En una batalla sin cuartel para ocupar el lugar del lamebotas mayor del imperio un grupo de gobiernos latinoamericanos ha resuelto desconocer la legitimidad del proceso electoral que consagró la reelección de Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela y fijar sanciones contra sus ministros y altos funcionarios. Los autoproclamados integrantes del […]
En una batalla sin cuartel para ocupar el lugar del lamebotas mayor del imperio un grupo de gobiernos latinoamericanos ha resuelto desconocer la legitimidad del proceso electoral que consagró la reelección de Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela y fijar sanciones contra sus ministros y altos funcionarios. Los autoproclamados integrantes del Grupo de Lima, cuyo nombre más apropiado debido a la fuerte presencia del narco en casi todos esos gobiernos sería el «Cartel de Lima», compiten para lograr la anhelada presea otorgada por la Casa Blanca. Un supuesto que une a estos obsecuentes es que cuanto más servil sea un gobierno ante Washington tanto mayor será la recompensa (económica, financiera, diplomática, etcétera) que recibirá a cambio. Craso error: como todo imperio, el norteamericano respeta el dictum clásico según el cual «Roma no paga a traidores». De éstos está repleta la historia latinoamericana pese a lo cual nuestros pueblos siguen sumidos en la pobreza, la desigualdad y la ignorancia. Los traidores que se pusieron al servicio del emperador no lograron otra cosa que enriquecerse. Sus pueblos, nada.
En suma, estos malos gobernantes han montado un espectáculo que sería cómico si no fuera por la tragedia que ocasionan día a día a nuestra gente. Con sus errores y sufriendo toda clase de arteros ataques, desde dentro y fuera del país, la Revolución Bolivariana acabó con el analfabetismo, entregó a su pueblo más de dos millones y medio de viviendas y se emancipó del yugo colonial al que están deshonrosamente sometidos sus críticos, que nada hicieron por sus pueblos salvo mentirles y oprimirlos. Impertérrita, la patria de Bolívar y Chávez sigue su curso. «Ladran Sancho, señal que cabalgamos» dicen que dijo el Quijote. Más allá del debate actual sobre si lo dijo o no, flota en la obra del gran Miguel de Cervantes Saavedra la idea de que «cambiar el mundo, amigo Sancho … no es locura ni utopía, sino justicia.» Dejemos que los paniaguados del imperio ladren y que la Revolución Bolivariana continúe avanzando con más bríos que nunca, corrigiendo errores y profundizando los aciertos.
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