«Cuando los hombres son hombres verdaderamente, ni se mueren ni se entierran, se siembran para perdurar» Julián Conrado, cantor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo Cuando una persona, como yo, ya cumplió los 50 años, tiene muchas personas de su vida que ya no la acompañan, porque la naturaleza sin piedad […]
Julián Conrado, cantor de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo
Cuando una persona, como yo, ya cumplió los 50 años, tiene muchas personas de su vida que ya no la acompañan, porque la naturaleza sin piedad le pasó la cuenta. Las primeras veces el dolor es casi insoportable, después, poco a poco, se aprende a aceptar estas ausencias. Pero por algunos seres especiales nunca el vacío que dejaron se llena o desaparece, cada día, cada minuto, que pasan, con necedad, las percibimos al nuestro alrededor. Ya a mí me había pasado con mi hermana Celia Hart Santamaría o mi Comandanta Bertha Cáceres, mujeres elegidas por la vida para ser únicas, para tocar el corazón tan profundamente de quienes las conocimos, que sus huellas más nunca desaparecieran. Pero ahora con Fidel es algo sin explicación, nunca conocí al Comandante en Jefe personalmente, lo veía como un héroe, pensaba que su muerte claramente me iba a doler, pero lo sentiría como algo grande, como un personaje diáfano e inalcanzable que siempre queda como paradigma.
No, claramente no fue así, y el hecho de no ser cubana tampoco importa.
Las lágrimas siguen saliendo mientras veo esa pequeña cajita que preserva tus restos mortales dando el último saludo a tu pueblo, Fidel, y no puedo aceptar que una vida tan llena y trascendente pueda conseguir quedarse en tan poco espacio.
Viviendo en Cuba desde hace 16 años aprendí del pueblo cubano que… Fidel es Fidel.
Su mirada tan profunda, tan astuta, sus dedos tan finos, tan largos, tan inquisidores me acuerdan a mi padre biológico, mi héroe personal, que admiro con sus errores y sus virtudes, que nunca pude perdonar por que dejó este mundo años atrás.
Fidel tiene ese poder, en todos los cubanos y las cubanas en todos los revolucionarios y las revolucionarias verdaderos alrededor del mundo, que tiemblan delante de cada injusticia que perciben (no los que utilizan hasta este luto para relucir su personalidad y ponerse, solitos, medallas que no existen, y puedo asegurar que vi unos cuantos por allí).
Él supo sembrar dignidad, rebelión, revolución, humanidad, unidad, internacionalismo, pero también sentimientos de familiaridad y cercanía. De verdad que no acabo de entender el odio de los chacales de la otra orilla que festejan la desaparición física del León, que no quieren reconocer la magnitud del León, y creen que comiendo carroñas pueden entrar en la historia. Un padre nunca es perfecto, por ser padre, hiere más cuando nos enfrenta, cuando nos castiga, y nosotros no estamos de acuerdo. Pero Fidel no es Dios, su grandeza fue sembrar ese sentimiento familiar que nos permite aceptar sus errores. Mi corazón sigue apagado, triste, pero más fuerte, más rojo y más rebelde, porque «Revolución es cambiar todo lo que debe ser cambiado…es no mentir jamás ni violar principios éticos»: yo también lo juré con el pueblo cubano. Sé que estas líneas no serán de agrados para mucho, pero como escribía el otro día el grupo musical cubano Buena Fe: Hay días en que hay que ser uno y que te odien o te quieran, pero en paz contigo mismo.
Ida Garberi es corresponsal de Cubainformación en Cuba
Blog de la autora: http://idagarberi.blogia.com/
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