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Halloween y la libertad

Fuentes: Rebelión

Como todos los años por estas fechas vuelve el debate sobre si en España tenemos que celebrar Halloween o no. Este año me parece percibir un cambio en la actitud sobre todo en el entorno izquierdista y alternativo. Si bien hace unos años Halloween era una invasión cultural yankee que había que combatir, ahora es […]

Como todos los años por estas fechas vuelve el debate sobre si en España tenemos que celebrar Halloween o no. Este año me parece percibir un cambio en la actitud sobre todo en el entorno izquierdista y alternativo. Si bien hace unos años Halloween era una invasión cultural yankee que había que combatir, ahora es símbolo de mestizaje de culturas o se defiende como una tradición propia de herencia celta. Al parecer ahora criticar Halloween es una postura reaccionaria identitaria, frente a hace 5 años que era progresista y anti-imperialista.

Esto me hace pensar en los procesos de creación de estado de opinión y de ideología, un aspecto que considero central en la construcción de la democracia porque esos mecanismos, muy potentes, están dirigidos por poderes concretos que controlan la información y la cultura. Somos una democracia porque podemos expresar lo que pensamos, pero pensamos lo que nos mandan.

En el ejemplo concreto de Halloween es evidente que el hecho de que se celebre en España es parte del proceso de asimilación de la cultura estadounidense impuesto por la fuerza de sus mecanismos culturales y de comunicación (cine, TV, periódicos, agencias de noticias, literatura, música….). Fuerza basada en la potencia económica y el control de los mecanismos de distribución culturales. En realidad de una parte de la cultura estadounidense (lamentablemente no importamos a Woody Guthrie o su cultura asociativa) lo cual es otra muestra de que el problema no es de choque de culturas sino de dominación cultural de un grupo de interés, que se impone también en su país arrinconando las «otras culturas» estadounidenses.

El argumento de que es una fiesta celta y por lo tanto nos es propia es ridículo. Esa fiesta celta no se celebra en la península excepto quizás en Galicia desde hace más de mil años y las expresiones existentes que pueden recordar son muy distintas (¿por qué no celebramos el día de muertos como en México que sí es una tradición heredada de España?). Las formas y los motivos son claramente los mismos que en el mundo anglosajón. Ahora resulta que nos hemos puesto a recuperar nuestra herencia celta y no tiene nada que ver con el cine, las series o el las continuas alusiones en los periódicos. Debe ser que la tradición celta en el Samain era vestir máscaras de la película Viernes 13).

Una discusión distinta es hasta qué punto es bueno o malo ser permeable culturalmente a las influencias extranjeras como Halloween. ¿Es en esencia mejor celebrar Todos los Santos repicando toda la noche las campanas del pueblo (como hacen por ejemplo en pueblos de Zamora) que disfrazarse e ir de casa en casa pidiendo caramelos? No veo por qué.

Soy un gran partidario del mestizaje cultural y bastante reacio al purismo en el mantenimiento de las tradiciones culturales, por el contrario prefiero que evolucionen por el contacto y las influencias mutuas entre las culturas. Eso es lo que nos ha traído hasta aquí, lo que nos ha dado la pintura moderna que se renueva en el 19 con influencias orientales y en el 20 africanas, la ciencia, la música rock/pop con su origen africano y europeo o el flamenco con sus orígenes arabo-gitanos.

Pero ¿cuáles son los motores de este mestizaje cultural? ¿Cuándo pasa de ser una influencia, un mestizaje, a una invasión que lamina a una de las partes empobreciendo culturalmente a la humanidad en lugar de promover nuevas formas y más ricas? ¿Es la fiesta de Halloween un enriquecimiento de la cultura española, o una sustitución de nuestra cultura por un elemento ajeno impuesto por redes e intereses económicos? Yo creo que se acerca mucho más a lo segundo.

El problema de fondo es que la información y la cultura, bases de la creación de opinión y de ideología, son una mercancía más y por lo tanto están sometidas a las mismas reglas del mercado que cualquier otra mercancía. Reglas del mercado tendentes a la concentración de la oferta en oligopolios o monopolios para aprovechar las economías de escala y limitar la competencia, y a la estandarización de productos y procesos para mejorar la eficiencia productiva. Al igual que las fusiones de bancos y las grandes constructoras han arruinado la vida y la posibilidad de tener vivienda digna a millones de personas en España y en Europa, ¿no le está pasando algo similar a la cultura?

La información y cultura están en escasas, escasísimas, manos: cuatro agencias (AP, UPI, Reuters y AFP) son la fuente del 90% de las noticias publicadas; la inmensa mayoría de las series y películas que vemos son del mismo país, y en muchos casos de la misma empresa (y nos llegan a través de la misma distribuidora). Los programas de televisión se repiten de forma absurda. Hace 10 años a la gente le gustaba libremente pasarse la tarde viendo a otros contar sus problemas en una silla a una presentadora rubia (el programa de Ana, hablando con Gema, la tarde de Patricia…) y ahora libremente, sin influencia ni fuerza alguna a todos les ha dado por pasarse las tardes viendo cocinar a niños, mayores, famosos… ¡Qué curiosos somos los seres humanos que a todos nos da libre y espontáneamente por lo mismo! ¿No nos hace esto pensar que existe algún elemento externo que condiciona fuertemente lo que interpretamos como gustos, elecciones individuales, libertad de elección al fin y al cabo?

Esta concentración de poder de información y de cultura, el control de la información por un puñado de empresas siguiendo un interés económico, es por lo tanto uno de los problemas centrales a la hora de definir qué es la libertad, y por lo tanto la democracia.

No celebramos Halloween porque nos enriquece o porque es más divertido y lo preferimos, lo celebramos porque el fordismo cultural lleva a que se maximicen los beneficios de los amos de nuestros gustos si consumimos los mismos productos estandarizados en todo el mundo. Y las alternativas culturales e informativas a estos productos quedan relegadas por el mercado a ser marginales o desaparecer por ineficientes. Las películas, las series, los periódicos, los telediarios, las redes sociales se llenan de Halloween. Las tiendas colocan sus disfraces. Y, curiosamente, se nos ocurre que sería una idea divertida.

La «racionalidad económica» del sistema de producción cultural impone una estandarización del producto. Consumir todos lo mismo día tras día pero en mayores cantidades para reducir los costes y maximizar las ganancias. Y como nuestra mentalidad se forma en base a la información y modelos culturales que recibimos y conforman nuestra visión del mundo, esto implica necesariamente una estandarización de nuestras mentes, de nuestras opiniones, de nuestra forma de pensar y de ver el mundo.

En definitiva limitan nuestro mundo personal, nuestro ocio, nuestras fantasías y nuestros sueños en pro de la eficiencia productiva.

El problema no es Halloween, o la NBA o Britney Spears (bueno, esa sí); el problema es la desaparición de facto para el 98% de la sociedad de sus propias referencias culturales históricas y la absoluta ignorancia de todo un mundo de música, literatura, cine, cuentos, sueños, sentimientos y sensaciones que no son parte del producto estándar definido para nosotros.

La mayoría responden que qué más da que sea una costumbre local o extranjera, antigua o nueva o que la patrocine Hollywood; que es divertida y hay que relajarse. Estoy de acuerdo, poneos una máscara o un disfraz, salid y divertíos. Pero mañana leed a otras culturas, disfrutad buscad música en África, en Asia, informaos por medios alternativos para contrastar las noticias… Como en Farenheit 451 sólo nos queda, en lo que acabamos con este sistema, resistir y actuar como almacenes de esa riqueza.

¡FELIZ HALLOWEEN!

Ángel Martínez Castro

31.10.2015

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.