De todos modos, las elecciones seccionales no pueden tomarse como un reflejo de las dinámicas políticas en lo nacional. La multiplicación de partidos, movimientos políticos y candidaturas para el 24 de marzo no tiene precedentes en el país. En medio de esa fragmentación, las tendencias lucen aún borrosas. Algo muy llamativo de la jornada del domingo fue el triunfo antiminero en la Consulta Popular realizada en Girón (al sur del país).
Las elecciones municipales y regionales del 24 de marzo en Ecuador fueron una prueba de fuerza entre el actual oficialismo del presidente Lenín Moreno y su antecesor Rafael Correa, que lidera su movimiento desde el extranjero y se comunica por redes sociales. Para analizar las luces y sombras de este importante proceso electoral y sus consecuencias de cara al futuro NODAL entrevistó a Franklin Ramirez Gallegos, profesor universitario e investigador de FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), Ecuador.
¿Qué balance hace de las elecciones?
El Ecuador atraviesa un momento transicional ligado a la implosión de lo que fuera Alianza País (AP) el partido dominante durante una década. De todos modos, las elecciones seccionales no pueden tomarse como un reflejo de las dinámicas políticas en lo nacional. La multiplicación de partidos, movimientos políticos y candidaturas para el24 de marzo no tiene precedentes en el país. En medio de esa fragmentación, las tendencias lucen aún borrosas. Se destacan tres cuestiones: a) el extenso arco anticorreísta compitió bajo la hipótesis de que su archirrival había desaparecido en medio de la gigante operación político-mediática desplegada en su contra por problemas de corrupción; el desprecio de las elites por el «sucio populismo» les hizo sobrevalorar su fuerza, subestimar la necesidad de alianzas y volver a aparecer como desconectados de la sociedad. B) los espacios locales dejados por la crisis hegemónica de la Revolución Ciudadana no los ocupan los partidos de la derecha anticorreísta (CREO de Guillermo Lasso o el Partido Social Cristiano, de Jaime Nebot) ni, menos aún, el movimiento AP que ahora está en manos de la dirigencia afín a Lenin Moreno. Tales espacios pasan más bien al control de una serie de movimientos locales/provinciales con mínima proyección nacional; no hay más partidos nacionales. C) se observa un mapa político bastante fragmentado en que destaca cierto crecimiento de Nebot y la persistencia de la Revolución Ciudadana (el correísmo). El movimiento Pachakutik (brazo electoral del movimiento indígena) mantiene predominio en sus territorios aunque luego no consigue irradiar esa fuerza hacia lo nacional. Algo muy llamativo de la jornada del domingo fue el triunfo antiminero en la Consulta Popular realizada en Girón (al sur del país).
¿Se puede hablar de un retroceso político-electoral de las fuerzas aliadas al presidente Lenin Moreno?
Uno de los aliados estratégicos del gobierno es Jaime Nebot, el alcalde guayaquileño desde inicios de siglo. Su apuesta para estas elecciones era alta: tratar de salir del encierro en su histórico bastión y proyectar a su partido como una fuerza con presencia en todo el territorio. Los primeros datos no permiten afirmar que su apuesta haya sido exitosa. Retuvo Guayaquil pero perdió otras ciudades (Machala, Ambato) que siempre estuvieron bajo su comando; además tuvo una pésima votación en Quito y Cuenca (segunda y tercera ciudad del Ecuador). Hay un crecimiento de su voto luego de 10 años de confinamiento en su ciudad pero, al parecer, sigue siendo una fuerza eminentemente regional en la costa con débil presencia en la sierra.
La derrota más insigne de un aliado del régimen es la del general Paco Moncayo en Quito. Las encuestas (que fallaron largamente otra vez) le daban por triunfador hasta días antes de la elección. Su partido (Izquierda Democrática -socialdemocracia), junto con el del alcalde de Quito saliente (SUMA-VIVE) y el movimiento del ‘hombre gris’ de Moreno (Democracia Sí, de Gustavo Larrea) formó una coalición para sostener a Moncayo. Se trata de una alianza que vota con Moreno en el legislativo. Moncayo se ubicó en tercer lugar por debajo de dos candidatas populares: Luisa Maldonado de la Revolución Ciudadana y Joge Yunda, otro ex aliado de Correa, electo como alcalde de la capital. El horror de las elites anti-correístas con tal resultado ha tomado groseras formas racistas.
El movimiento oficialista, Alianza País, tambíen aparece como otro gran derrotado de la jornada. Su caudal electoral es mínimo. Aunque es más preciso decir que eso es exactamente aquello que las elites esperaban de Moreno: que se volviera irrelevante, hasta hacerlo desaparecer, al partido que ganara todas las elecciones en que se presentó entre 2006 y 2017. La posibilidad de que la derecha (Nebot) vuelva al poder pasa por neutralizar la máquina electoral que produjo las grandes mayorías correístas.
¿Esta elección permite decir que se recompone el espacio político de Rafael Correa?
La Revolución Ciudadana perdió su partido (AP) por una decisión del órgano electoral afín a Moreno. Ese mismo órgano le impidió registrar dos veces otras organizaciones propias. Solo unos días antes del cierre de inscripciones el correísmo pudo registrarse con una sigla prestada. Luego de 10 años de competir como lista 35, debió centrar gran parte de sus esfuerzos en presentarse ante la ciudadanía con nueva identidad, con otro color, otra sigl, otro número. Muchos electores todavía no saben que Correa ya no es AP. El bloqueo institucional, a la vez, le recortó el tiempo para participar en un alto número de circunscripciones electorales (solo lo hizo en 25% de los cantones y en 50% de las provincias).
Aquello, lógicamente, va a restarle arraigo electoral, volumen de votación y número de alcaldías / prefecturas ganadas. Aún así, la Revolución Ciudadana ha logrado ganar en dos de las tres provincias más pobladas del país (Pichincha, Manabí), ser la primera fuerza en la capital (Quito) y concentrar votaciones importantes en otros territorios. Muy pocos esperaban tales rendimientos. El gobierno y el anticorreísmo lucen paralizados. Tales resultados, además, le permitirían preservar la nueva sigla (lista 5) ya que corrían el peligro de perderla por baja votación y re-emerger como organización política con su líder fuera de país. Es un punto de arranque. Habrá que ver cómo resuelve el entuerto de depender de una figura judicializada y que hace política desde Twitter.
Correa sigue siendo el músculo mayor del movimiento pero también puede operar como su techo. El desprestigado gobierno de Moreno ha reavivado, en todo caso, la imagen del expresidente y este resultado electoral puede darle aún más fuelle. Así, aunque no cabe descartar que aquello incremente la arremetida político-judicial del oficialismo contra la persistencia de la Revolución Ciudadana, es claro que el ‘relato anti-corrupción’ ya no reditúa al gobierno ni legitima su inconsulto giro neoliberal, salvo ante los ojos de las élites.