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Sergio Grez y fuego a monumento a Baquedano: “Hay un cuestionamiento de las historias oficiales hegemónicas”

Fuentes: Radio U de Chile

Para el historiador y académico es necesario analizar estos hechos sobre la base de la evolución dinámica de la sociedad. «Hay que entender las historias y memorias colectivas como un campo de luchas entre fuerzas opuestas que tratan de significar o resignificar determinados personajes, símbolos o periodos de la historia», señala.

Este viernes, en una nueva jornada de protestas y movilización ciudadana, cuyo centro neurálgico es la Plaza Baquedano, popularmente rebautizada como “Dignidad”, un grupo de personas prendió fuego al monumento al general de Ejército homónimo, lo que provocó diversas reacciones en el mundo social y político. Desde el Gobierno, condenaron los hechos e incluso la mañana de este sábado el propio ministro de Defensa, Baldo Prokurica, concurrió al lugar dejar una corona de flores a la estatua y la tumba del “soldado desconocido” ubicada debajo del monumento ecuestre.

“Condeno enérgicamente la afrenta a la estatua del general del @Ejercito_Chile, Manuel Baquedano. La violencia y la intolerancia no tienen espacio en una sociedad democrática, y deben ser condenadas y rechazadas con toda la fuerza”, publicó el ministro en su cuenta de Twitter junto a un video de la actividad.

Para conocer más de la historia y razones que pueden explicar lo ocurrido este 5 de marzo, nuestro medio conversó con el historiador doctorado en la École des Hautes Études en Sciences Sociales de Paris, Sergio Grez Toso, quien analizó los hechos y entregó una reflexión desde su área de experticia.

¿Quién era el general Baquedano?

Manuel Baquedano fue un militar chileno, hijo de una familia con antecedentes militares. Siendo adolescente escapó de la casa materna para ir a combatir a la Guerra contra la Confederación Peruano Boliviana, eso en los años 1836 al 1839. A partir de entonces desarrolló gran parte de su vida adulta en las filas del Ejército: participó en las Guerras Civiles de 1851 y 1859 entre conservadores y liberales, apoyando a los gobiernos de Manuel Bulnes y de su sucesor Manuel Montt, ambos conservadores.

Posteriormente participó en la pacificación de La Araucanía, desde fines de 1868 y al año siguiente participó en enfrentamientos contra los mapuche en Malleco y Renaico, y posteriormente, batalló en la Guerra del Pacífico, en la que fue uno de sus principales jefes militares. También fue Comandante en jefe del Ejército en campaña por poco más de un año y calidad de tal, encabezó la ocupación chilena en Lima luego de las batallas de Chorrillos y Miraflores. Antes del fin de la Guerra volvió a Chile y luego de un corto periodo presentó su renuncia y se dedicó a administrar el latifundio que tenía en la Laja, cerca de Los Ángeles, pero también incursionó en la política. Fue dos veces senador, fue propuesto por el Partido Conservador para una candidatura a la Presidencia de la República, nominación que no aceptó y finalmente falleció a fines del siglo XIX.

Hay un episodio que conviene recalcar y es su participación en la Guerra Civil de 1891, que fue bastante opaca. Cuando las tropas del Ejército que se habían mantenido leales al presidente Balmaceda fueron derrotadas por los golpistas de la época, con apoyo de la Armada, en las batallas de Concón y Placilla. Balmaceda le entregó a Baquedano el mando supremo de la Nación, cargo que ejerció por tres días para dejarlo en manos del Almirante Jorge Montt, quien posteriormente sería el Presidente de la República. En esos días se produjo un vacío de poder en Santiago y turbas anti-balmacedistas sumadas a personas que intentaban sacar provecho de la situación, saquearon sistemáticamente los domicilios de connotados jefes del Balmacedismo, sin que Baquedano, por lo que conocemos, hiciera nada por impedir esos actos inmisericordes que fueron de las escenas más tristes enfrentadas por la capital hasta ese momento.

La figura de Baquedano es polémica porque era un militar de pocas luces, bastante rústico y con una táctica militar que consistía solo en cargar de frente, sin importar el costo humano que ello significara para sus tropas. Era un personaje extremadamente autoritario y ello se puede observar con la orden de detención en la corbeta Abtao contra el periodista Eloy Caviedes de El Mercurio de Valparaíso que había realizado informes críticos de su conducción.

Sergio Grez.

Sergio Grez.

Luego de lo ocurrido el viernes por la tarde con el Monumento, el Ejército de Chile emitió un comunicado condenando los hechos y calificando en duros términos a quienes participaron de este nuevo ataque. ¿Cómo evalúa usted la actitud del Ejército?

Adjetivos como desadaptados, anti-chilenos, antisociales no pueden dar cuenta de la complejidad del fenómeno al que hemos estado asistiendo a partir del 18 de octubre de 2019. Más allá de lo específico, lo que hay que entender es que existe un cuestionamiento profundo por parte de importantes sectores de la población de la Guerra del Pacífico y de la pacificación de La Araucanía, como primera lectura. además de las guerras civiles de 1851 y 1859 en una de las que incluso combatió contra su propio padre. Más allá de la participación de Baquedano en estos conflictos civiles, hay un cuestionamiento de la idea y de la historia del Estado Nación de Chile, centralista, homogeneizador, excluyente, con conducción oligárquica la mayor parte del tiempo, y de sus símbolos. Hay un cuestionamiento de las historias oficiales hegemónicas de los textos escolares y los grandes medios de comunicación de masas. Eso es lo que está detrás de las acciones contra el Monumento a Baquedano.

Sobre la base de la historia oficial, el monumento fue instalado ahí por ser en ese entonces uno de los generales más apreciados por la población. Hoy se le cuestiona, una situación similar a lo que sucede con la institución de Carabineros que fue la más valorada hace unos años y hoy es rechazada por la comunidad. ¿A qué se deben estos cambios de lectura en la sociedad?

Con el denominado estallido social hubo una des- monumentalización de facto por parte de los manifestantes en distintas ciudades del país contra distintos personajes que la masa identifica como símbolos del Estado Nación, de sus guerras civiles, internacionales, de la represión a los pueblos originarios, a los trabajadores, de la negación de la diversidad. Personajes tan variados como los conquistadores españoles o Manuel Baquedano y otro símbolos de la historia oficial fueron objetos de la furia de los manifestantes. Hay que entender las historias y memorias colectivas como un campo de luchas entre fuerzas opuestas que tratan de significar o resignificar determinados personajes, símbolos o periodos de la historia. Hay una lucha por la memoria que es constante y dinámica.

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El ejemplo que señalas de la institución de Carabineros que era una de las más valoradas y ahora está en los peores lugares, es un buen ejemplo del dinamismo de la lucha social y por la memoria y además de las lecciones que los grupos humanos sacan de los acontecimientos históricos de los que son testigos y protagonistas. No cuesta ser bien valorado por la opinión pública cuando las cosas están tranquilas y los conflictos sociales están más bien latentes, pero las personas e instituciones se prueban en los momentos álgidos y críticos o incluso dramáticos como los que vivimos actualmente. La sociedad, a la luz de su experiencia, ha ido de manera abrumadora evolucionando y cambiando su oficio político e histórico.

En relación a la des-monumentalización que usted señala y que ha tenido numerosos ejemplos en el último tiempo, particularmente luego de las protestas masivas por el homicidio de George Floyd en Estados Unidos. ¿Considera usted que existe una tendencia mundial a rechazar estas figuras históricas dados nuestros nuevos valores sociales?

Hay una dimensión ritual en las manifestaciones de descontento y protesta popular y eso es algo que viene desde hace mucho tiempo. Cuando cayó Sadam Hussein en Irak, sus estatuas fueron derribadas por la multitud y eso la prensa hegemónica occidental lo presentó como un acto liberador, lo mismo ocurrió en Hungría en 1956 con el levantamiento del pueblo y la caída de estatuas de Stalin y así sucesivamente hacia el pasado. Estos actos son recurrentes y el hecho de quemar una estatua tiene una dimensión simbólica, porque el fuego se supone es un elemento purificador que puede ser utilizado en sentidos distintas y contradictorios, pero puede constituirse como un rito emancipador, liberador.

A modo de reflexión, el profesor Grez señala que existe una batalla por la memoria colectiva y la historia.

“Es preciso entender que la memoria es una relación intersubjetiva determinada por el medio social y que la pluralidad de memorias que se encuentran en pugna es una lucha por el sentido que se le debe dar tanto a la historia como al presente con perspectiva de futuro. Lo que manda siempre es el futuro, lo que ordena el relato y la reconstrucción histórica no es el pasado en sí, sino la perspectiva de futuro que de manera consciente o inconsciente los historiadores e historiadoras quieren dar a ese relato e interpretación”.