Oportuno el entorno del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, para aludir a la paranoica propensión de Occidente, capitaneado por EE.UU., a distinguir supuestas pajas en ajenos ojos cuando los propios sufren el escozor de inmensas vigas. Occidente, sí, que en su miopía interesada otorga inamovible y privilegiado estatuto a los llamados […]
Oportuno el entorno del 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, para aludir a la paranoica propensión de Occidente, capitaneado por EE.UU., a distinguir supuestas pajas en ajenos ojos cuando los propios sufren el escozor de inmensas vigas.
Occidente, sí, que en su miopía interesada otorga inamovible y privilegiado estatuto a los llamados «derechos de primera generación», o sea, a los civiles y políticos, en cuyo fondo subyacen las reivindicaciones burguesas de la sacrosanta propiedad, por la cual hoy se sigue empuñando la falacia de la abstención de los poderes públicos, para legitimar el modo de producción capitalista, presentándolo con el abstracto término de democracia.
Los superricos dan por preteridos los de «segunda generación», que en cambio exigen prioritaria intervención del Estado, con el objetivo de que los más desfavorecidos puedan hacerlos efectivos. Son los económicos, sociales y culturales, surgidos a lo largo de los siglos XIX y XX, impulsados por las luchas de los obreros contra las duras condiciones de labor y existencia que se les imponían.
En contraposición a los dictados de los «dueños» del planeta, se trataría (se trata) de combinar ambos tipos de fueros, junto con los «de tercera generación», que incluyen la capacidad de los pueblos de autodeterminarse, frente al colonialismo, al neocolonialismo, al neoliberalismo; el disfrute de la paz, del desarrollo para todos; y, entre otros, la prerrogativa de la asistencia humanitaria en cualquier rincón del globo ante situaciones de extrema gravedad: conflictos bélicos, catástrofes naturales…
Por cierto, con respecto a esto último, mientras las potencias han aportado, si acaso, una infinitesimal parte de su opíparo PIB al «reverdercer» del Caribe tras el huracán Irma, los hermanos del área proveen a los damnificados del mayor de los espaldarazos posibles. En tanto los Estados Unidos no se emplean a la altura de su poderío en el renacer de Puerto Rico, y en el de sus asolados ámbitos continentales, alguien como el conocido intelectual Ignacio Ramonet, en una visita a Cuba, constató que las acciones de recuperación devienen proverbiales. «Podríamos decir -sentenció, emocionado- que esto que está ocurriendo aquí, en este momento, es el pensamiento de Fidel en actos, en acción, lo que demuestra que sigue absolutamente vivo, su pensamiento está vivo y sus enseñanzas están vivas».
Huelgan los comentarios. Como nos enseñara el líder, la Revolución no abandona a sus hijos. Pero ¿por qué referirnos a la Isla en la órbita de tan señalada jornada? Porque, como subrayara Guillermo García en la digital Rebelión, la libertad, la igualdad, la solidaridad y los derechos humanos son conceptos tan entrelazados, que no se pueden entender ni hacer realidad aisladamente. En la nación caribeña se dan al unísono. Por eso resulta la mar de irritante que una representante del Imperio, la vocera del Departamento de Estado, Heather Nauert, junto con otros funcionarios, nos vengan con que los comicios nuestros están viciados, y que «intentan vender en el mundo el mito de una democracia». Menudo desconocimiento la de esta portaestandarte de la Nueva Roma, coincidamos con la presidenta de la Comisión Electoral Nacional, Alina Balseiro Gutiérrez, quien en aguda respuesta reiteró la esencia e importancia de las «reuniones de vecinos donde el pueblo, libremente, sin presión de ningún tipo, propone y nomina a sus candidatos».
«¿Quiénes custodian las urnas?», se preguntó en voz alta. «Los pioneros. ¿Quiénes son nuestras autoridades electorales? Más de 200 000 en todo el país; es el pueblo investido de autoridad. Ciudadanos de las circunscripciones que comparten allí su vida cotidiana, se capacitan y, voluntariamente, ejercen su función».
¿Más acendrados derechos que estas asambleas? Ni pensarlo. En los Estados Unidos, sin ir más lejos, lo que prima es el dinero, y los partidos políticos, las élites, «e incluso puede ser electo quien no cuente con la mayoría de los votos del pueblo, como ocurrió con Donald Trump».
Menudo «temple» hay que tener para acusar a alguien a cuya economía, con un feroz bloqueo, se ha causado daños por un monto de 822 280 millones de dólares, habida cuenta la depreciación del billete verde ante el valor del oro. A precios corrientes, suman 130 178.6 millones… (A pesar de lo que se garantiza el acceso a la salud, la educación, la seguridad social…). Es decir, que practicas una sangría y criticas a la víctima por la hemorragia (pobreza) que le has ocasionado. Y entonces el gran vulnerador Occidente, comandado por Norteamérica, insiste en arremeter con más saña el 10 de diciembre. Cosas veredes.
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