Sin lugar a dudas que la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO ( www.clacso.org.ar/conferencia2015/ ), realizada en la abigarrada ciudad de Medellín, Colombia, entre el 9 y el 13 de noviembre, constituye un hito que marcara un antes y un después en este tipo de reuniones académicas de los centros afiliados […]
Sin lugar a dudas que la VII Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales de CLACSO ( www.clacso.org.ar/conferencia2015/ ), realizada en la abigarrada ciudad de Medellín, Colombia, entre el 9 y el 13 de noviembre, constituye un hito que marcara un antes y un después en este tipo de reuniones académicas de los centros afiliados a la red CLACSO, a dos años de cumplir su primer medio siglo de existencia. La VII Conferencia tendrá el mérito de haber roto el tradicional aislamiento y encierro que caracterizaron las anteriores conferencias, por lo menos, de las últimas 4 que he tenido la oportunidad de asistir. La III realizada en La Habana, Cuba, en el 2003, fue un encierro total, aislados, del mundo académico local; lo mismo ocurrió en Río Janeiro, en el año 2006; un poco menos en Cochabamba en el 2009 y volvimos al encierro de lujo hotelero en México, en el 2012. En Medellín, CLACSO, se abrió a las multitudes de estudiantes jóvenes, según los datos proporcionados por los organizadores asistieron más de 25 mil jóvenes no mayores de 24 años, los cuales pugnaron y exigieron por ingresar a las diversas actividades desde las conferencias magistrales a los paneles de los grupos de los diversos grupos de trabajo de CLACSO. Era impresionante observar las salas y recintos dispuestos para tales efectos, atestadas de público y las largas filas de gentes esperando ingresar a escuchar a las y los académicos e intelectuales latinoamericanos. Miles de personas escucharon con silencio devoto la palabra de dos «latinoamericanos ilustres»: Luis Inácio «Lula» da Silva, ex-presidente de Brasil y de José Mujica, ex-presidente de Uruguay.
La masiva asistencia juvenil interesada en escuchar la palabra y el discurso de ambos ex-presidentes constituye, a mi modo de ver, un fenómeno sociológico-político-cultural que debe ser analizado por las ciencias sociales críticas. Pues, más allá del entusiasmo y del fervor que provocan en las masas juveniles como, también, entre los no tan jóvenes. Sus actuaciones políticas al mando de sus respectivas sociedades, no están exentas de críticas. Lo mismo que sus discursos, complejas piezas oratorias, son altamente contradictorias y discutibles. Tuve la sensación al momento de escucharlos que estaba en presencia de la mejor tradición política y cultural de latinoamericana y caribeña: el líder populista hablando desde el balcón de la plaza pública a las multitudes, a las masas, que extasiadas y reverenciales escuchaban el «habla» señera y conductora del viejo patriarca que inducía de manera sutil y subliminal lo que había que hacer. El mensaje de ambos fue claro: los jóvenes deben participar en política de manera activa pero organizada. Y, esa organización en democracia es, el partido político.
No es, ningún misterio, que colocar al centro de la actividad política a los partidos políticos implica una determinada y especifica forma de definir y delimitar a la democracia. La democracia ha sido siempre una democracia de partidos. No hace mucho, sino más bien unos pocos años atrás, lo que más se escuchaba en la conferencias clacsianas, entre los académicos e intelectuales que asistían a ellas, era la apología, defensa y elogio a las virtudes de los «movimientos sociales» señalados como los nuevos actores centrales de la acción político y social colectiva de las y los ciudadanos de la región. Recordemos, un dato central para el ex-secretario ejecutivo de CLACSO, Fernando Calderón, estos constituían el nuevo «motor de la historia». Los tiempos cambian. Interesante fenómeno político, la vuelta de las ciencias sociales a considerar que los partidos políticos sean actores centrales de las democracias existentes.
Conjuntamente con la apelación a los partidos políticos el discurso de José Mujica, fue una exhortación a los jóvenes a aprender de la experiencia histórica de las generaciones pasadas. Esta fue levantada como la «mater et magister» del hacer político para las nuevas generaciones. Con «Lula» esta exhortación llegó al paroxismo al preguntarse y preguntar: ¿quién se iba imaginar qué un «indio» iba a llegar a ser presidente?, ¿qué un obrero metalúrgico iba a llegar a ser presidente?, ¿qué un expresidario iba llegar ser presidente?, ¿qué una mujer exguerrillera iba convertirse en presidenta?
Según, su lectura, todo ello fue posible gracias a la democracia instalada en América Latina luego de las crueles y despiadadas dictaduras. Ciertamente, que la instalación y recuperación de las formas democráticas en la región, fundamentalmente, en la década de los años ochenta del siglo pasado, posibilita que las ciudadanías puedan elegir a sus gobernantes. No es menos cierto que el «indio», el exobrero, el expresidario, y la exguerrillera se convierten en presidentes de sus respectivas sociedades, una vez que los regímenes democráticos pos-dictaduras ingresaran en un profundo descredito y deslegitimación política de sus principales instituciones y actores centrales como por ejemplo, los partidos políticos. Fue la crisis de las democracias liberales y procedimentales transitivas lo que abrió la estructura de oportunidades políticas para que los movimientos sociales y la acción colectiva de las y los ciudadanos posibilitaran el ascenso de estos personajes a la presidencia.
En efecto, fue gracias a la movilización social de miles de hombres, mujeres, niñas y niñas que rompiendo con la democracia pactada de los partidos políticos en Bolivia, instituida en 1982 y derrocada en 2001, fundamentalmente, por la acción de los movimientos sociales, lo que permitió que el indio Evo Morales fuera elegido Presidente. Lo mismo ocurrió en Uruguay donde la democracia pactada por los partidos tradicionales establecida en el Club Naval, en 1984, fue quebrada por la articulación entre de los movimientos sociales y el Frente Amplio para que llegará José Mujica al gobierno; acaso no fueron los gigantescos movimientos sociales de base en Brasil que posibilitaron que el Partido de los Trabajadores, PT, se transformara en opción electoral, y que hicieran posible el triunfo electoral de Lula, primero, y luego de Dilma Rousseff, el exobrero y la exguerrillera, llegaran a la Presidencia. La democracia social, actualmente vigente en Ecuador, fue el resultado de años de movilización de las y los ecuatorianos quiénes fueron construyendo sus alternativas políticas por fuera del sistema de partidos políticos tradicionales, colapsado y en decadencia desde fines de los años noventa del siglo XX. La emergencia de Hugo Chávez Frías y su Movimiento Quinta República, en 1998, tiene como contexto la crisis total y completa del sistema político que los partidos políticos habían establecido en el famoso «pacto de Puntofijo», en 1958. Él cual tras cuarenta años de vigencia estaba completamente colapsado y en decadencia. En Argentina, la llegada del «kirchnerismo» al gobierno no fue obra de los partidos políticos, ni del radicalismo ni del peronismo, sino, fundamentalmente, de la rebelión ciudadana de 2001-2003.
Por todo lo anterior, genera dudas y sorpresa que estos dos líderes exhortaran a los jóvenes a tener a los partidos políticos como los instrumentos políticos del cambio social e histórico y el lugar donde hacer posible, la praxis política. Especialmente, cuando en la historia reciente de latinoamericana y caribeña, la crisis de los partidos políticos, artífices de la vieja política, al decir, de Juan Carlos Monedero, ha sido de larga data. Pues han sido los partidos políticos y sus militantes, gobernantes o en la oposición, los artífices de los ingentes casos de corrupción política. Siendo una de las organizaciones políticas con el mayor descredito ciudadano en la mayoría de los países de la región.
Por otro lado, la presencia solo de líderes políticos en la apertura de la VII Conferencia fue tan sorprendente como la presencia de miles de estudiantes y público general exigiendo ingresar al salón. Extraño la presencia de algún académico connotado o el discurso inaugural de algún miembro del Directorio Académico de CLACSO plantearse sobre las líneas generales como de los desafíos futuros del pensamiento crítico en la región. Fue extraño para los cientistas sociales, académicos e intelectuales ser abiertamente ignorados por los líderes políticos presente en la ceremonia inaugural. Estos a través de una demagogia muy particular hicieron gala de su mejor oratoria para exponer los avances logrados en sus respectivos gobiernos. Me refiero tanto al Alcalde de la Ciudad de Bogotá, Gustavo Petro, como al Alcalde de la Ciudad de Medellín, Aníbal Gaviria, curiosamente o paradojalmente, las tiendas políticas de ambos alcaldes habían sido derrotadas en las elecciones municipales del pasado 25 de octubre del presente año. Sus discursos dirigidos a las multitudes juveniles hablaban de sus exitosas gestiones en materia social, económica, de seguridad, de equidad pero también de los serios obstáculos que los poderosos habían levantado para impedir su labor. Obviamente, como es normal ninguno de los líderes políticos locales como los regionales tuvieron la capacidad de plantearse críticamente. Esa será, por cierto, labor de las y los intelectuales críticos desentrañar el alcance de las gestiones realizadas por estos gobernantes locales y nacionales.
Aunque la palabra de los académicos no estuvo presente en la ceremonia inaugural esta se hizo oír en las decenas de paneles y mesas temáticas organizadas durante los cuatro días que duró la VII Conferencia. En la mayoría de ellas se escuchó la voz de los panelistas quienes trataban de sintetizar reflexiones e investigaciones que en muchos casos habían tomado mucho más tiempo en elaborar y preparar, que los escasos 15 minutos, disponibles para exponerlas. Este formato es imposible de seguir usándose en el futuro, la multitud de ponentes, no es índice de una mejor y más profunda comunicación o de interacción intelectual o académica entre los investigadores y los públicos. Estos, muchas veces salieron frustrados de las salas, pues no habían podido interpelar ni preguntar a los ponentes; y estos, a su vez, quedaban con la misma frustración. En la mesa en la cual tuvimos la oportunidad de participar y exponer referida al Eje 11: Izquierdas y procesos de Emancipación. Panel 3, cuya temática era Estado, Conflicto armado, Derechos Humanos y justicia transicional , donde exponían académicos de México, Venezuela, Colombia y Chile, tuvo una asistencia aproximadamente de 500 personas, no hubo ningún minuto, ningún mísero segundo, para que alguien pudiera preguntar algo sobre lo expuesto por los ponentes. La verticalidad del orden y la tiranía del tiempo como la masividad de mesas y paneles impedían aquello. Solo en aquellas mesas y paneles donde la ausencia de expositores dio lugar a un fructífero dialogo entre los ponentes y las y los asistentes. Habrá que pensar, para las futuras Conferencias, en un formato que permita más dialogo entre los y las investigadores con los públicos asistentes.
Independientemente de estas consideraciones críticas, tengo la impresión y la percepción que algo cambio en Medellín para la CLACSO, la presencia de la «multitud», obliga y constituye todo un desafío para el hacer y el quehacer de las ciencias sociales criticas latinoamericanas y caribeñas.
Estas deberán profundizar su perspectiva crítica, desligada de las formalidades y procedimientos que dominan en las ciencias sociales, especialmente, aquellas que se desprenden de los «famosos» acuerdos de Bolonia o de los criterios impuestos por los sistemas de indexación de origen estadounidense o europeos. Formas coloniales que rigen el saber en las universidades del capitalismo académico. CLACSO, como una red de pensamiento crítico, debe ser autónomo e independiente, de esas formas. O sea, en el futuro el pensamiento crítico y social que se construye, discute y se difunde bajo el sello CLACSO debe continuar profundizando y ampliando su perspectiva decolonial. Asumiendo, de manera critica los planteos que ha formulado, por ejemplo, tanto Boaventura de Sousa Santos como Silvia Rivera, entre otros, de construir un «pensar y una ciencia social» desde el sur.
Esto último es central y fundamental dado el actual escenario político y social que está emergiendo en la región. Tengo la impresión que las ciencias sociales criticas latinoamericanas y caribeñas durante los últimos años fueron escasamente «criticas» con los procesos políticos y sociales que las «multitudes» habían abierto a finales del siglo pasado. El giro hacia la «izquierda» o hacía posiciones «progresistas» que se impulsaron en Venezuela (1998), Argentina (2003), Brasil (2003), Ecuador (2007) y Bolivia (2005), entre otros; fue interpretado como la construcción de un escenario político posneoliberal. O sea, como una contundente derrota de la dominación y hegemonía neoliberal establecida en el periodo 1980-2000.
Las ciencias sociales críticas latinoamericanas se volvieron autocomplacientes con dichos procesos, y sobre todo, con la afirmación de que «estábamos asistiendo al derrumbe del neoliberalismo en la región». Fueron, muy pocos las y los intelectuales se atrevieron a formular y a realizar análisis críticos de esa afirmación. Muchos indicadores sociales, políticos y económicos señalaban que la forma de acumulación neoliberal no estaba siendo modificada ni alterada de manera sustantiva, en ningún de los países antes señalados, salvo quizás en Venezuela. Tampoco, las ciencias sociales asumieron una postura analítica crítica de la forma como los procesos se desenvolvían en cada una de sus sociedades, de los límites y obstáculos que estos debían enfrentar, etcétera. Tampoco, el pensar crítico fue capaz de interpretar de manera adecuada y oportuna los procesos de recomposición política, social y cultural de las fuerzas sociales y políticas vinculadas con el capital. Y, sobre todo, entender ni comprender, la profundidad como la solidez de la hegemonía cultural del neoliberalismo en la región. La forma como la «weltanschauung, o sea, la «cosmovisión neoliberal» se había instalado, propagado, difundido, extendido, entre las ciudadanías latinoamericanas. Cómo esta se combinaba híbrida y contradictoriamente con las viejas y ancestrales formas de ver el mundo de los y las pueblos originarios, o como era asumida en el quehacer y hacer de las universidades latinoamericanas e inclusive defendida por las y las académicas de las ciencias sociales críticas. Todo esto, a pesar que muchos intelectuales leían y releían a Gramsci. O, se encandilaban con los procesos de cambio político y social impulsados por los gobiernos progresistas de la región.
Lo claro es que las ciencias sociales y el pensamiento crítico latinoamericano y caribeño no fue capaz de advertir que dichos procesos, importantes e inmensamente valorables en muchos aspectos para la dignidad de miles y miles de hombres, mujeres, niños y niñas, al no hacer una ruptura efectiva, profunda y radical, no solo con el neoliberalismo sino con el capitalismo, comprometía el futuro de ellos. Hoy cuando la recomposición política de las fuerzas capitalistas les permite hacerse del gobierno en algunos países de la región como es, por ejemplo, el caso argentino. O, pone en jaque, al gobierno de Dilma Rousseff en Brasil. Algunos intelectuales y analistas vinculados al pensamiento crítico hoy señalan las limitaciones y el estancamiento de los procesos de cambios abierto en 1998, con la llegada al gobierno de Hugo Chávez. Tengo la impresión que un sector, el mayoritario, de las ciencias sociales latinoamericanas y caribeñas llega tarde. Y, tengo la convicción que fracaso al diagnosticar y decretar el fin del neoliberalismo en la región.
Por todo lo anterior, en los próximos años la tarea de las y los intelectuales críticos que pertenecemos a la red CLACSO deberemos afinar, ajustar, revisar nuestras formas de hacer y construir, el pensamiento crítico.
Un pensar critico que sea en primer lugar crítico con nuestros propios supuestos y planteamientos. Que se sienta obligado con las «multitudes» más que con los indicadores estadísticos que exige la academia formal. Un pensar critico que cuestione todo con independencia y autonomía. Un pensar critico que posibilite la ampliación de los saberes populares, los saberes de la gente, en la perspectiva de ir construyendo una cosmovisión contra hegemónica. Una ciencia social que abandone los pináculos de la academia formal o inclusive del Estado. Que las y los intelectuales críticos asuman la propuesta de M. Svampa, es decir, que se transformen en «intelectuales anfibios», o sea, aquellos que tienen un pie en la academia y otro en los movimientos sociales (no en los partidos políticos), o entre la ciudadanía rebelde, insurgente y critica. Cuyo proyecto histórico, social y político sea abiertamente alternativo al capitalismo. Un intelectual crítico comprometido con la emancipación. Y, no con la consolidación de las formas de dominación capitalista neoliberal.
La multitud juvenil que se congrego en la Plaza Mayor de Medellín para asistir a VII Conferencia obliga e impone el compromiso político a las ciencias sociales y caribeñas a mantener la tradición crítica de la red CLACSO y, sobre todo, a los más de 600 intelectuales y académicos que asistieron, que supongo que no lo hicieron solo motivados por obtener el «certificado» que acredita su participación para ganar puntos o cumplir con los convenios de desempeño, formas neoliberales de medir la productividad académica de muchas de las instituciones universitarias afiliadas a CLACSO, sino que lo hacen porque su compromiso principal es con el saber crítico y los procesos de emancipación. De no ser así, esa multitud de jóvenes seguirán otro camino.
Esa multitud fue un llamado de advertencia, tal vez, a la forma como se hace academia, se construye la ciencia social y se producen los saberes en Colombia. Los miles de jóvenes colombianos, asistieron a escuchar y atender a las diversas y plurales «voces críticas» de las ciencias sociales latinoamericanas y caribeñas. Respondiendo masivamente a la ausencia de COLCIENCIAS, institución encargada en Colombia de fomentar la Ciencia, la Tecnología y la Innovación.
El no apoyo y colaboración de COLCIENCIAS a la realización de la VII Conferencia de CLACSO, expuesta por su Secretario Ejecutivo de CLACSO, en una misiva a todos las y los clacsianos días antes de ser inaugurada la VII Conferencia, solo puede ser explicada por la lógica neoliberal que domina su quehacer y la cosmovisión de cómo debe realizarse y proyectarse la producción académica e intelectual, especialmente, de las ciencias sociales y las humanidades. En ese sentido debemos, tal vez, interpretar sigilosamente, que la presencia multitudinaria de profesores, académicos y estudiantes universitarios colombianos era un rechazo a la forma como COLCIENCIAS administra y fomenta el desarrollo de las ciencias en Colombia.
Esto último obliga a que la red CLACSO avance en una cuestión de suyo compleja lograr autonomía financiera para sus diversas y variadas actividades. De esa forma no ser dependiente de los criterios que imponen y exigen las agencias interesadas en financiar y apoyar económicamente las actividades de las ciencias sociales críticas. Compleja y difícil tarea. Tarea de futuro. Pero, que debe ser abordada, para romper con las cadenas de las dependencias económicas y financiaras que muchas veces limitan y frenan el pensar crítico, autónomo e independiente. Por mientras, a trabajar y a pensar como haremos la próxima Conferencia, la VIII, cuando CLACSO, haya cruzado el umbral del medio siglo de existencia. Sabemos el año, 2018, pero no el lugar.
Santiago de Chile, 25 de noviembre de 2015
Juan Carlos Gómez Leyton es Dr. en Ciencia Polític, Académico Universitario, miembro de CLACSO
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