Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
El príncipe Andrew de Inglaterra y el príncipe heredero Mohammed bin Salman de Arabia Saudita tuvieron una mala semana.
El mismo día en que el príncipe Andrew estaba dando su desastrosa entrevista explicando su relación con el delincuente sexual Jeffrey Epstein, el príncipe heredero saudí, a menudo referido como MbS, estaba escuchando a los banqueros internacionales sobre el fracaso de su intento de vender parte de Aramco, la compañía petrolera estatal, por un alto precio en los mercados internacionales. La venta se había anunciado como el momento en que Arabia Saudita usaría su riqueza petrolera para exaltar su estatus como potencia mundial.
Los dos príncipes tienen muchas características en común: ambos tienen reputación de arrogancia, ignoran el consejo de expertos y muestran un juicio sorprendentemente pobre al tomar decisiones. El resultado ha sido un historial lamentablemente infructuoso para ambos hombres.
En el caso del Príncipe Andrew, estos fracasos han sido en una escala limitada gracias a su relativa influencia más allá de su círculo inmediato. En cuanto al segundo personaje, desde que su anciano padre se convirtió en rey de Arabia Saudita en enero de 2015, MbS ha sido el gobernante efectivo de su país.
Y es su desempeño en este papel -el poder adquirido por su nombramiento como príncipe heredero en 2017- lo que explica en parte por qué los inversores internacionales se resisten a comprar incluso una pequeña parte -solo se ofreció el 1,5 por ciento de Aramco, la mayor empresa petrolera en el mundo- con un alto valor general de 2 billones de dólares que le adjudicaron los sauditas.
Un factor que alimentará la cautela de los inversionistas será su percepción de que la inversión extranjera en Arabia Saudita enfrenta un mayor riesgo político bajo MbS. Sus medidas radicales en el país y en el extranjero, muy diferentes de las políticas tradicionales del país, que rara vez han tenido éxito y a veces han terminado en una calamidad.
Estas nuevas medidas introducidas por MbS comienzan en 2015 cuando, como ministro de Defensa, lanzó una guerra en Yemen que supuestamente derrotaría rápidamente al movimiento Houthi que controlaba la capital, Sanaa, y gran parte del país.
Casi cinco años después, los houthis todavía están allí, mientras 100.000 yemeníes han sido asesinados y 24 millones de ellos, el 80 por ciento de la población, necesitan asistencia humanitaria. La falta de fuentes de agua limpia y el colapso del sistema médico, ambos presuntamente atacados por bombarderos sauditas, han llevado a 700.000 casos sospechosos de cólera. La ONU describe la crisis alimentaria y de salud en Yemen como la peor crisis humanitaria del planeta.
En casa, MbS había afirmado que reformaría las normas sociales medievales y opresivas de Arabia Saudita produciendo una sociedad más tolerante y libre. Pero la modernización que ha habido, como permitir que las mujeres conduzcan, resultó ser cosmética, mientras la represión también ha sido demasiado real.
Una expansión planificada de los derechos de las mujeres fue muy publicitada en el extranjero, pero un informe de Human Rights Watch publicado a principios de este mes, titulado «El alto costo del cambio: la represión bajo las reformas sauditas del príncipe heredero», cuenta una historia diferente y mucho más sombría, diciendo que «Las autoridades habían torturado a cuatro destacadas activistas sauditas en un centro de detención no oficial, incluso mediante la aplicación de descargas eléctricas, azotando a las mujeres en los muslos, obligándolas a abrazos, besos y toqueteos forzosos».
Como precio de su liberación se pidió a los activistas que firmaran un documento y aparecieran en televisión diciendo que no habían sido torturadas.
Otras reformas han seguido el mismo patrón. En abril de 2016, MbS lanzó Vision 2030, un ambicioso esquema para modernizar la economía saudita que atrajo aplausos internacionales. Pero la realidad de los cambios económicos que se introducirán se hizo evidente en noviembre de 2017 cuando los principales empresarios y miembros de la familia real fueron confinados, algunos de los cuales supuestamente sufrieron abusos, como parte de una supuesta investigación de corrupción en el Hotel Ritz Carlton en Riad.
Algunos aún están detenidos, mientras que otros solo fueron liberados después de entregar parte o la totalidad de sus bienes comerciales.
Durante un largo período MbS fue tratado con gentileza por gobiernos extranjeros codiciosos de contratos sauditas y por los medios extranjeros, que compraron una imagen de relaciones públicas de MbS como rompedor de las cadenas de una sociedad arcaica. El presidente Trump realizó una visita triunfal a Riad poco después de su elección y con frecuencia tuiteó su aprobación de todo lo que estaba haciendo MbS, incluido el encarcelamiento de los empresarios.
En términos de publicidad todo salió bien hasta el 2 de octubre de 2018, cuando un escuadrón de la muerte saudí asesinó al periodista saudí Jamal Khashoggi en el consulado saudí en Estambul. El crimen ahora es admitido por las autoridades sauditas, aunque niegan que MbS supiera del asesinato de antemano, algo afirmado en sentido contrario por los senadores de Estados Unidos informados por la inteligencia estadounidense.
El asesinato de Khashoggi y el espantoso desmembramiento de su cuerpo lanzaron una avalancha de críticas de las cuales MbS aún no se ha recuperado. El periodista muerto había dicho el año anterior a su asesinato que el príncipe heredero había «prometido adoptar una reforma social y económica… pero todo lo que veo ahora es la reciente ola de arrestos».
La contaminación de la reputación de Arabia Saudita por el asunto Khashoggi y el torrente de críticas que siguieron, jugaron un papel en disuadir a los inversores extranjeros de comprar en Aramco al precio que querían los saudíes.
Pero lo que realmente minó la reputación de estabilidad de Arabia Saudita fue el sorprendente ataque en septiembre con misiles y drones iraníes/hutíes contra las instalaciones petroleras de Abqaiq y Khurais. Tan significativo como el ataque en sí fue la negativa de Trump a tomar represalias contra Irán. Lo que durante tanto tiempo pareció una garantía estadounidense de seguridad saudita chapada en oro resultó no ser nada de eso.
MbS no va a ser desplazado debido a estas equivocaciones y errores de cálculo: cuando fue nombrado heredero de su padre en 2017, purgó la corte real y se hizo cargo de todo el aparato de seguridad saudí. Por otro lado, la larga lista de acciones autodestructivas de las autoridades sauditas en los últimos cinco años ha dejado al país mucho menos estable de lo que alguna vez parecía.
La visión del príncipe Andrew sobre la carrera de su compañero real en Arabia Saudita sería una lectura interesante. Quizás mira con envidia el poder absoluto y la riqueza gigantesca de MbS;, incluso puede aprobar el rigor con el que su contraparte afirma su autoridad. Esto no es pura conjetura.
Andrew solía ser un visitante habitual del vecino cercano de Arabia Saudita y del protectorado de facto, Bahrein, alabándolo «como fuente de esperanza para muchas personas en el mundo». Estas amables palabras contrastan con el informe de una investigación independiente sobre el aplastamiento de las protestas de la Primavera Árabe en 2011, que detalla 18 técnicas de tortura diferentes infligidas a los manifestantes detenidos.
Un diplomático británico residente en Bahrein en el momento de una visita del Príncipe Andrew escribió más tarde que las cartas de agradecimiento que envió a sus anfitriones después de una visita a Bahrein, comparando el tamaño de su avión con el de ellos, fueron de una lectura aterradora.
Sin embargo, en un aspecto significativo, el Príncipe Andrew está dando un buen ejemplo para MbS al renunciar a sus deberes públicos. Sin duda el príncipe heredero saudí se preguntará, después de los fracasos y los fiascos de los últimos cinco años, si debería considerar seguir el mismo camino.
(Reeditado de The Independent con permiso del autor o representante)
Fuente: http://www.unz.com/pcockburn/what-mohammed-bin-salman-and-prince-andrew-could-teach-each-other/
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