Introducción La historia política del Estado se ha visto caracterizada por su desarrollo en términos institucionales, la visión de que el Estado es una entidad propia que produce y ejerce dominación responde a un característica del poder – racional donde la política, las leyes, la sociedad se unifican a través del imperio de la ley […]
Introducción
La historia política del Estado se ha visto caracterizada por su desarrollo en términos institucionales, la visión de que el Estado es una entidad propia que produce y ejerce dominación responde a un característica del poder – racional donde la política, las leyes, la sociedad se unifican a través del imperio de la ley y la regulación de la conducta humana en un territorio delimitado por aspectos culturales y demográficos.
La lógica de un Estado que históricamente se ha constituido como unidad también representa la legalidad sobre los campos sociales del individuo, ya bien menciona Bourdieu (1996) que el campo cultural determina la forma del estado incorporado. La primera se caracteriza por el uso de lenguajes culturales y patrones que objetivizan al estado por medio de los bienes culturales. La segunda, menciona que es la maquinaria, los instrumentos y la acción del sujeto que facilita un tipo de estado institucionalizado debido al desarrollo en términos de capital cultural al interior del mismo.
Por ello, las funciones que se han desarrollado en el Estado se caracterizan por el uso de medios y fines que contribuyen a la construcción del mismo. Desde la mirada ontológica del Estado han existido corrientes predominantes como la liberal- procedimental, funcional – estructuralista, marxista y analítica entre otras que han visto al Estado como una agencia, instrumento, unidad y campo que constituye la identidad política del individuo en un escenario público. Acá se muestra que la noción de Estado responde a modelos y tipos de ideales que configuran su razón de ser y la práctica en los asuntos de interés general.
El locus de enunciación del Estado nos remite a la modernidad como un proyecto que se caracterizó por impulsar las ideas modernas, las revoluciones políticas, el desarrollo de la ciencia, la técnica y el mercado pero en especial la división social del trabajo como eje fundamental en la construcción de un Estado con mayor aceptación social y que tuviera una estructura y proceso político amplio para dar elementos a la idea de sistema político (Habermas, 1999).
Es así que el desarrollo de la modernidad ofreció elementos para analizar la institucionalización del poder político, y la separación en términos pragmáticos de la iglesia, la clase noble, la concentración del poder, la educación tradicional y ciertos privilegios que se articulan con la materialización del Estado Moderno. Es decir la división de poderes y la laicidad de la política y educación fueron los asuntos más relevantes. En esa senda Habermas señala que los ejércitos, la justicia, lo público, la ética son campos que debe apropiarse del sistema y superar los vacíos y crisis que existe en diversas situaciones sobre lo relevante y lo irrelevante en la formación del Estado en un proceso tardío del capitalismo moderno (Habermas, 1999).
Al mismo tiempo, la consolidación de los Estados – nacionales europeos se caracterizaron por forma una clase burocrática mediantemente eficiente, un poder local fuerte, un ejército estable y un ejercicio legal de la fuerza que garantizara la seguridad interna y externa del territorio y el ciudadano. En ello, la violencia vista como el «monopolio legítimo de la coacción física para el mantenimiento del orden vigente» (Weber, 1968) responde a un ejercicio basado en la dominación del individuo y la fuerza que el Estado ejerce en la esfera íntima del ciudadano.
Una aproximación a la conceptualización del Estado (Desarrollo)
El juego analítico que existe en Weber se articula con la postura de un Estado como instituto político que tiene la capacidad de mantener un orden y generar una especialización de un tipo de clase, la burocracia en específico. Donde emerge tipos de ordenes: el jurídico, el legal, el racional y el político como elementos que pretende mostrar la validez de la acción que se ejerce en un determinado territorio, esto da cabida a la figura de los posibles limites en termino políticos del Estado.
De esta forma, el desarrollo de las instituciones y el control de la burocracia se convierten en una característica que determina el Estado-Moderno, al momento que ofrece una posible estructura de la sociedad civil en términos de autonomía y legitimidad como aspectos fundamentales para generar cohesión y representación en el territorio. Una de las acepciones más recurrentes desde la perspectiva funcionalista del Estado es verlo como un sistema político que se apoya en el intercambio de sistemas, y el funcionamiento de las interdependencias para construir un actor basado en una escala de valores entre la acción y la práctica como una orientación desde la ciencia, la política, el derecho que se convierten en elementos que muestran la dimensión analítica del Estado, lo que proporción una visión del Estado como sistema de interrelación dependientes entre sí, y con un orden que da elementos para analizar la complejidad de la sociedad (Luhmann, 1993).
El desarrollo de la unidad del Estado representa más allá del fortalecimiento institucional también la complejidad de la sociedad, estos elementos hacen parte de la conceptualización del Estado pero no soslayan aspectos como: la coerción del poder, el poder infraestructural y la variedad de una idea filosófica que cuestiones el tipo de territorio y los instrumentos de coerción y opresión que ejerce el mismo Estado como aparato. Desde la teoría política los elementos como el proveer la seguridad, el mantenimiento del orden, la estabilidad en términos sociales se convirtieron en posturas de larga data para los estudiosos del Estado, ya bien hablar de este tipo de instituciones responde a tradicional del Estado en el mayor sentido weberiana.
Una mirada alterna sobre el Estado y su enfoque monolítico lo encontramos en la teoría del «State in Society» de Joel Migdal que manifiesta la contraposición al Estado visto como un conjunto de leyes donde existe una perspectiva antropológica del Estado, y pone en el escenario una lógica de prácticas políticas, interrogantes institucionales y la relevancia de una ciencia coherente y eficaz al interior de la sociedad (Migdal, 2011).
Las condiciones materiales que emergen del Estado se relacionan con la forma de autoridad que tiene al interior y exterior del territorio, acá la acción, autonomía y legitimidad se articula con el Estado como un marco de poder que responde a la idea permanente de conflicto e intereses que se pueden negociar de forma eficaz para generar inclusión en la agenda política de las instituciones.
En el marco epistémico de la teoría política según Migdal el Estado – Moderno responde a una reflexión histórica que diseña la forma de acción y constitución en el sentido político- burocrático. Lo que convierte el Estado como uno de los problemas contemporáneos de difícil compresión debido a su extensa conceptualización por ser un campo de la sociología política que rescata los actores, su tipo de racionalidad y la interacción social que constituye la unidad motora de la sociedad.
En efecto, la distinción que hace Migdal sobre la construcción del Estado y su figura como unidad tiene amplia diferencia con la lógica weberiana del Estado como un simple motor que cohesiona y ejerce la violencia a través de sus medios, ya con Migdal sucede que las nociones del Estado como son: el territorio, gobierno, ley, legitimidad, ciudadanía, poder entre otras. Asumen un carácter asociativo que vincula a la institución gobierno para subsanar los vacíos que existe referente a la acción política.
La distinción positiva que existe en el texto de «State in Society» es que el Estado es: «un campo de poder marcado por el uso y la amenaza de violencia y conformado por 1) la imagen de una organización dominante coherente en un territorio, que es una representación de las personas que pertenecen a ese territorio, y 2) las prácticas reales de sus múltiples partes» (Migdal, 2011: 34). En esta lógica el campo en el sentido bourdiano responde a las fronteras que no dan peso a los procesos centralizados y ligados a lo gubernamental, por el contrario, da mayor fuerza a los procesos y relaciones de poder no- formalizadas que se articula con las prácticas, actores, discursos y colectivos que desarrollan procesos a su interior.
Otra característica que aparece bajo la lógica conceptual del Estado en Migdal, es que el orden social representa un actor y espacio que se articula de forma múltiple pero creando normas, ejercicios de dominación y acciones en función del Estado con una imagen que unifica la sociedad. Y pone entredicho la estratificación social, la disposición de los recursos, los proyectos políticos en común, y en general las contiendas del Estado como una fotografía que produce estabilidad y contribuye a la transformación de la sociedad-Institución.
Una crítica desde el pensamiento decolonial (conclusión)
La discusión en torno al Estado tiene como característica la raíz del pensamiento moderno que se encuentra en autores como: Weber, Habermas, Migdal, Luhmann entre otros. Los cuales rescatan la categoría de territorio, autonomía, poder, unidad, imagen, sistema político como elementos que constituyen la identidad y el corpus ontológico del Estado. No obstante, la forma como se ha implantado y pensando ese tipo de ideal de Estado responde a una noción eurocéntrica del conocimiento dado que estos pensadores reflexionan desde su contexto, y en algunos casos desconocen las particularidades y fenómenos que ha sucedió en Latinoamérica. Ya bien lo mencionaba Dussel (2007) cuando señala que la particularidad de la historia latinoamericana y de la crisis estructural producto de la influencia de un colonialismo epistémico se articula con la idea de hacer una crítica de la crítica a las corrientes predominantes del conocimiento, puesto que desconoce y niega elementos particulares de la realidad política latinoamericana.
Por ello, «los fenómenos inmersos en las realidades latinoamericanas, se enfrenta a condiciones como la pobreza, la violencia y el despojo en donde existen un tipo de racionalidad instrumental y un ejercicio de explotación sobre los «recursos naturales», contribuyendo a los bajos niveles de desarrollo humano, las prácticas de corrupción por parte de los gobierno, generando así a la poca – distribución de la riqueza con los más necesitados» (Figueroa, 2015: 5). A esta serie de particularidades la visión que existe del Estado- Moderno europeo no tiene gran articulación debido a los vacíos y problemas de larga duración que tienen los territorios latinoamericanos, acá el proceso tardío del capitalismo ha generado una desigualdad de poderes y condiciones materiales e inmateriales en la consolidación del Estado mostrando un panorama postergado de la conceptualización sobre el Estado.
En conclusión, el pensamiento decolonial ofrece una mirada alterna sobre la forma de conceptualizar el Estado y reconocer lo común y diferente que existe en la experiencia latinoamericana. Esto pone en tela de discusión la corriente predominante de las ciencias sociales y la lógica de pensar desde allá desconociendo las circunstancias internas del propio Estado latinoamericano. Lo que implica una negación sin conocer el trasfondo de procesos sociales, políticos y económicos que han influido en una conceptualización crítica que responda a la característica y momentos que ha vivido la región latinoamericana.
Bibliografía
Bourdieu, P. (1996). Espíritus de Estado. Génesis y estructura del campo burocrático. Revista Sociedad, 8, 49-62.
Dussel, E. (2007). Cinco tesis sobre el «populismo». En R. E. Martha, El eterno retorno del populismo en América Latina y el Caribe (págs. 1-19). México: Pontificia Universidad Javeriana.
Figueroa, J. J. (2015). Crisis y alternativas frente a las lógicas neoliberales, una reflexión desde el pensamiento crítico Latinoamericano. Analéctica. Revista Electrónica de Pensamiento Crítico, 1-10. Recuperado de: http://www.analectica.org/wp-content/uploads/2015/11/Capera-y-Huertas.pdf
Habermas, J. (1999). Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Buenos Aires: Amorrortu.
Luhmann, N. (1993). Teoría Política del Estado de Bienestar. Madrid: Alianza Universidad.
Migdal, J. S. (2011). Estados débiles, Estados fuertes. México: Fondo de Cultura Económica.
Millán, J. A. (1999). Sociedad y política: una relación multidimensional. . En Sociedad y política: temas de sociología política. Alianza Editorial. 19- 70.
Weber, M. (1968). Economy and Society. New York: Bedminster.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.