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Aniversario de las exportaciones de crudo amazónico

Ecuador, medio siglo con el excremento del diablo

Fuentes: Rebelión

Foto del primer barril de petróleo que fue transportado con un gran desfile cívico-militar desde el centro de la ciudad de Quito al Templete de los Héroes del Colegio Militar Eloy Alfaro, en junio de 1972. En este video histórico se registra la llegada del primer barril al puerto petrolero de Balao en Esmeraldas y el mencionado desfile: https://youtu.be/pArspZ2Blmg

Nos estamos ahogando en el excremento del diablo”. -Juan Pablo Pérez Alfonzo, Ministro de Petróleo de Venezuela (1975)

Empieza el año 2022 manteniendo inalterada la dependencia que tiene la economía ecuatoriana del petróleo. Desde hace medio siglo, la sociedad entera está pendiente de cómo evolucionan los precios y las exportaciones de petróleo. Si, justamente este año, en agosto, se cumple medio siglo desde que zarpó el buque-tanque Ana Cortéz de la Texaco con el primer cargamente de crudo Oriente.

Y hay señales muy claras de que se quiere inclusive ampliar su influencia. La decisión de incrementar la tasa de extracción de petróleo -una aspiración presente en gobiernos anteriores- por parte del presidente Guillermo Lasso se expresa en su política orientada a duplicar dicha tasa de algo menos de 500 mil barriles por día a un millón. Meta a ser conseguida hasta el final de su período.

Como casi siempre sucede, fácil es decirlo, pero no realizarlo.

Para empezar, el gobierno ni siquiera alcanzó los 500 mil barriles propuestos para fin del 2021. Y la ampliación de la extracción -conste que no hablo de producción, porque el petróleo o los minerales no se producen, solo se extraen- tendrá que enfrentar con una compleja realidad geológica y también social.

Por un lado, los yacimientos en fase de explotación están llegando al límite por su normal declinación y los potenciales nuevos yacimientos tendrán volúmenes mucho menores de un crudo de baja calidad. Por otro lado, la justificada resistencia de las comunidades amazónicas aumenta a partir de su mejor organización alimentada por la dolorosa experiencia con las actividades petroleras sobre todo en el nororiente de la Amazonía.

Más allá de las dos bonanzas económicas atadas al petróleo, que duraron poco menos de una década cada una, y que no dieron paso a ninguna transformación estructural, esta historia petrolera nos deja una economía que ha vividio una verdadera montaña rusa de auges y crisis atada a los vaivenes del precio del crudo en el mercado mundial, así como a las tribulaciones propias de uno de sus principales acompañantes: el endeudamiento externo. La misma actividad petrolera se caracteriza por diversos contratos de explotación y comercialización del crudo y sus derivados marcados con mucha frecuencia por actos de corrupción; así como por innumerables conflictos territoriales entre comunidades, Estado y empresas. La pobreza marca la vida para la mayoría de la población indígena y colona en las provincias amazónicas petroleras. La brutal contaminación provocada en la Amazonía, con unos 6.500 millones de barriles de petróleo extraídos, se completa con un cuadro en donde las violencias no son una consecuencia de estas actividades extractivas sino una condición necesaria.

Con el petróleo, se hizo realidad “la maldición de la abundancia” que acompaña a países primario exportadores como Ecuador: con economías y estados rentistas, con sociedades clientelares, con gobiernos autoritarios y corruptos, con una riqueza desigualmente distribuida. Sus impactos son inocultables en amplios ámbitos de la vida nacional, con influencias culturales que para muchas personas no son concientemente percibidas: parecería inclusive que existe una suerte de ADN extractivista en casi todos los segmentos de la población, empezando por sus élites, que bloquea pensar en una economía que no dependa de las exportaciones primarias.

Desde una perspectiva mundial, es cada vez más evidente que las emisiones generadas por obtener y transformar los hidrocarburos son en gran medida responsables del colapso ecológico que vivimos. Tan es así, que la propia Agencia Internacional de la Energía, con sede en París, creada en 1974 como la anti-OPEP por parte de los grandes países importadores de hidrocarburos, anunció, ya en el año 2012, que es indispensable dejar en el subsuelo los dos tercios de todas las reservas probadas de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas- sino queremos que supere en 2° el incremento de temperatura global al año 2050. Estas cifras han sido recientemente afinadas, como se puede leer en la revista Nature, publicada en septiembre del 2021: el 89% de las reservas conocidas del carbón, 58% del petróleo y 59% del gas deben permanecer en el subsuelo si no queremos que la temperatura del planeta supere el 1,5 grados centígrados.

A más de los claros límites ambientales, tenemos que tener presente que se trata de un recurso no renovable y que sus reservas declinan, y que, inclusive, ya hay señales sólidas en el cambio de preferencias en la demanda de los energéticos.

Como corolario de estas tendencias, el Ecuador en pocos años más ya habrá dejado de ser un país exportador de petróleo. Es decir que, ahora, cuando estamos próximos a cumplir 50 años de depender el petróleo, mantener tantas expectativas en este hidrocarburo resulta un grave error, como lo sería creer que la minería es una alternativa al petróleo.

En Ecuador nos falta alzar la mirada y entender que la vía extractivista no solo que no resuelve los problemas, sino que los agudiza. Además, el petróleo, al que podríamos verlo casi con como un hiperobjeto de influencia múltiple en la civilización capitalista, declina en el mundo. Entonces, medio siglo de permanecer atados al petróleo y seguir siendo un país primario exportador, carente de una visión propia de futuro, parece que es un tiempo más que suficiente para reflexionar y cambiar. Ya es hora de transitar hacia una sociedad posextractivista.-

Alberto Acosta: Economista. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.