El presente trabajo busca destacar los aspectos y nuevos perfiles de dominio, sometimiento y explotación que la Inversión Extranjera Directa (IED) y las empresas transnacionales representan para las sociedades, las economías y los Estados nacionales en los países del sur. Es decir, se busca caracterizar y describir el perfil y las nuevas y más importantes […]
El presente trabajo busca destacar los aspectos y nuevos perfiles de dominio, sometimiento y explotación que la Inversión Extranjera Directa (IED) y las empresas transnacionales representan para las sociedades, las economías y los Estados nacionales en los países del sur. Es decir, se busca caracterizar y describir el perfil y las nuevas y más importantes expresiones que ha adquirido el capitalismo en la actualidad, no solamente para reproducir su patrón expropiador, acumulador y concentrador de riqueza (como se ha caracterizado históricamente en el pasado), sino también para expandir y generalizar su visión y modelo civilizatorio.
Argumentación
Nuevos objetivos. La presencia e intervención del capitalismo a través de la IED y las transnacionales, no se limita a la apropiación, explotación y concentración de las empresas, los recursos naturales, territorios y la riqueza de los países donde logra insertase [1] /. En realidad, este fenómeno de expansión del capitalismo en la actualidad (que se presenta ofreciendo a cambio tecnología de punta, ingresos, trabajo, responsabilidad social corporativa, progreso, etc.); generalmente no solo viene acompañado del dominio político y el manejo de la economía, sino que busca expandir el modelo civilizatorio occidental, a costa de la identidad cultural e histórica de cada país, su soberanía nacional y su derecho a decidir y desarrollar su propia visión del mundo. Es decir, actúa bajo la misma lógica de dominio y expansión colonial y de establecimiento de enclaves, que caracterizó el periodo inicial del capitalismo en el mundo, solo que reforzando el impulso por imponer y generalizar su modelo civilizatorio.
Este impulso hegemónico de dominio civilizatorio y cultural, no está exento del uso de la violencia, las invasiones territoriales y la guerra como método de imposición (aunque generalmente se encuentren encubiertas con el argumento de la lucha contra el terrorismo, la barbarie o el extremismo religioso, por ejemplo).
Adicionalmente, este proceso de expansión civilizatoria y neocolonial, no descuida la lucha y búsqueda de control geoestratégico global, porque pretende asegurarse la hegemonía y dominio sobre áreas y rutas geográficas claves de comercio y abastecimiento mundial (incluidos mares), como también el control de minerales estratégicos, hidrocarburos, recursos naturales (como el agua, los bosques y la biodiversidad). Es decir, provoca al mismo tiempo un proceso de desidentización nacional y un proceso de reidentización global (deconstrucción capitalista podría decirse), pero que en el afán de reproducir el sistema y su modelo civilizatorio, se efectúa aun a costa de socavar las bases materiales mismas de la vida.
La multipolaridad.- Terminada la guerra fría, pero sobre todo quebrada la bipolaridad existente a nivel mundial hasta la caída del muro de Berlin a finales de la década de los 80 del siglo pasado (como referente emblemático); se puede sostener que desde entonces y muy en contrario de las ideas de El Fin de la Historia (Francis Fukuyama), o del triunfo e instalación de un mundo unipolar donde solo prevalezca el liberalismo económico y político, es claro que más bien ha dado como resultado un contexto global multipolar.
Las consecuencias que ello ha contraído para el capitalismo tal como se lo conocía antes, es que ya no se trata de una sola cabeza (imperialista y colonial asociada con la imagen de EE.UU y los países desarrollados de Europa); sino de un espectro multipolar en pugna (aunque no necesariamente contradictorios o portadores de una alternativa al capitalismo), que enfrenta intereses chinos, rusos, norteamericanos, europeos (UE), financiero/comerciales, y hasta brasileños (este último identificado como un subimperio regional, aunque bastante pendiente de los intereses norteamericanos).
Las consecuencias de este nuevo escenario de pugnas y disputas por hacer prevalecer hegemonías que responden a intereses diferenciados (por el matiz de sus objetivos en lo económico y político), es que comparten el mismo denominador común en cuanto a su perfil extractivista, acumulador, concentrador de riqueza y reproductor del sistema civilizatorio capitalista. Es decir, que aunque exista una leve diferencia entre asociarse o conseguir un acuerdo con una empresa transnacional de origen chino, norteamericano u otro (principalmente por las implicaciones geopolíticas), en definitiva igual se deberá sufrir las consecuencias de su modo y sistema de dominio, explotación y sometimiento.
Asumiendo que la coexistencia de diversos intereses transnacionales en un mismo país es posible; la diferencia de lo que sucedía antes del establecimiento de la multipolaridad global, se encuentra entonces en cuál es el bloque de poder (representado en las transnacionales y la IED) que se instala o se decide escoger si fuera el caso (cuando las sociedades y los Estados no están previamente alineados y tienen oportunidad de decidir). En pocas palabras, existen diferentes opciones, pero el destino final es el mismo: la reafirmación y expansión del modo civilizatorio capitalista.
El beneficio de la duda.- A pesar de las evidencias incontrastables a nivel latinoamericano (no solo por la experiencia de dominio, sometimiento y explotación que contrajeron, sino por los graves daños socio ambientales, la contaminación y la pérdida de biodiversidad ocasionados), que sustentan y han formado el criterio en contra de la idea de favorecer la entrada de las empresas transnacionales y la IED; es muy curioso que se persista en considerarlos como agentes favorables y beneficiosos, y hasta como agentes claves de desarrollo. En tal sentido, es importante analizar algunos criterios clave, que permitan esclarecer esta especie de «beneficio de la duda» que puede servir como argumento para otorgar nuevas oportunidades a un viejo método y un sistema que pretende mostrarse renovado.
Uno de los argumentos aparentemente más consistentes (pero también desafiantes) para permitir la entrada de las transnacionales y garantizar de que efectivamente sean agentes claves de desarrollo, es aquella que considera que algunas (o varias IED y transnacionales), podrían lograr un desarrollo sostenible.
Cuando esta idea se compara con la realidad y lo que efectivamente se hace en los hechos, se descubre:
a) Que es imposible hablar de sostenibilidad, si persiste la lógica de la ganancia, la acumulación y la concentración de riqueza en pocas manos, y un modelo extractivista que funciona sobre la base de la explotación de recursos naturales no renovables; es decir extinguibles y finitos, que marcan el límite y la frontera del sistema y el modelo.
b) Que no se puede hablar de desarrollo sostenible, si bajo la lógica de la competencia, la ley del más fuerte y la exclusión, se destruyen modos de vida, prácticas culturales y visiones diferentes de entender y relacionarse con la naturaleza y el entorno, para imponer una única visión civilizatoria.
c) Que no hay sostenibilidad sin igualdad y sin respeto a la diversidad, la diferencia y la alteridad.
d) Que resulta un contrasentido hablar de sostenibilidad, cuando el sistema está orientado a agotar y consumir las fuentes de vida (agua, tierra, recursos naturales, etc.), provocando los desequilibrios estructurales y climáticos que están conduciendo al colapso mundial.
En fin, que mientras persista una relación NO armoniosa con la naturaleza y con el hombre, mientras no se abandone la lógica capitalista en todas sus aristas de dominación, explotación y sometimiento, y mientras persista el impulso neocolonizador que se empeña en consumir y explotar todo lo que encuentra a su disposición; no solamente no existe ninguna posibilidad de otorgarle el beneficio de la duda, sino que terminará por extinguir la propia vida planetaria.
Propuestas
¿Existen alternativas? Teniendo como premisa fundamental la necesidad de generar y desarrollar alternativas paradigmáticas diferentes al modo y sistema civilizatorio capitalista que todavía impera (por medio de la IED y las transnacionales), se pueden mencionar las siguientes:
a) Establecer y poner en práctica modelos alternativos de autogobierno y vida (como por ejemplo las comunales de Chiapas, en México, las agroecológicas y comunitarias que se ensayan en diversos lugares de Europa, o las barriales como la experiencia de «María Auxiliadora» para Vivir Bien en la zona sur de Cochabamba, Bolivia), que constituyen referentes en el proceso de construcción de alternativas diferentes al capitalismo, con el añadido que surgen desde las bases y la experiencia cotidiana del pueblo.
b) En aquellos casos en los que la IED y las transnacionales ya se han introducido en los países e inciden sobre sus economías, las alternativas son diferentes. En estos casos si de lo que se trata es de recuperar soberanía y luchar contra ellas, es evidente que no basta afectar sus intereses, o inclusive (como de hecho ha sucedido en países como Bolivia, Venezuela y Ecuador), de haber expropiado (lo cual inclusive supone un pago compensatorio que puede ser impugnado por las transnacionales en tribunales arbitrales internacionales), porque a pesar de ello puede (y de hecho sucede), que el poder, dominio y sometimiento de las transnacionales se mantenga. Es decir, que para resolver los problemas de fondo, así como los efectos perniciosos que provocan las transnacionales, deberíamos asegurarnos que su expulsión, esté asociada al cambio y transformación de las relaciones de producción y el establecimiento de un modo diferente y armonioso de relacionarse con la naturaleza y entre los hombres. Ello implica no postergar indefinidamente, sino echar las bases y los cimientos para la construcción de un nuevo tipo de sociedad. Expropiar y afectar los intereses de las transnacionales, pero manteniendo el sistema y modo de producción imperante, solo constituirá en un paliativo temporal, que pronto recaerá en los mismos vicios y problemas originalmente repudiados.
c) Si ha sido posible afectar los intereses y expropiar las empresas transnacionales (que en realidad implican recuperar activos, bienes y recursos propios, incluyendo la soberanía sobre los mismos), es claro que no son imprescindibles, ni necesarias, pero sobre todo que existen formas alternativas de encarar y construir un modo de vida y producción diferentes. Si las empresas transnacionales han sido derrotadas (como existen ejemplos innumerables en la historia de los países del sur); entonces no existe razón, ni argumentos que pretendan convencer o sugestionar de que el modo de vida y la sociedad sin ellos es imposible. Todo lo contrario, es un falso dilema imaginarse o creer que sin la IED o las transnacionales es imposible el desarrollo y son precisamente estos hechos (de rebeldía, dignidad y lucha) que demuestran que las sociedades pueden dar lugar a alternativas, soluciones y respuestas diferentes al impuesto por el capitalismo. Y ello es así, no porque sean actos de rebeldía, sino porque el día después sí se continuó adelante, con nuevas y renovadas energías.
d) En los casos en los que la correlación de fuerzas es adversa y las transnacionales han logrado impregnar, controlar y mantener hegemonía sobre el Estado y la sociedad; entonces resulta imprescindible proteger, defender e impulsar todas aquellas iniciativas ciudadanas y populares, orientadas a desenmascarar, denunciar y poner en evidencia los efectos perniciosos que provoca el accionar de ellas. Libertad de información, pensamiento, discrepancia y conciencia, resultan imprescindibles herramientas, sobre todo cuando se encuentran al frente regímenes sectarios, secantes y excluyentes que pretenden monopolizar y representar la verdad y la voz, como si ésta fuese única, o como si solo existiese una sola forma de ver las cosas y la realidad. Al efecto, la participación social, la movilización y la deliberación amplia, transparente y sin condicionamientos, constituyen requisitos necesarios para buscar y encontrar respuestas y soluciones consensuadas y conjuntas. Ello significa que no basta opinar, o votar, sino que es imprescindible decidir y actuar colectivamente en dirección a la construcción comunitaria de los objetivos y el proyecto consensuado. El concepto de la democracia, por tanto, cambia y se profundiza para adquirir cada vez más aquel sentido original (demos=pueblo; cratos=gobierno), aunque en este caso cada vez menos delegativo a poderes, instituciones e individuos que terminan usurpando una atribución que nos corresponde a todos.
Nota
[1] / Acumulación por desposesión la denominará David Harvey.
Arturo D. Villanueva Imaña, Sociólogo, boliviano. Cochabamba, Bolivia; Junio 7 de 2016.
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