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Caso PENTA: Intachables

Fuentes: Crónica Digital

Quién se hubiera imaginado ver a tanto cuico, desfilando por la pasarela donde solamente los pobres tienen su momento de estrellato. Verlos con sus rostros confiados, porque no estaba dentro de sus planes pasar una noche siquiera, en las dependencias rascas de un recinto carcelario. Sin embargo, la justicia más ciega que justa, a veces […]

Quién se hubiera imaginado ver a tanto cuico, desfilando por la pasarela donde solamente los pobres tienen su momento de estrellato. Verlos con sus rostros confiados, porque no estaba dentro de sus planes pasar una noche siquiera, en las dependencias rascas de un recinto carcelario. Sin embargo, la justicia más ciega que justa, a veces acierta.

Porque entre tantas boletas truchas, sobornos, cohecho – pasadas de gato por liebre en contratos a futuro o «forwards»- los jueces de la Cuarta Sala de la Corte de Apelaciones, decidieron mantener para los vivarachos de cuello y corbata, las medidas cautelares, decretadas hace una semana por el juez Juan Escobar, o sea, seguirán hasta nuevo aviso disfrutando de las bondades del recinto penal Capitán Yáber.

Y el asunto habría pasado piola, sino estuvieran involucrados funcionarios públicos, un ex-subsecretario de gobierno y por supuesto el partido de derecha más importante del país, como es la UDI. De hecho a pesar de la resistencia del bloque conservador, poco a poco las cabezas comienzan a rodar, así es como cae Ernesto Silva, vinculado de diversas maneras al caso PENTA.

Y hasta ahí cuentas alegres para la Nueva Mayoría. Porque la sombra de la dictadura todavía no desaparece, Julio Ponce Lerou ex -yerno de Pinochet, cuya fortuna se comenzó a incubar, lustrando las botas del general, supo desde finales de los ochenta que era necesario tender lazos con las nuevas fuerzas políticas, de ahí entonces el escozor de ministros, diputados y senadores oficialistas, ante tanto «chocoso» repartido por el zar del litio. Los nexos forjados en el concubinato de la transición, generaron para Ponce, grandes beneficios. De Perogrullo está decir que no fue el único favorecido, su lobbysta estrella Enrique Correa, sí, el mismo que perteneció al MAPU y luego resucitara como Ministro Secretario General de Gobierno, en el periodo de Patricio Aylwin, es hoy un hombre poderoso, influyente.

«Cuando el dinero habla, todos callan» reza el dicho, de ahí que la declaración elaborada por el Partido Comunista y la Izquierda Ciudadana, suene débil y tardía.

¿Por qué no pedir la elección limitada para diputados y senadores? Teniendo como tope dos periodos. ¿Por qué no impedir que familiares directos de senadores, diputados, ministros y jefes de Estado ocupen cargos de relevancia en el sistema público? En otros países existe un ordenamiento de inhabilidades e incompatibilidades, se trata de proteger al Estado; y no de asaltarlo a costa de «pitutos».

¿Por qué no pedir que las empresas que se coludan de manera reiterada, en temas tan sensibles como salud, puedan ser sancionadas, con la expropiación por parte del Estado, para proteger el bienestar de los chilenos? ¿Por qué no pedir la inhabilidad de por vida, a los que en cargos de alta responsabilidad pública desfalquen al Estado o con sus atribuciones; beneficien a empresas privadas, generando con su acción un daño evidente al interés de los chilenos?

Falta atrevimiento. Falta tocar los cimientos de la corrupción instalada. Se hace necesario desterrar sin contemplación las prácticas generadas en pos-dictadura, la izquierda, las izquierdas, no pueden ser comparsa en el show de Houdini. Los que ayer no temieron a la cárcel, ni a las balas de la dictadura, no pueden guardar silencio, por temor a perder su privilegio parlamentario.

Es marzo, estamos a pocos días de conmemorar treinta años del vil asesinato de Manuel Guerrero, Santiago Nattino y José Manuel Parada, la sangre de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara Toledo todavía nos duele, los de esa época no olvidamos, tampoco vivimos empeñados en el pasado, simplemente desmenuzamos la realidad con la pasión de la calle, estamos lejos de juicios partisanos.

No podemos solicitar a los dirigentes de las izquierdas, grandes elaboraciones intelectuales; porque reconocemos sus precariedades, tampoco podríamos demandar intervenciones infalibles, porque se equivocan y mucho, menos aún podríamos reclamar que vivan bajo la moral de Recabarren, Lafertte o Clotario Blest, sería como someterlos a un reality extremo.

Hecha esas salvedades, tenemos sin embargo derecho a demandar que en referencia al uso de dineros públicos y tráfico de influencias, sean sencillamente intachables.

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