánica e ideológicamente sintonizados con el régimen.
Los partidos tradicionales de la derecha (MDB, DEM, PSDB, PSD, PP y similares) lograron el mayor número de alcaldes y alcaldesas, de concejales y concejalas y, obviamente, el mayor número de votos. El MDB –fundado en la dictadura militar- y el PSDB perdieron un gran número de votos, mientras el DEM, el Partido Progresista (PP, ex Alianza Renovadora Nacional, ARENA) y el Partido Social Democrático (PSD) crecieron.
La izquierda … y los números
En un Brasil jaqueado por el coronavirus, la crisis económica, social y sanitaria, y gobernado por el ultraderechista Jair Bolsonaro y su cohorte de militares y grandes empresarios bendecidos por Washington, el abanico progresista se mostró fraccionado en la antesala de las presidenciales de 2022.
“No hay unidad en la izquierda. Cada uno va a la suya”, según Carlos Siqueira, presidente del Partido Socialista Brasileño (PSB), sintetizando el intento frustrado de seis partidos de unificar los discursos en contra de Bolsonaro en las municipales. “Tenemos convergencias de pensamientos, pero con relación a la disputa electoral, no conseguimos unirnos”, apuntó Luciana Santos, presidenta del PCdoB.
Entre los motivos que impidieron forjar esa alianza contra Bolsonaro fueron el desinterés del PT de renunciar a su hegemonía en la oposición, las disputas políticas internas en cada municipio y la preocupación de las formaciones más pequeñas por tener una base de apoyo propia para las legislativas de 2022, cuando aumentará el mínimo de votos necesarios para seguir existiendo como partido.
Es que sólo recibirán financiación pública y publicidad gratuita aquellos que consigan un 2% de los votos válidos a nivel nacional en un tercio de los Estados, con un mínimo del 1% en cada uno, o consigan al menos 11 diputados distribuidos en nueve Estados.
Del total de los votos de la izquierda y centroizquierda en las municipales del domingo 15, el PT obtuvo casi 7 millones de sufragios (66% del total), el PSOL tuvo 2.236.273 (21%), el PCdoB 1.184.609 (11%) y los demás partido sumados se quedaron con cerca del 3% de los votos. El PT logró en primera vuelta 174 alcaldías, el PSOL cuatro y el PCdoB 45.
De las 57 en disputa para la segunda vuelta, el PT disputará 15, el PCdoB Porto Alegre y el PSOL dos, Belén y São Paulo.
Para los analistas internos del PT, la evaluación del ex ministro de Justicia Sergio Moro y por los medios hegemónicos (y también progresistas), sobre el surgimiento de una izquierda alternativa al PT no encuentra su justificación al menos en los números de la primera vuelta, lo que no significa que el partido de Lula no enfrente grandes problemas.
El problema es mayor: la reducción de los votos de la izquierda. En 2012 el PT, el PSOL y el PCdoB conquistaron –sumados- 21.688.830 votos; en 2016 bajaron a 10.883.557 y en este 2020 los tres partidos apenas sumaron 10.392.018 votos. O sea, no hubo transferencia de votos del PT hacia otros partidos progresistas.
Obviamente, la renovación de la izquierda no pasa (sólo) por los procesos electorales, sino por la movilización social, la claridad ideológica, el trabajo de y con las bases y los millones de desempleados, también.
Ahora, queda esperar las sorpresas que pueda deparar la segunda vuelta del domingo 29 de noviembre.
Juaraima Almeida es investigadora brasileña y analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico. Aram Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo, fundador de Telesur; asimismo, preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).