Después de días de fiebre por la muerte del escritor israelí Amos Oz, nacido Amos Klausner, quiero hablar en frío de la que considero su mayor obra: Una historia de amor y oscuridad (Debolsillo/Siruela, 2009, 775 pp.), en la que el acucioso Oz, eminente intelectual de la izquierda socialista israelí, hace, primero que nada, un […]
Después de días de fiebre por la muerte del escritor israelí Amos Oz, nacido Amos Klausner, quiero hablar en frío de la que considero su mayor obra: Una historia de amor y oscuridad (Debolsillo/Siruela, 2009, 775 pp.), en la que el acucioso Oz, eminente intelectual de la izquierda socialista israelí, hace, primero que nada, un homenaje a su madre, que se suicidó a los 39 años, cuando él tenía 12 y medio (p. 316); muestra su conflicto, aunque respetuoso, frente al padre, Yehuda Arie, al que «maté […], maté a toda Jerusalén, me cambié el apellido y me fui solo al kibbutz Hulda, para vivir allí sobre las ruinas» (p. 675); habla de sus orígenes en una modesta casa de Jerusalén, que por asociación conduce a la miseria de la de Camus en Orán; cita a sus autores preferidos, influencias y reflexiona sobre su propia obra; presenta la historia familiar y de Israel en los últimos 100 años y hace un juicio, no siempre objetivo pero sí valioso: aun subjetiva una evaluación puede ser encomiable; bueno, no siempre, si los hombres son Ben Gurión, Menahem Begin, Shimon Peres, sin hablar de Netanyahu, quien se conmovía con los discursos de Oz, cada vez que hablaba de que aunque Israel y Palestina «no pudieran tirarse a una cama doble» sí era posible «dividir la casa en dos apartamentos», lo que podría garantizar la mutua supervivencia/convivencia. Afirmación después de la cual el rostro del viejo zorro Ben hacía un rictus de muerte (1), como el de Arthur Shelby en los (Focking) Peaky Blinders, antes de sacarle los ojos, con su boina de cuchilla a un enemigo: claro, sin que el zorro Netanyahu se asome al estilo de Tommy Shelby, jefe del clan irlandés.
A través del cual se cuenta el paso del juego ilegal al legal en las apuestas hípicas, el tráfico clandestino de alcohol, mujeres, cocaína, armas, en fin, de muerte, la historia del Ulster y del IRA, la creación de partidos, como el Laborista, a partir de presupuestos mafiosos, que es la de cualquier otro en la historia de Irlanda del Norte e Irlanda del Sur, como del mundo. Tal es el caso del Herut (Libertad)/Likud (Consolidación), fusión de partidos, de la que hace parte el viejo Netan, a través de la cual se formó la ultraderecha israelí, hoy partido conservador por antonomasia del país. Recuérdese su origen: ése viejo líder paramilitar del Irgún ayudó a generar las negociaciones de paz con el Egipto de Anwar Al-Sadat y fraguó los Acuerdos [¿?] de Camp David, a su vez germen del tratado de paz egipcio/israelí, de 1979. E l Irgún, o Etzel, acrónimo de Irgun Zevai Leumi, fue un sistema terrorista sionista que operó durante el Mandato Británico de Palestina (1931/48) y se estableció como derivación militante de la Haganá. Por razones de secreto, la gente se refería al Irgún como Haganá, literalmente, Defensa B o II Defensa . El Likud hunde sus raíces en el movimiento nacionalista fundado por Zeev Jabotinsky, el Betar (Beitar, en la obra: 618), principal opositor al socialista Mapai .
Buñuel/Fania: «La amistad es más fuerte que el amor»
Según Amos Oz, su madre, Fania Mussman, de quien huían asustados los gatos cuando se dirigía hacia ellos, como si cada uno «pudiera oler de lejos la sentencia a la que estaba condenada» (p. 773) sufrió a causa de constantes migrañas que le agravaban el insomnio. Al filo del tiempo, parecía haberse convertido, según él, en la desdichada mujer encerrada en el desván, de Jane Eyre, novela de Charlotte Brontë. Luego, el 6/ene/1952, hecho que Amos Oz cuenta en el capítulo final de Una historia de amor y oscuridad (Cap. 63: 766), se suicidó. Uno podría extrapolar aquí otra historia de oscuridad a partir del amor/ausencia: la de Macedonio Fernández y Elena de Obieta, para cotejarla con la de Amos y Fania. La muerte de Elena en 1920 marca un hito en la vida/obra de MF, desde entonces íntimamente ligadas. Deja sus hijos al cuidado de tíos y va a vivir en pensiones. Bajo el alias Elena Bellamuerte, pretende revivir a su amada en Museo de la Novela de la Eterna y en Poesías . «De aquélla que te llamó a su partida / y partiendo sin ti, contigo me dejó / sin temer por mí». El poema resignifica al vivir sin amor como la verdadera muerte, la ausencia de todo. Muere, pero la presenta como una fingidora que duerme (Pessoa, Autopsicografía ), una dulce niña y maestra de muerte, porque la muerte se queda con el/los que vive/n: MF/AO. El dolor de reformular esto lo expresa en Amor se fue : «Amor se fue; mientras duró / de todo hizo placer. / Cuando se fue / nada dejó que no doliera». Poeta y escritor pillan y aceptan el dolor, como único recurso de entablar diálogo con la amada/la madre fundiéndose en un solo ser sin cuerpos, lo que lleva a la idea según la cual el amor es lo único que vence a la muerte, por la experiencia directa con el arte, aunque sea un todo dolor: «Y hoy desterrarlo de nuevo ya no quiero. / Que ese dolor es el dolor que quiero. / Es Ella, / y soy tan sólo ese dolor, soy Ella, soy Su ausencia, soy lo que está solo de Ella; mi corazón mejor que yo lo ordena». (MF., Poesías : p. 38)
Entre la muerte de Fania en 1952, año en el que, curiosamente, también muere MF, y la del propio Amos en 2018, han pasado 66 años, en los que su hijo no hizo otra cosa que tratar de colmar una ausencia, debatiéndose entre aguardar el fantasma o compensar la carencia, a través de la literatura. Ahora bien, los inicios de la sexualidad/amor en Amos Oz, tenían mucho de la selva oscura, de la maraña de vello, en fin, de la oscuridad que para él significaba el origen del mundo con forma de mujer; en su alma infantil cabía el amor pero no el sexo y en la adulta las cosas del cuerpo no le interesaban tanto como las de la mente, tal como dice: «En la oscuridad vivía y se movía algo más, algo húmedo y lleno de vello, algo que por una parte era mejor para mí no conocer y que, por otra parte, si no lo conocía, al final resultaría que mi enamoramiento sería simplemente un enamoramiento infantil.» (p. 416) La idea del mundo con forma de mujer la proyecta, aparte de Courbet, Klimt, en un cuadro como Dánae (1907), con la lluvia áurea que pasa entre sus piernas cual sem(é)ntica metáfora. Así, la obra literaria de Oz era un proceso cuyo resultado se debía no a esa trinidad religiosa que para Giordano Bruno era un simple engaño, sino a un tríptico real femenino: Fania, Nilli, Pandora.
Pandora, aquella mujer que fue agraciada con todos los dones pero que, al filo del tiempo, fue desvirtuada/trivializada al decirse que un día ella levantó la tapa de la caja y de allí salieron enfermedades, soledad, injusticia, crueldad y muerte. No, le dice Fania a su único hijo, no es que desgracias o males o enfermedades salieran de la caja de Pandora, puesto que ya existían, sino que, por contraste, dicha caja fue inventada a causa de tanto sufrimiento. Y, se agrega, para liberar a los seres del mismo, que tanto penan a causa de los celos, la envidia, la codicia y demás dolores existenciales. Mucho más, en una sociedad como la de hoy con tanto Trump, Bolsonazi, Orbán, Le Pen, Macri, etc. Tal como pensaba Buñuel, que la amistad es más fuerte que el amor, lo hacía Fania, quien le dice al niño Amos: «Y hay mujeres que lo que más necesitan no es un héroe, ni siquiera un amante apasionado, sino sobre todo un amigo. Recuérdalo cuando crezcas: aléjate de las mujeres a quienes les gustan los déspotas, y entre las que buscan un hombre-amigo intenta encontrar no a las que necesitan un amigo, porque están algo vacías, sino a las que también desean llenarte. Y recuerda que la amistad entre un hombre y una mujer es algo mucho más valioso y extraordinario que el amor: de hecho, el amor es algo bastante rudo e incluso grosero comparado con la amistad.» (p. 731)
Invitar a los muertos para hablarles y escucharlos
Aunque no se trata propiamente del de Kafka, es inevitable referir el conflicto de Amos con Yehuda, el padre, una relación de bronca/respeto: Amos Oz (= coraje, en hebreo) vivió en el kibutz Hulda, entre 1954 y 1985, es decir, 31 años (p. 686). Yehuda era un hombre culto, licenciado en literatura por la U. de Vilna, políglota, ‘escandaloso y charlatán’, según Fania, un «bibliotecario ilustrado, educado y categórico, pero también cohibido» (p. 26), para su hijo y sobre todo conservador, «un hombre pedante, un gran erudito, trabajador, honesto, un investigador relativamente importante, pero, entre nosotros, algo escolástico y nada creativo.» (p. 606) Que un día cualquiera «renunció por fin a dictarme la hora de apagar las luces y dejó en mis manos esa decisión.» (p. 761) Amos lo vio llorar una sola vez, cuando henchido de nacionalismo Yehuda le dijo, la noche del 29/nov (p. 661) o 30/nov/47 (porque Amos Oz se contradice u olvida la fecha concreta), que con la creación del Estado de Israel «nadie te molestará porque eres judío» o «porque los judíos son así y asá» (p. 527). Hasta su muerte, Amos Oz estuvo huyendo de ser como el padre o la madre, de la resurrección y de la redención, de las multitudes, del nacionalismo, de la ultraderecha judía y, entre otras cosas, de los amores furtivos de su padre, como aquella vez en el café Zikel, en el que Yehuda se lleva a los labios la mano enjoyada de una joven que está de espaldas a la ventana. (p. 593) La crítica dijo de Oz que su principal interés narrativo consistió en » dar voz a Israel» . Él, con una triste sonrisa, respondía que lo único que hacía en su obra era invitar a los muertos a tomar café para escucharlos y hablarles también, pero ya en paz consigo mismo, sin reproches, con calma y serenidad spinozianas: como hizo a partir de cierto punto con su padre, Yehuda, con acidez crítica, humor negro, pero, eso sí, con respeto, virtud ya tan de capa caída, como la ética, la honestidad, el humanismo, la sobriedad, el carácter, la dignidad.
La dignidad en la miseria
«Nací y crecí en un piso muy pequeño, de techos bajos y unos treinta metros cuadrados: mis padres dormían en un sofá cama que ocupaba su habitación casi de pared a pared cuando lo abrían por las noches. […] Así pues, su habitación servía de dormitorio, estudio, biblioteca, comedor y salón. Enfrente de esa habitación estaba mi cuarto, era pequeño y verdoso, y la mitad del espacio estaba ocupado por un armario barrigudo. Un pasillo oscuro, estrecho, bajo y algo sinuoso, parecido a un túnel hecho por presidiarios, unía la cocina y el retrete con las dos pequeñas habitaciones. Una débil bombilla encerrada en una jaula de hierro derramaba sobre el pasillo, también durante el día, una luz turbia. […] Las dos habitaciones, el hueco de la cocina, el retrete y sobre todo el pasillo eran oscuros. Los libros llenaban toda la casa: mi padre sabía leer en dieciséis o diecisiete idiomas y hablar en once (todos con acento ruso). Mi madre hablaba cuatro o cinco lenguas y leía en siete u ocho.» (pp. 7-8) Así comienza Una historia de amor y oscuridad, de Amos Oz. Aquí, cómo no referirse a la casa de Camus en Orán, piedemonte de Argel, tal como la recuerda el árabe en El primer hombre (Tusquets, 1995, 299 pp.): «El árabe señaló con la mano una casita blanqueada de cal. […] El hombre saltó a tierra y corrió bajo la lluvia hasta la casa. Abrió. La puerta daba a una habitación oscura que olía a fuego apagado. El árabe, que lo seguía, caminó en la oscuridad hacia la chimenea, sacudió un tizón y encendió una lámpara de petróleo que colgaba en el centro de la pieza, encima de una mesa redonda. El hombre apenas tuvo tiempo de reconocer una cocina encalada con un fregadero de baldosas rojas, un viejo aparador y un calendario desteñido en la pared.» […] El árabe ya había encendido el fuego y con gestos precisos y diestros, lo alimentaba con sarmientos. La mujer estaba cerca de la mesa, las manos sobre el vientre, y por su bello rostro vuelto hacia la luz de la lámpara corrían breves ondas de dolor. No parecía advertir ni la humedad ni el olor de abandono y miseria.» (1995: pp.18-19) Solo cuando los seres humanos han conocido ambas caras de la moneda, la riqueza y la pobreza, saben el significado de la pobreza y de la riqueza, de la que el rico carece porque no ha vivido aquella, mientras el pobre, ante todo, sabe qué significa la dignidad en la pobreza o miseria.
Oz agrega que entre ellos hablaban en ruso y polaco cuando querían que no los entendiera… y casi nunca lo querían. Entonces, una vez, Fania se confundió y dijo delante de él «semental» en hebreo y no en cualquier otro idioma y Yehuda la regañó/gritó en ruso, lo que en español sería: «¡Qué te pasa! ¡Mira al chico a nuestro lado!» Es decir, aparte de la confusión sem(é)ntica, un violento contraste entre la miseria de la casa, la abundancia de los libros e idiomas y una exhuberante cultura, de la que puede extraerse una síntesis: la dignidad en la miseria. Cuenta que en su casa modesta, lo único abundante eran los libros, esos inmortales y Oz quería ser uno de ellos, no escritor, sino libro pues a las personas y escritores se les mata como bichos: «Lo único abundante en casa eran los libros. […] Miles de libros en cada rincón de la casa. Se tenía la sensación de que si las personas iban y venían, nacían y morían, los libros eran inmortales. Cuando era pequeño quería crecer y ser libro. No escritor, sino libro: a las personas se las puede matar como hormigas. Tampoco es difícil matar a los escritores. Pero un libro, aunque se lo elimine sistemáticamente, tiene la posibilidad de que un simple ejemplar se salve y siga viviendo eterna y silenciosamente en una estantería olvidada de cualquier biblioteca perdida de Reykjavik [sic], Valladolid o Vancouver.» (pp. 36-37) El origen de Oz como escritor, al parecer se dio en los cafés, donde él cumplía casi el mismo papel que el de su madre: escuchar por «miles de horas», no molestar, ser inexistente, transparente, en un medio poblado de hombres, no se sabe, eso sí, cuán machista, aunque ya se pueda suponer: «Mientras que el gran premio por esas mil horas de soledad era un helado. O incluso una mazorca de maíz.» […] (p. 603) «Así, al parecer comenzó mi vida de escritor: en los cafés. Esperando un helado o una mazorca de maíz», reitera Oz. (p. 611)
Donde se halle el escritor está el centro del universo
Entre los autores preferidos de Oz: Chéjov «era uno de los nuestros» (p. 10), leitmotiv de Lord Jim, de Conrad, el cual Scorsese usó para su filme Goodfellas o Buenos muchachos o Uno de los nuestros; también, da gracias a Sherwood Anderson (p. 700), quien le abrió los ojos porque le hizo descubrir de pronto el mundo visto por Chéjov, «aun antes de tener la ocasión de descubrir al propio Chéjov» y en particular su libro de cuentos Winesburg, Ohio: «Sherwood Anderson me abrió los ojos para descubrir lo que tenía a mi alrededor. Gracias a él comprendí que el mundo escrito no depende de Milán ni de Londres, sino que gira siempre alrededor de la mano que escribe en el lugar en el que escribe: donde tú estás, está el centro del universo» (p. 715). Cuando años después, la editorial [W. W.] Norton (de NY, la misma que publicó Una naranja mecánica, de Burgess, no sin suprimir el Cap. 21 como forma de censura, tan de moda siempre, já), le pidió a Oz un par de líneas para promover su libro Muerte en los bosques y otros relatos y, de paso, la figura de Anderson caída en el olvido, escribió un símil que conmueve por la sorpresa y la humildad: «Era como si, supongamos, a un violinista ambulante de repente le pidieran permiso para utilizar su nombre con el fin de divulgar la música de Bach.» (p. 718). Cómo obviar aquí, el agradecimiento de Amos a Nilli, su primera lectora: «Hasta hoy día, Nilli es mi primera lectora» (p. 750) (pp. 748-751); lo que va, claro, sin hablar de sus lecturas innúmeras en Hulda (p. 707), así como de sus autores dilectos/influencias: Shakespeare, Cervantes, Dostoievski, Kafka, Camus, Tólstoi, Faulkner, Neruda, Mann, Wassermann, Deutscher, Hemingway, Twain, Hamsun, Ibsen, Mailer, Miller; ni comentarios a obras de Verne o sus premios como el Príncipe de Asturias 2007 (2).
«Nunca seré escritor porque no tengo sentimientos»
Sobre la historia de Israel, con base en la familiar, juicios y contradicciones sobre sus figuras políticas: David Ben Gurión, Menahem Begin, Shimon Peres, Yitzhak Shamir, Benjamin Netanyahu, Ariel Sharón, va lo que alguna vez Oz le dijo a la tía Lila, solo a ella: «Pero estás completamente equivocada […]. Nunca seré escritor o poeta, y tampoco investigador, […] porque no tengo sentimientos. Los sentimientos me repugnan. Seré agricultor. Viviré en un kibbutz. O tal vez seré envenenador de perros. Con una jeringa llena de arsénico.» (p. 595) Menos mal, no dijo de cianuro y nunca fue fiscal ni envenenó perros, guerrilleros o palestinos. Labores que, antes o después, recayeron en algunos de los políticos judíos sionistas ya citados, cuya actividad, paramilitar, no fue políticamente correcta, como al uso se dice del sujeto histórico que no se ajusta al diktat de la dirigencia dominante a nivel orbital.
Como se dijo, el Likud hunde sus raíces en el movimiento nacionalista fundado por Jabotinsky, el Betar, principal opositor al socialista Mapai . Entonces, cabe hablar de los primeros ministros de Israel y su labor. El primer sujeto elegido primer ministro del Likud fue Menahem Begin, en 1977. En 1946, con él como líder del Irgún, este órgano terrorista atentó contra el Hotel Rey David, en Jerusalén, cuya ala sur ocupaban los ingleses para acoger las instituciones centrales del régimen de administración del mandato británico de Palestina; además, operaba allí una oficina de la ONU. El 22/jul/46 los terroristas, infiltrados como lecheros, pusieron explosivos a fin de eliminar documentos secretos, custodiados por los ingleses, que revelaban el nexo de grupos clandestinos con la Agencia Judía para Israel (AJI). Una vez activadas las bombas, salieron para anunciar que una iba a estallar: solo lograron reunir a una muchedumbre de curiosos. El explosivo puesto por el equipo de Begin mató a 91 personas. Para Churchill, defensor del sionismo, fue «uno de lo más devastadores y cobardes crímenes reportados en la historia». Una vez creado el Estado de Israel, 1948, al tiempo con la ONU, Begin fundó el partido Herut, más tarde dominante en la coalición Likud. Dos años después del atentado en el Rey David, el mismo día del Colombianazo, no Bogotazo, 9/abr/1948, 132 paramilitares del Irgún y del Lehi (disuelto con la creación de Israel) asaltaron la aldea árabe de Deir Yassin, a 5 kms de Jerusalén: entre 107 y 120 aldeanos asesinados. Matanza condenada por Ben-Gurión, la Haganá, el Rabinato mayor y la AJI.
Así lo recuerda Oz en su autobiografía/novela, no confesión: «Después de la creación del Estado de Israel, el comandante en jefe de las fuerzas de resistencia hebrea salió por fin de su escondite y su fotografía apareció un día en el periódico encima de su nombre: no Arie Ben Shimshon ni Ivriahu Ben Kedumim, sino Menahem Begin.» (p. 620) Quedó pasmado, Oz, al notar que aquél tal vez fuera algún comerciante de la calle Sofonías que hablara yiddish o un hacedor de pelucas y fajas con dientes de oro de la calle Gueulá. Y de pronto, qué falla, el héroe de su juventud era un tipo frágil, delgado, grandes gafas, cara pálida: solo el bigote daba fe de su secreto vigor. Meses después el bigote había volado, ya su aspecto no le recordaba a los conquistadores de Canaán ni a Judas Macabeo, «sino a mis débiles profesores del [colegio] Tajkemoní, que también eran personas agitadas por un turbulento fervor nacional o una furia incontenible, pero tras su heroísmo emergía por momentos un nerviosismo santón unido a una latente acidez». (p. 620-621) Un día, gracias a Begin, Oz perdió de repente «las ganas de derramar mi sangre / por una gloriosa meta». Así abandonó la idea «el silencio es fango», para con el tiempo concluir lo contrario. Lo dice por los inflamados cantos nacionalistas de partisanos judíos y rebeldes del gueto: «¡Y cuando una gota de nuestra sangre se derrame allí/ aumentará la fuerza de nuestro espíritu heroico!» (p. 619) y por los poemas de Tchernijovsky que, ay, Yehuda les leía con exaltado patetismo. Todo esto, llevará a Oz a huir de lo que signifique bandera, nacionalismo, sionismo, lo que derivó en fobia a las multitudes: «Y el movimiento Jerut y el Likud perdieron esa mañana [en el Edison de Jerusalén, con el abuelo Alexander de testigo] a alguien que podía haberse convertido […] en uno de sus pequeños caudillos, en un orador apasionado, tal vez en un parlamentario retórico o en un viceministro sin cartera.» Y cierra: «Jamás he vuelto a mezclarme alegremente con una multitud enfervorecida, ni a ser una molécula ciega y feliz dentro de un gigantesco cuerpo sobrehumano. Todo lo contrario: se me desarrolló el miedo a las multitudes, una evidente fobia que me hace salir huyendo de cualquier lugar atestado de gente. La frase ‘el silencio es fango’ la considero desde entonces como un síntoma de una peligrosa y extendida enfermedad. En la expresión ‘sangre y fuego’ siento un sabor a sangre y un olor a carne humana chamuscada.» (p. 629) A huir, incluso, de la resurrección/redención.
El segundo, Yitzhak Shamir en oct/1983, que primero sucedió a Begin cuando este dimitió del cargo. También miembro del Irgún, agrupación opositora al control británico en el sur del Levante, que contravenía la Declaración de Balfour, en 1940 lo abandonó para militar en Lehi; que tras la muerte de Abraham Stern, líder del bando, cesó la resistencia, pero, en 1943, Shamir la reactivó para hacer parte del triunvirato dirigente, junto a N. Yellin-Mor y E. Israel. A comienzos de ago/1946 fue arrestado en las redadas siguientes al atentado al Hotel Rey David: deportado a Eritrea, escapó luego, en ene/47 y se refugió en Francia, de donde regresó tras la Independencia de Israel, en 1948. Murió de Alzheimer el 30/jun/2012, a los 96 años.
El tercero, B. Netanyahu, elegido en may/1996, y en 2015 para su cuarto mandato, es el actual premier de Israel. Unido a las Fuerzas de Defensa del país durante la guerra de los Seis Días (1967), se hizo luego jefe de una unidad de fuerzas especiales Sayeret Matkal. Participó en las operaciones Infierno, 1968; Regalo, 1968, e Isótopo, 1972. Luchó en la Guerra de Desgaste y en la de Yom Kipur, en 1973; además, integró las fuerzas especiales a lo largo del Canal de Suez y dirigió luego un comando de asalto dentro de Siria. Se hizo capitán, antes de ser dado de baja. Recientemente, se le ha visto en Argentina donde el Nobel Pérez Esquivel lo acusó de crímenes de lesa humanidad y por brindar protección a un represor de la Dictadura (1976/83) (3), Chile, Colombia y Brasil, haciendo arreglos de venta de armas con los gobiernos afines a la línea Trump hacia América Latina, bajo el disfraz de «entendimiento en ciencia y acuerdo de cooperación turística» (4): tal es el caso de su visita a Colombia en momentos previos al fin de la era Santos, luego de que por capricho suyo el país ingresara a la OTAN, garantía de guerra a favor de EE.UU por «los próximos 50 años», al decir de Atilio Borón, y a la OCDE, hecho por el que un país pobre presume en el Club de los países ricos.
El cuarto, Ariel Sharón (1928-2014), elegido en oct/2000: ministro de defensa durante la Operación Paz para Galilea, en 1982 y cuyo mandato estuvo marcado por la Intifada de los Mártires de Al-Aqsa. Fue reelegido en ene/2003 y continuó en el cargo como premier hasta ene/2006, año en que sufrió un infarto cerebral, le impidió seguir en el cargo y lo sumió en estado vegetativo hasta su muerte. En 1983, la Comisión Kahan lo halló responsable, junto a Elia Hobeika, de la masacre de Sabra y Chatila (1982), para la Cabal, digo, un mito de la narrativa comunista palestina, en la que falangistas cristianos libaneses asesinaron entre 1.500 y 3.500 refugiados palestinos: por ello fue obligado a dimitir como MinDefensa (5). Todo el horror de la masacre, calificada de genocidio por la Asamblea de la ONU, Res. 37/123, lo refleja el documental de Jean Genet Cuatro horas en Chatila (6): «La cifra de víctimas fluctúa entre 700 (la cifra oficial israelí) y 3.500 (en la investigación realizada por el periodista israelí Amnon Kapeliouk). Nunca se podrá determinar la cifra exacta porque además de las aproximadamente mil personas enterradas en fosas comunes por el Comité Int. de la Cruz Roja o en los cementerios de Beirut por sus familiares, una gran cantidad de cuerpos quedó sepultada bajo edificios derribados con bulldozers por los propios miembros de la milicia. También cientos de personas fueron sacadas vivas de los campos en camiones, especialmente durante el 17 y 18/sept, hacia destinos desconocidos y nunca regresaron.» (7)
No obstante, el 21/nov/2005, Sharón abandonó el Likud debido a las presiones que estaba sufriendo por parte del ala más derechista, encabezada por Netanyahu. Los ministros y los diputados de Sharón más moderados le siguieron a su nuevo partido, Kadima. El Likud defiende el capitalismo del libre mercado, aunque ha gobernado como un partido socialdemócrata, estilo europeo neoliberal. Desde su llegada al poder a finales de 1970 ha hecho poco por reducir impuestos y sector público o derogar leyes laborales restrictivas. Por otro lado, ha instituido el libre mercado con la UE y EE.UU y desmantelado monopolios como el Bezek. El que fuera MinHacienda del Likud, Netanyahu, ardiente defensor del libre mercado, argumentó que al sindicato mayoritario Histadrut le sobra poder para paralizar la economía israelí: y, léase con cuidado, señala que la principal causa del desempleo es la pereza y los excesivos beneficios a los desempleados. Algunos de estos primeros ministros son citados por Amos Oz en su obra, aunque en lo fundamental se refiera a Gurión, Begin y su gran amigo Peres, sobre quienes ofrece juicios contradictorios para, al final, absolverlos.
Ha muerto Amos Oz, autor de una obra inmortal
En conclusión, ha muerto Amos Oz, uno de los mayores escritores judíos, al lado de Isaac Bashevis Singer, aunque fuera de origen polaco, creador de El mago de Lublin (1960), la historia del mago de la lujuria Yasha Mazur, quien no es un judío muy devoto, está casado con Esther, pero vive affaires con su asistente Magda, con la joven judía Zeftel, con la viuda católica/clase media Emilia: obra que aunque fue escrita originalmente en yiddish se publicó primero en inglés por Noonday; David Grossman (n. 1954), otro activista por la paz y autor de las novelas La vida entera (2010) Delirio (2011) y del ensayo La muerte como forma de vida (2003), sobre el conflicto israelí/palestino; y Abraham Buli Yehoshúa (n. 1936), también izquierdista, a quien se debe un sentido texto sobre el derecho de regreso de los refugiados palestinos a Israel, la conciliación entre ambos pueblos y la búsqueda de la paz/convivencia (8): en él termina señalando que los palestinos que se empeñan en el absurdo derecho de retorno, de querer volver a un pueblo que no es el suyo, cuando más bien deberían seguirlo haciendo en el que han vivido por más de 50 años, en realidad no desean la paz, sino obtener justicia, incluso al precio de «arrasar la zona hasta conseguir justicia» y cita al poeta Yehuda Amijai (1924-2000): «En el lugar donde se quiere imponer justicia a cualquier precio nunca crecen las flores». Aunque quienes quieren imponer justicia, a cualquier precio, son los amos de la guerra, el imperio gringo/sionista, y las únicas flores que crecen, eso sí, son palestinas.
Ha muerto Amos Oz, intelectual socialista peso pesado, activista en la guerra, también por la paz y creador de un clásico literario del siglo XX y XXI en tanto épica recreación del último siglo de la historia de Israel, basado en la familiar, la de su padre, Yehuda, su madre, Fania, y la de él, Oz, ex Klausner; en su infancia de la dignidad en la miseria, en un piso de 30 m2, cuyo cuarto servía de dormitorio/estudio/biblioteca/comedor y salón (p. 7); en su paso, a los 14 años, del hogar al kibutz, en el que estuvo 31 años; en su evolución como escritor, ser humano y militante socialista; en su narración de la historia reciente, lecturas, escritores preferidos e influencias, exégesis de su propia obra, conflicto con el padre, en fin, su mayestático homenaje a Fania, una suicidada por la sociedad, antes que por su migraña trocada en insomnio, y por eso no escucha al pájaro Elisa, por eso el ave la sigue llamando en vano: Fania, como la de La mancha humana, de Ph. Roth, mujer que siempre tuvo en la mente al peor enemigo del cuerpo. Y que al contemplar lo que Tel Aviv consideraba una vida bohemia, todo le pareció usado, ajado y triste, como imitación de imitación de algo que ya en el original era mísero y pobre. Entonces, todo le pareció necesitado y digno de compasión, pero se dio cuenta de que la suya se había acabado, peor, notó que se la habían acabado y como respuesta no quiso volver a despertar jamás: «Algo del programa de aquel instituto de los años veinte, o tal vez una especie de profundo musgo romántico absorbido por el corazón de mi madre y sus amigas durante su juventud, una espesa niebla sentimental ruso-polaca, algo entre Chopin y Mickiewicz, entre las penas del joven Werther y Byron, algo en el terreno de las sombras entre lo sublime y lo tormentoso, la ensoñación y la soledad, engañosas luces de un pantano de ‘horror y espanto’ se burlaron de mi madre durante casi toda su vida y la sedujeron hasta que la cautivaron y la llevaron al suicidio en el año 1952.» (p. 316)
En Una historia de amor y…, Oz ha hecho su propia, personal y singular genética literaria, un estudio en detalle sobre la ontología del ser que para superar un dolor sabe que debe darle forma y esa forma, estética/óntica, que nada envidiaría a Heidegger; ni a Schopenhauer, hoy, dada la miseria de la filosofía (que Marx enrostró a Proudhon bajo La filosofía de la miseria), Shoppinghauer, Colmillo, por gancho, de centro comercial; ni a una obra como Vida y destino, de Vasili Grossman, otra cumbre literaria del siglo… ha quedado ahí, suspendida en el espacio/tiempo, para disfrute de generaciones de lectores con base en las fuerzas dialécticas amor y oscuridad, aunque también por su valor intrínseco como reflejo activo y existencial de un ser humano, escritor, sujeto político, que vio en la guerra la lucha desigual frente al sufrimiento de quienes no la producen; en la paz, el motivo para borrar asperezas, límites y fronteras creadas por los políticos en desmedro de un pueblo sin armas e impotente; en la igualdad, el sentido práctico para disipar las diferencias, combatir la violencia y la muerte: en suma, buscar el equilibrio que solo se encuentra con la sobriedad, el respeto y la tolerancia hacia todo semejante, sea mineral, vegetal o animal, los tres, vida, deseo, libertad: no muerte, desinterés, encierro, simbolizados en la desaparición de la gran Fania Mussman, eje a su vez de representación del mundo, de la mujer y la Tierra, de la sagrada Pachamama.
Como lo recuerda Courbet y El origen del mundo, cuadro mitad mujer, mitad tierra, metáfora perfecta de la oscuridad a la que alude Oz, que señala al niño Amos el despertar al sexo, la ausencia/presencia de la madre, la bronca/respeto hacia el padre, la búsqueda/extravío del autor en ciernes pergeñando poemas en el cuarto trasero del centro cultural de Hulda, de cuya oscuridad todos creyeron no saldría nada bueno y, aun así, por el amor/empeño puesto por Amos Oz al filo del tiempo emergería una obra plena de luz, de la cual bastaría un ejemplo, para notar que más vale constancia que saber, disciplina que coraje, sudor que genio, y captar el resultado artístico, no intención, entre tantos más que habrá de leer Nilli, su primera lectora. Después, sus hijas e hijo, luego, algunos amigos, después los lectores, expertos en literatura, estudiosos, críticos «y los escuadrones de la muerte. Pero entonces yo ya no estoy allí.» (p. 750). Él, que sostuvo: «Ser crítico de Israel no significa ser antisemita», como creen ciertos fanáticos. En efecto, Amos Oz ya no está, ha muerto, aunque por paradojas del arte hoy sigue vivo, gracias a la historia de un socialista de las filas de la libertad contra el encierro, de la vida contra la muerte: una de amor/odio, oscuridad/luz, guerra/paz, desequilibrio/igualdad, como la que contiene su autobiografía en modo novela Una historia de amor y oscuridad.
Notas:
(2) http://www.fpa.es/multimedia-es/videos/premios-principe-de-asturias-200782.html
(5) http://blogdelviejotopo.blogspot.com/2016/09/aniversario-de-la-masacre-de-sabra-y.html
(6) https://www.youtube.com/watch?v=in7CltdTFQ0
(7) Comentario de Vigne, 17/sept/2016, en: http://blogdelviejotopo.blogspot.com/2016/09/aniversario-de-la-masacre-de-sabra-y.html
(8) https://elpais.com/diario/2001/01/06/opinion/978735609_850215.html
Luis Carlos Muñoz Sarmiento (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de El Espectador (EE). Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo y Dos Antologías, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Editores, 7/may/2017). Mención de Honor por su trabajo sobre Martin Luther King, en el XV Premio Internacional de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Corresponsal en Colombia de la revista Matérika, de Costa Rica. Autor, traductor y coautor de ensayos para Rebelión. Desde el 23/mar/2018, columnista de EE.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.