Esta es la realidad del Ecuador en este momento: 1% de ricos contra 99% de ciudadanos empobrecidos. De hecho, un grupo de 15 familias, las más ricas del país, controla gracias al actual presidente del gobierno, más de la tercera cuarta parte de las riquezas nacionales y gobierna sólo para ellas mismas.
Esas familias, apoyadas por la policía, el ejército y los grandes medios de comunicación, representan globalmente el 1% de la población ecuatoriana y los otros 99% pasamos por actual situación de empobrecimiento creciente y trágico.
Referente a esta situación, el gobierno del expresidente Rafael Correa representó una ruptura histórica. No se trata, como nos lo quieren hacer creer los grandes medios de comunicación, de un paso hacia el comunismo. El gobierno de la Revolución ciudadana, como lo dijo el mismo Correa, no salió del capitalismo, sino que buscó aprovechar el capitalismo para darle cierta orientación social y una mayor repartición e inversión de las riquezas del país. La gran ruptura fue que estas 15 familias y sus cómplices dejaron de controlar el Estado ecuatoriano por primera vez en 180 años de vida republicana. Las tropas navales norteamericanas tuvieron que dejar la base de Manta después de 10 años de control de la soberanía militar del país. La educación y el cuidado de la salud volvieron a ser gratuita, y los maestros y profesores como también el personal médico tuvo que dedicarse a dar un servicio profesional serio y de alto rendimiento en particular con los 3 institutos de investigación superior. El país se llenó de escuelas primarias y segundarias renovadas o nuevas; igual pasó con los centros de salud y hospitales. Muchos estudiantes lograron becas para ir a estudiar en universidades extranjeras. El seguro social pasó a ser universal en el sentido que las empresas debieron afiliar a sus empleados y pagar la cuota correspondiente al IESS (Instituto de Seguridad Social). Las personas informales pudieron afiliarse personalmente al Seguro social, pagando una cuota mensual mínima. Las grandes empresas tuvieron que pagar impuestos al SRI (Servicio de Renta Interna). Las personas con discapacidades fueron censadas y apoyadas con atención medical gratuita. Los bonos mensuales beneficiaron a las madres abandonadas. Por todas partes se construyó carreteras de primera orden, como también represas y centrales eléctricas que terminaron con los constantes apagones anuales. Se multiplicaron los lugares turísticos que atrajeron un sinnúmero de turistas extranjeros. Ecuador pasó a ser un país reconocido y valorado en el mundo entero.
Pero eso no fue del gusto de las 15 familias más ricas del país que, durante el gobierno correísta, no pudieron lucrar y robar como siempre la habían hecho. Con la ayuda de la embajada norteamericana, lograron la traición del ex presidente Lenin Moreno y de unos 40 asambleístas. Entonces, nuevamente en la sombra del poder, estas 15 familias decidieron, por una parte, satanizar, calumniar y destruir mediante el odio y la mentira a Rafael Correa y, por otra, a aprisionar a Jorge Glas que no se prestó a semejante perversión. También emprendieron la persecución sistemática de los representantes de la Revolución ciudadana que tuvieron que aislarse en embajadas o exiliarse. Inventaron procesos fantasmas y juicios amañados contra ellos sin mayores pruebas. Sí, hubo corrupción durante el gobierno de Correa, pero para él las pruebas que presentaron al nivel internacional para apresarlo no fueron reconocidas válidas por la Interpol, o sea, la Unión Internacional de Policías, que las calificó por 3 veces seguidas de persecución política.
Las organizaciones sociales no progresaron ni maduraron en tiempos de Rafael Correa; tampoco se formaron políticamente ni se organizaron. El mismo no supo trabajar con ellas ni a partir de ellas. El partido de la Revolución Ciudadana no fortaleció el poder popular mediante la organización, la formación política, la organización independiente. Frente a las próximas elecciones locales se presenta como una fuerza electoralista que busca lograr espacios de poder sin apoyarse sobre una base sólida de militantes convencidos ni aliarse con organizaciones sociales como el movimiento indígena, ni las organizaciones de mujeres, de Derechos Humanos, de jóvenes, de ciudadanos más conscientes, etc. El panorama político aparece desfavorable a los sectores populares que no saben con quiénes aliarse para encontrar salidas, esperanza y compromiso.
Todavía no hemos descubierto que sin los pobres organizados y peor contra ellos, no vamos poder cambiar nunca este nuestro país. Los cambios vienen desde abajo, desde los pobres y desde los jóvenes. Ninguno de estos supuestos iluminados que grita desde su partido político nos va a salvar: sólo un pueblo consciente, organizado, valiente y decidido puede abrir caminos y construir alternativas de país. En su viaje a Bolivia, después de visitar a Ecuador, el papa Francisco fue muy claro sobre el protagonismo de los pobres organizados: “Quisiera decirles nuevamente: el futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las elites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio.”
¿A quiénes acompañamos nosotros? ¿A quiénes hacemos protagonistas de su destino y del cambio nacional? ¿Cómo colaboramos a la organización y el fortalecimiento del poder popular de los pobres organizados? … afín de revertir la actual situación, tal como pasó en la lucha desigual del pequeño David contra el gigante Goliat.
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