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Madrid, «cabeza de puente»

Fuentes: Rebelión

Tan solo unos días después de la toma de posesión del gobierno de Manuela Carmena, unos desafortunados y censurables tuitts de humor negro escritos cinco años atrás por el flamante concejal de Cultura, Guillermo Zapata, desataron el primer ataque de la derecha contra el más importante de los Ayuntamientos del Cambio, con tal virulencia que […]

Tan solo unos días después de la toma de posesión del gobierno de Manuela Carmena, unos desafortunados y censurables tuitts de humor negro escritos cinco años atrás por el flamante concejal de Cultura, Guillermo Zapata, desataron el primer ataque de la derecha contra el más importante de los Ayuntamientos del Cambio, con tal virulencia que lograron forzar el cese del edil. Después, vendría la mofa para buscar el descrédito de la alcaldesa tras el comentario realizado por ésta de un posible concurso para niños «de ver quién recoge más colillas o más papeles, y darles unos premios» para concienciar sobre la limpieza de la ciudad; y al comienzo de este año la ausencia de animales y la presencia de mujeres como Reinas Magas e incluso el vestuario «poco creíble» en la Cabalgata, fueron aprovechados por el Partido Popular para orquestar una ofensiva contra la primera edila y su gobierno, y sobre todo para difuminar los éxitos de su gestión, especialmente los cambios en las políticas y en la forma de gobernar y la reducción del endeudamiento en el área que dirige el concejal Sánchez Mato. Pero ha sido el espectáculo ‘La Bruja y Don Cristóbal’ del grupo ‘Títeres desde abajo’, dicho sea de paso, estrenado este mismo mes de enero en la Granada gobernada por el PP sin desatar polémica alguna, el que ha desatado que la derecha política y mediática lance toda su artillería contra estos titiriteros, contra Celia Mayer, la concejala de Cultura, y contra el gobierno municipal, todo hay que decirlo, con desconcierto en las filas de Ahora Madrid y de la izquierda en general. Así, mientras Ada Colau mostraba su apoyo a los titiriteros, encarcelados por la Audiencia Nacional y días después puestos en libertad por sendos autos del juez Ismael Moreno, defendiendo que «en una democracia sana, hay que proteger toda libertad de expresión» y Alberto Garzón pedía no darle «Ninguna concesión, por pequeña que parezca, a quienes quieren normalizar esta nueva inquisición», la dirigente de Podemos, Carolina Bescansa, se replegaba en una tertulia televisiva ante Eduardo Inda con un desafortunado «Creo que el Ayuntamiento de Madrid ha resuelto de manera inmediata y fulminante este asunto. Ha relegado de su responsabilidad a las personas que organizaron ese carnaval. Ha denunciado, ha colaborado en la denuncia de estos títeres absolutamente lamentables e impresentables en un espectáculo para niños…»; por su parte, el PSOE alcanzaba el mérito de hablar mucho y no decir nada. En este contexto, el más claro, sin duda, ha sido el concejal Mauricio Valiente que, tras encabezar un manifiesto suscrito por otros cuatro miembros de la corporación madrileña pidiendo la liberación de los cómicos, ha descrito la situación apuntando «el ambiente me recuerda al de la derecha chilena contra el Gobierno de Salvador Allende». Mientras, la alcaldesa Manuela Carmena, en un tono conciliador, ha achacado a la falta de coordinación que esos títeres se publicitaran como aptos para el público infantil y que llegaran a representarse ante niños.

Lo curioso es que se ha utilizado el mantra de que la representación de títeres ‘La Bruja y Don Cristóbal’ no es apta para niños por su carga ideológica e inclusive apología del terrorismo, como si quienes en edades tempranas acudíamos al espectáculo de «los cristobicas» captáramos algo que fuera más allá de llevarnos a aplaudir de gozo cuando el cazador mataba al lobo o golpeaban con la escoba al malo; y lo deleznable es que quienes se ‘rasgan las vestiduras’ e intentan aprovechar la situación para sacar rendimiento político son los mismos que tratan de ocultar lo verdaderamente importante: que esta semana se juzga en Palma de Mallorca el saqueo de las arcas públicas por parte del cuñado del rey y un expresidentes autonómico del PP; que en Madrid el ‘honorable’ Jordi Pujol, al parecer también ‘adicto’ al dinero ajeno, ‘amenaza’ al Estado advirtiendo que si va a la cárcel, publicará un dossier que hará caer la democracia; que en Valencia la mancha de la corrupción del PP crece por días; o que la sede de Génova, una vez más, ha sufrido el registro de la Guardia Civil; todo ello, sin que merezca opinión alguna por parte del presidente del gobierno en funciones, Mariano Rajoy, y mientras se juzga el derecho a huelga o la libertad de expresión; y es que la desesperación del PP por la pérdida del poder es tal que ha entrado en un peligroso Zugzwang (situación en el ajedrez en la que cualquier movimiento de los posibles tendrá consecuencias negativas).

Lo cierto es que, si desde el primer momento Madrid ha sido un objetivo político de la rancia derecha de Esperanza Aguirre y de la prensa más reaccionaria de este país, contra el que todo ha valido con tal de desprestigiar la labor de la plataforma electoral de la izquierda plural que, bajo el paraguas de Ahora Madrid, desalojó de la Casa de la Villa a un PP que ha estado gobernando la ciudad demasiados años, tras el 20D se ha convertido en la «cabeza de puente» a asaltar para impedir la conformación de un gobierno de cambio que haga realidad lo que los ciudadanos dictaminaron en las urnas; y esto por dos razones principalmente, porque es el modelo en el que se mira la izquierda y la ciudadanía para comprobar que el cambio además de deseable es posible, y por la influencia que el escaparate de esta ciudad tiene para todos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.