M.H.: En Argentina estamos atravesando el que he denominado «agosto caliente» que comenzó el jueves pasado con el «ruidazo» contra el aumento de tarifas, siguió el domingo con la movilización desde San Cayetano por Pan, Paz, Trabajo, Tierra y Techo, continuó el martes con la convocatoria a Plaza de Mayo de los sindicatos antiburocráticos y […]
M.H.: En Argentina estamos atravesando el que he denominado «agosto caliente» que comenzó el jueves pasado con el «ruidazo» contra el aumento de tarifas, siguió el domingo con la movilización desde San Cayetano por Pan, Paz, Trabajo, Tierra y Techo, continuó el martes con la convocatoria a Plaza de Mayo de los sindicatos antiburocráticos y de la izquierda y este jueves se realizará el paro de los estatales, acompañado por paro docente en varias provincias y, finalmente, la preparación de la Marcha Federal para fines de mes. Lamentablemente una lucha todavía fraccionada, pero se están empezando a calentar los motores.
Luego de ponerlo al día, quería conversar sobre la situación de España, ya que la semana pasada Pedro Sánchez, el secretario general del Partido Socialista Obrero Español, se negó a prestarle cualquier tipo de apoyo para formar gobierno a Mariano Rajoy. Esto plantea una situación similar a la que ya ha vivido España, sus instituciones y la posibilidad de una tercera elección. ¿Cuál es su análisis sobre esto?
G.A.: Están en un empate, porque la derecha más recalcitrante, el Partido Popular de Rajoy, está perdiendo influencia y no puede gobernar por sí solo. Para tener una mínima estabilidad necesita aliarse con alguien. El otro sector de la derecha, Ciudadanos, está muy disminuido porque sus votos se concentraron en la última elección en el partido de Rajoy y no quiere ser fagocitado, entonces no le da el apoyo. La alternativa sería, como han hecho varias veces, formar un gobierno de coalición con los socialistas que no son iguales a la derecha pero que han hecho los peores programas de austeridad exactamente iguales a los del Partido Popular. Pero los socialistas tampoco quieren derrumbarse haciendo eso porque ayudarían a Podemos. Podemos, por otra parte, ha tratado en las últimas elecciones de girar a la derecha todo lo posible, para conseguir votos socialistas y poder crecer. Y le fue mal porque, por el contrario, perdió votos por la izquierda. Todavía no los ha recuperado porque sigue en una indecisión entre hacer una política esencialmente destinada a las instituciones y al Parlamento, una política electoral, cosa que no les interesa a los españoles, o hacer una política más de movilizaciones que le daría apoyo, pero tiene miedo de hacer eso. Además Podemos está dividido. De modo tal que está en un callejón sin salida y no hay quién pueda sacar provecho. En las próximas elecciones, salvo en Galicia, donde parecen ganar los independentistas unidos a Podemos, éste aparece perdiendo votos. Porque en la medida que no se diferencia radicalmente de los partidos de centro derecha y derecha, donde el centro derecha está bastante a la derecha, como los socialistas, pierde apoyo popular y no hay incentivo para la juventud, y se mantienen las fuertes abstenciones.
Entonces, hay una situación sin salida. La clave de todo tendría que ser una izquierdización, una radicalización, que Podemos en vez de pensar en las elecciones las considerara simplemente como un sub producto de la lucha y se pusiera a construir, a presentar luchas por reivindicaciones, a ejecutar sus programas, incluso no estando en el gobierno. Pero no, tiene la visión clásica de la socialdemocracia y de los partidos comunistas, que el gobierno se gana desde el gobierno.
M.H.: En nuestra última conversación hace dos semanas abordamos el golpe contra Erdogán en Turquía, quien terminó acusando a Occidente por ese golpe fallido. Pero ayer se reunió con Putin en el marco de que las relaciones entre Turquía y Rusia habían alcanzado su peor momento en noviembre del año pasado, cuando un avión ruso fue derribado por el ejército turco en la frontera siria, eso había sido seguido por una escalada de tensiones en las relaciones diplomáticas, acusaciones cruzadas, sanciones económicas de Rusia a Turquía. Putin aseguraba que Rusia no olvidaría el derribo de su bombardero, acción que tildaba de crimen de guerra, las autoridades turcas respondían de forma igualmente dura; sin embargo, ayer se reunieron, y parecen haber cruzado elogios y desplegado sus buenas intenciones. ¿Qué análisis le merece este giro entre estos dos países?
G.A.: Por empezar Rusia y Turquía son limítrofes y toda esta historia es la historia de guerras, conflictos, ocupaciones, de búsquedas de equilibrios apoyándose en otros. Turquía en todas las guerras, estuvo en contra de lo que entonces era la URSS, se había apoyado en el Káiser, la monarquía del imperio alemán, contra los otros imperialismos y contra Rusia.
Turquía está peleada con todos los Estados árabes porque fueron colonias de Turquía hasta 1918, está peleada con Rusia y además el conflicto principal está en el Estado Islámico (EI). Turquía es el que vende el petróleo del EI, lo que le permite a éste obtener una fuerte fuente de ingresos, además de lo que le dan Qatar, Arabia Saudita y EE. UU. Mientras tanto, Rusia bombardea al EI porque no quiere tener un Islam fundamentalista, que por otra parte bastantes problemas le causó en Chechenia.
Hay un conflicto de fondo, pero en la medida que Turquía queda aislado totalmente de Occidente por la barbarie de la represión interna, la Unión Europea no lo puede aceptar a Erdogán, que pide a EE. UU. que extradite al que fue Primer Ministro turco a quien acusa de liderar el golpe, pero EE. UU. se niega.
Por la ruptura virtual con Occidente Turquía trata de chantajear a EE. UU. en particular, diciéndole que si no le dan apoyo, entonces se va a apoyar en su enemigo, en Putin, que le va a dar todo a condición de un acuerdo. Como Putin no es antiimperialista, ni tampoco socialista, pero es un hombre tremendamente pragmático, y un gobernante ruso que mira los intereses de Rusia como potencia imperial en la zona, está dispuesto a aliarse con el diablo o al menos a llegar a un acuerdo parcial con el diablo. Con la idea de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, Erdogán chantajea a EE. UU. esperando con eso parar la ofensiva siria, rusa, europea y en parte de EE. UU. contra el Estado Islámico. Es un problema de la geopolítica clásica de los Estados del siglo XIX. Hoy me alío con vos, mañana te hago la guerra, pasado me alío con el que está en mi frontera para enfrentarte, y así.
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