Si todos los archivos contaban la misma mentira, la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad. (George Orwell 1984) En su ensayo Las tres caras de Clío [1] , Nietzsche, el asesino más célebre de Dios, nos habla de La historia monumental, La historia anticuaria y La historia crítica. Sus tres […]
Si todos los archivos contaban la misma mentira, la mentira pasaba a la Historia y se convertía en verdad.
(George Orwell 1984)
En su ensayo Las tres caras de Clío [1] , Nietzsche, el asesino más célebre de Dios, nos habla de La historia monumental, La historia anticuaria y La historia crítica. Sus tres enfoques rompen los rígidos moldes que nos enseñaron en las escuelas y suponen un buen punto de partida para reconstruir el pasado con rigor y espíritu crítico.
Para el filósofo alemán:
La historia monumental es aquella que el poder utiliza para ensalzar y magnificar las gestas de nuestros de nuestros antepasados. Con esas hazañas (que nos recuerdan los libros de texto, el cine, los discursos políticos, etc.) se pretende elevar la autoestima del pueblo, (sobre todo en épocas de crisis y vacío ideológico) para que no piense en las miserias y malas políticas del presente.
Esta historia dirige la mirada hacia todo que se considera glorioso (La Batalla de Lepanto), las gestas de los héroes (La Conquista de América) o de los reyes: la expulsión de moros y judíos para finiquitar la reconquista o la fundación de un Imperio donde nunca se pone el Sol.
Esta es la historia que retrata «la memoria oficial y desde arriba». El pueblo aquí carece de valor. Sólo es útil como carne de cañón, pagador de impuestos, como donante de sus hijas para que el señor ejerza el derecho de pernada, para suministrar soldados para hacer la guerra, para poner piedras «en las pirámides», para sacar metal de las minas, etc.
La historia anticuaria es la que invita a escapar del presente (al igual que la anterior) y dirigir nuestra mirada al patrimonio que nos dejaron nuestros abuelos históricos. Gusta de hipnotizar a la gente para que venere todo lo antiguo y de educar «para que veamos con desconfianza todo lo nuevo, los cambios». Las ideas nuevas (antisistema) constituyen una grave amenaza para conservar los valores impolutos de nuestra civilización superior. Los innovadores, sobre todo en política, se proponen, según esta corriente, «matar el alma y el legado del pasado».
La historia anticuaria es la gran aliada del turismo de masas y del consumismo compulsivo. No es de extrañar que los privilegiados -que tienen pánico a los retos del presente y a las «demandas revolucionarias» – no dejen de recordarnos que somos la segunda mayor potencia turística del mundo y que nuestro bienestar depende de la pasta que gasten aquí los visitantes foráneos. Eso convierte una parte importante de nuestro país en un gigantesco Parque de Atracciones. Para esta historia el pueblo también carece de valor como protagonista, en cambio es considerado valiosísimo como consumidor, -ya que el consumismo es la religión de la Postverdad- y, como pagador de impuestos. Los dos tipos de historia mencionadas coinciden en un mismo ideal: perpetuar el adagio del palo y la zanahoria.
La historia crítica. Ésta es la más necesaria y la que aborrecen los gobernantes del establishment. Ésta es la que no se enseña ni en las escuelas ni en las universidades, pues encierra el peligro de que «el pueblo despierte y tome conciencia de las mentiras que se ha tragado durante siglos y milenios».
La historia crítica es aquella que se adentra en el pasado con la mente abierta y que da valor «a cosas que normalmente desprecian los gobernantes. Esta cara de Clío rescata al pueblo como protagonista de la historia (aquí nos viene al pelo una pregunta que hacía Eduardo Galeano ¿Quién ha construido el mundo? Ante el silencio del interpelado respondía: Los obreros ¡hombre! Los obreros).
La historia crítica es aquella que trata de ajustar cuentas con el pasado y poner cada cosa en su lugar desde una perspectiva que aborrece el relativismo. Es la Historia que nos permite imaginar una nueva enseñanza del pasado y nos anima a combatir la propaganda de la Historia Monumental y la Historia Anticuaria, cuya misión es, entre otras cosas, que vivamos con los ojos vendados. La historia crítica trata de librar al presente de las cadenas del pasado.
Para el profesor de Basilea, «el estudio histórico saca a la luz tanta mentira y hechos absurdos y molestos que la idea de piedad (heredada de la religión) se desmorona completamente».
Nota:
[1] Consideraciones Intempestiva (1873-1875). Segundo fragmento «De la utilidad y los inconvenientes de los estudios históricos para la vida».
Blog del autor: http://www.nilo-homerico.es/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.