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Un poquito de veneno sí mata…

Fuentes: Politika

¡Cuan difícil es dar lecciones en política! Nos equivocamos una y otra vez, y finalmente la cuestión reside en saber si somos capaces de recapacitar, de reexaminar todo, para alcanzar la tan ansiada y escurridiza lucidez de los sabios. Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso, fue un alquimista, médico y astrólogo […]

¡Cuan difícil es dar lecciones en política! Nos equivocamos una y otra vez, y finalmente la cuestión reside en saber si somos capaces de recapacitar, de reexaminar todo, para alcanzar la tan ansiada y escurridiza lucidez de los sabios.

Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso, fue un alquimista, médico y astrólogo suizo conocido entre otros por una aseveración que hizo escuela: «Nada es veneno, todo es veneno, la diferencia está en la dosis».

El resultado de la primera vuelta de las presidenciales chilenas nos entrega una brillante ilustración. La involución provocada por la dictadura cívico-militar fue tan radical en todos los ámbitos, que un poquillo de aire fresco le hace correr un peligro mortal al «modelo».

La radicalidad de un programa político ya no se mide en el extremismo de sus proposiciones, sino en los átomos de aire fresco que hace entrar en un sistema que respira aire viciado. El entorno natural de la muerte cívica es la oscuridad: el Nosferatu criollo no soporta ni siquiera media docena de fotones.

La reforma del sistema electoral, diseñada con la ayuda del cálculo diferencial para introducir reformas micrométricas, terminó siendo un veneno mortal. El monstruo no soporta la luz, ni siquiera en dosis propias de la mecánica cuántica.

Curiosa época en la que la radicalidad de un programa político reside en su moderación. Una sola reforma en serio, desestabiliza mortalmente un modelo diseñado para servir de ejemplo en el mundo. Nosferatu no soporta la luz. Ni siquiera dosificada a la escala del lúmen.

Osvaldo Rosales -jefe programático de Guillier- y José Antonio Kast -hijo putativo de Jaime Guzmán- lo saben. Coinciden.

El primero se pone el parche antes de la herida descartando el fin de las AFP en el caso que Guillier lograse el milagro de llegar a La Moneda. En otras palabras, Rosales crea condiciones de posibilidad ahuyentando a manotazos la idea de que Guillier pudiese hacer algo útil para millones de ciudadanos. Una herida mortal para un sistema en el que el ahorro obligado de millones y millones de ciudadanos financia el sojuzgamiento y la sumisión de esos mismos ciudadanos.

José Antonio Kast tampoco se equivoca -hay que reconocerle la virtud de la clarividencia- cuando señala que el Frente Amplio «está tratando de ponerle requisitos populistas a Guillier». Populismo, etimológicamente, viene de pueblo. Para Kast la noción de pueblo equivale a una fuente luminosa lanzada al rostro de Nosferatu. Kast es lúcido, dispone de la virtud de la presciencia y el vaticinio. No se equivoca. No le cree a Diderot -un tanto escéptico en este caso- quién aseguraba que «Introducir un rayo de luz en un nido de lechuzas solo sirve para enceguecer a sus habitantes».

Cualquier reforma significativa desestabiliza el sistema. Kast y Rosales lo saben. Camilo Escalona, Osvaldo Andrade, Andrés Zaldívar, Fulvio Rossi, Lily Pérez y unos cuantos otros, también.

Lo propio del cogobierno practicado de 1990 en adelante por la Concertación y Democracia y Progreso (devenidos respectivamente Nueva Mayoría y Chile Vamos) es no apartarse del sendero del Gattopardo: cambiar lo ancilario para que nada cambie en el fondo.

Las fallidas reformas micrométricas anunciadas por Bachelet, con el apoyo incierto de parte de su coalición, alertaron a los más conservadores más lúcidos. Il y avait péril en la demeure. La prueba: la noción de gratuidad en la Educación terminó por imponerse universalmente, -incluso a Sebastián Piñera-, como en su día se impuso en la consciencia nacional la nacionalización del cobre que fue aprobada por la unanimidad del Congreso.

Debatir de las cuestiones de fondo que interesan el devenir nacional y la suerte de millones y millones de compatriotas es el verdadero desafío. Entre la luz y la oscuridad, la ciudadanía no tiene donde perderse. Por algo el lema original del emblema patrio fue Post tenebras lux.

Para la Nueva Mayoría y Chile Vamos el sendero se hace cada vez más estrecho: las tensiones provocadas por 44 años de reacción y conservadurismo hacen que un poquito de veneno sí mata.

Para oponerse a la oscuridad que nutre al Nosferatu nacional, a Chile hay que prescribirle un tratamiento de luminoterapia. Intenso, el tratamiento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.