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El autoritarismo que duele a las oligarquías

Fuentes: La pupila insomne

«La idea central que Marx legó al siglo XX y a siglos posteriores, se podía expresar así: «el crecimiento espontáneo, supuestamente «libre», de las fuerzas del mercado capitalista desemboca en concentración de capitales; la concentración de capitales desemboca en el oligopolio y en el monopolio; y el monopolio acaba siendo negación no sólo de la […]

«La idea central que Marx legó al siglo XX y a siglos posteriores, se podía expresar así: «el crecimiento espontáneo, supuestamente «libre», de las fuerzas del mercado capitalista desemboca en concentración de capitales; la concentración de capitales desemboca en el oligopolio y en el monopolio; y el monopolio acaba siendo negación no sólo de la libertad de mercado sino también de todas las otras libertades». Lo que se llamaba «mercado libre» llevaba en su seno la serpiente de una contradicción explosiva, una nueva forma de barbarie…»

Salvador López Arnal. En: El marxismo sin ismos de Francisco Fernández Buey.

Salvador López Arnal (SLA), comentando el libro de Francisco Fernández Buey (FFB), Marx (sin ismos) -de donde citamos fragmentos en el texto anterior -, dice a propósito de la teoría neomaquiaveliana que esta aceptación cínica es un reconocimiento de «la limitación interna (económica, principalmente) de las democracias constitucionales.»

La democracia, para muchos, nos dice SLA, es un proceso en construcción «cuyo éxito y profundización dependía muy directamente de la presión de los de abajo y de la vigilancia de estos mismos justamente frente a las tendencias oligárquicas y plutocráticas

Es una presión, esa desde abajo, que vemos todos los días ocurriendo en todos los puntos cardinales del mundo explotado, mancillado, reprimido, asesinado, desempleado, hipotecado, endeudado, hambreado, asesinado… Y a continuación, SLA cita una asombrosa observación de FFB que parece como escrita para hoy mismo. La gente empuja, se rebela, se manifiesta, pero se observa:

«…una tendencia histórica, según la cual a medida que se extiende el sufragio por abajo, esto es, a medida que la igualdad jurídica formal alcanza techos más elevados en los países democráticos, aumenta la presión de los intereses creados por el dinero para corregir los desplazamientos y cambios que puedan llegar a afectar a los antiguos privilegios».

¿Qué otra cosa sino eso mismo, descrito en ese breve párrafo, es lo que viene ocurriendo en el mundo entero, pero sobre todo en estos días, en nuestra América? Ya no estamos en la época de la post-verdad, sino en la del plus-cinismo, donde la Ley y el Derecho se convierten en un arma asesina más…, cuando es aplicada por las oligarquías plutocráticas.

A menudo leemos en las páginas virtuales «independientes» un candoroso llamado al consenso y al diálogo para respetar «el pluralismo político». Aquí conviene estar muy atentos a la magia de la neo-lengua, a lo que no se dice, aparentemente diciendo, que no es más que la manipulación de los conceptos prestigiosos que predominan en el imaginario común, como el de la Libertad y la Democracia con mayúsculas, descontextualizadas de los contextos específicos e históricos. Vaya, que pluralismo es una de esas amables palabras que no es fácil rechazar so pena que nos tomen por dogmáticos o cuasi fascistas…y ante las cuales no conviene proclamar que el Rey está desnudo.

Pero, por supuesto que no se refieren a la pluralidad de ideas que pueda existir y existe, si de Cuba se trata, entre los cubanos para mejorar y avanzar hacia el socialismo, ni para ser sencillamente anticapitalistas. NO se refieren a la pluralidad de críticas, y tremenda diversidad de insatisfacciones que puede tener cualquier cubano que se precie de serlo, pero que son críticas e insatisfacciones que revelan, precisamente que quieren mejorar lo que sienten nuestro, lo suyo…

Claro que no es ese el pluralismo, si tenemos en cuenta que uno de los más destacados paladines del «pluralismo pluripartidista», desde uno de esos «sitios independientes» que proclaman que sólo nos quieren acompañar en nuestro angustioso tránsito, (bajo la sombra de Soros), declaró paladinamente dos cosas correlativas y complementarias: que no tenía simpatía alguna por el comunismo, y que ya es hora de fundar un Partido para la disputa del Poder y facilitar nuestro «tránsito o cambio de régimen».

Cuando más de 7 millones de personas en Cuba acometieron la vasta tarea de examinar y discutir en cada rincón de esta isla los llamados lineamientos, entonces se propusieron, y se incorporaron después, varias modificaciones y añadidos relativos a la propiedad privada. Pero ese pluralismo no es el que prefieren los increíbles de la pluralidad, no. Esa no es la democracia que desean, esa no es la buena democracia. Aunque ningún gobierno de esta tierra haga una consulta tal. Pero no importa que se parezcan bastante esos plurales a los que niegan que la Venezuela de Chávez sea democrática, a pesar de ganar más de una docena de elecciones. Vean si no: si el nuevo gobierno ecuatoriano llama a una consulta en que uno de los acápites está directamente enfilado a impedir que el expresidente Correa pueda ser reelegido, pues… mutis en el foro de los plurales. Pero si es Venezuela la que llama a un proceso constituyente ante la agresión exterior, la violencia interior, y la complicidad de un parlamento que nada hace, el foro de los plurales publica contra Venezuela. ¿Vemos por dónde va, y de qué va, el dulce encanto de la pluralidad?

Entonces, ¿cuál es ese pluralismo? Precisamente el que desea el no comunista, es decir, la existencia legal de plataformas de proyectos económicos y políticos no socialistas, que permitan el juego político balcanizante y fragmentador de la sociedad, que tan propicio resulta para que metan baza los que saben que sólo así pueden meterle mano a Cuba. ¿Estamos?

Pero veamos que nos comenta SLA al respecto, analizando algunas ideas del libro de FFB.

«A medida que, en la cultura euroamericana, se extendía «la convicción de que el problema de la hegemonía tiene que resolverse por vía pacífica y respetando el pluralismo político parlamentario, la legalidad parece a veces haber dejado de matar privilegiados.»

Los que abogan tanto por esa legalidad que deja de matar privilegiados, (o que se usa, viceversa, como ahora con Lula, para matar las voluntades populares, que no para encarcelar a Lula), debieran recordar las sabias palabras, creo que de Marx, porque parafraseo de mala memoria: cuando impera la desigualdad del Dinero, la ley (y el Derecho) es la ley (y el Derecho) del más fuerte. Allí está el secreto de la aguda observación de FFB: cierta legalidad – la de ese pluralismo político parlamentario – mata menos privilegiados, porque está hecha, o puede ser manipulada, para que ello sea posible.

Y concluye al respecto SLA en su análisis del libro de FFB:

«La tesis: FFB consideraba que ese esquema interpretativo, neomaquiaveliano, de lo que había sido y estaba siendo «la democracia realmente existente en el sistema-mundo del final de siglo», corroboraba en sus líneas generales la concepción marxista de la democracia en el capitalismo organizado.»

Tal como lo entiendo, la exigencia de que el desarrollo democrático cubano – con apoyos internos dirigidos o no a continuar su ruta socialista, y desde siempre mediante la agresión blanda o dura externa contraria a su proyecto, – se encamine a un modo de organización gubernamental de la vida política que, para recogerlo en un sólo término, denominan Estado de Derecho y la consiguiente implementación tradicional de los poderes clásicos que caracterizan a los estados capitalistas, es lesiva para el socialismo porque sería funcional al orden de dominación mundial, tanto como sinergia para las corrientes internas que pugnan por una transición al capitalismo, como con respecto a la lucha de clases internacional y el poder que ejercen el mercado mundializado y el poder mediático que está a su servicio. Para neutralizar esas fuerzas Cuba ha encontrado su propio camino de garantizar las dos condiciones básicas y mínimas para su soberanía: la independencia política y la integridad territorial.

Es absurdo suponer que el sistema político en Cuba se opone, en abstracto, y como cuestión de principio, a la existencia de los poderes legislativo, jurídico y ejecutivo, cuando de hecho existen en su ordenamiento republicano actual y en sus raíces históricas. La cuestión es otra: ha diseñado su particular interpretación de la democracia y el funcionamiento de los poderes de modo tal, y sobre la base de la legitimación soberana, que hasta el momento es el firme valladar que ha impedido el éxito de uno de los más extensos e intensos asedios históricos para derrotarla.

La teoría de la existencia de los célebres tres poderes, es eso precisamente, una teoría que encuentra necesariamente su validez o invalidez no en sus requisitos o atributos teóricos pretendidamente universales, sino en su validación histórica real, es decir su eficacia con respecto a los objetivos que se propone. Su teoría se viene desplegando desde mucho antes de Montesquieu, y, con posterioridad, el devenir histórico le añade factores que no pudieron tenerse en cuenta en las etapas pioneras de su concepción e implementación: el poder económico capitalista como condicionante transversal profundo que impone e indica los límites de las condiciones de posibilidad para la realización efectiva de la independencia de los poderes, que es su base de justificación universal. Y junto a ello, otro elemento que tampoco podían prever los pioneros: la mundialización de la moderna esclavitud económica y la potencia inusitada de los poderes mediáticos controladas por el mismo poder económico.

No pretendemos aquí desarrollar un examen teórico del tema, para el cual, además, no tiene este comentarista una preparación profesional adecuada. Repito lo que he dicho antes muy claramente a mis posibles lectores: el hombre común cubano tiene que decidir en muchas cuestiones para el bien o para el mal de su patria y su revolución, y conviene que estudie y acopie razones para no ser víctima fácil de lo que advertía Martí en Nuestra América:

«Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas!»

Hoy el gigante de las siete leguas tiene también una realidad virtual, anida en las redes, hace una guerra de pensamiento, y también serpentea y se nutre en la confusión y la ignorancia propias, así como en el desencanto y el desfallecimiento de los que se rinden, o se quedan demasiado tiempo sentados en las propias o ajenas sillas que encuentran en el camino.

La teoría de los poderes tripartitos descansa sobre dos exigencias básicas: la necesidad de la especialización en el ejercicio estatal y la necesidad de la independencia en el ejercicio de los poderes. La complejidad de los deberes estatales exige la especialización como condición de la eficacia en el desempeño de sus tareas. Su condición objetiva es similar a la necesidad de la representación política: en el ágora ateniense podían concurrir todos los ciudadanos libres a discutir y decidir los asuntos de la polis, algo imposible en las megápolis modernas. Ciertas tareas de los asuntos gubernamentales exigen una ardua profesionalización. Es presumiblemente lógico que si alguna vez en la historia dejara de existir un abismo de intereses antagónicos entre clases explotadoras y explotadas, (lo que soñamos como el comunismo) se mantendrían funciones «estatales» de una índole tal que seguirían existiendo la necesidad de la especialización en ciertas actividades políticas y de gobierno. La independencia, por su parte, se refiere a crear condiciones que impidan el ejercicio de las tiranías al predominar un poder sobre otros.

Hemos apuntado lo anterior para traer a colación algo que apuntan los especialistas: entre ambas exigencias anida una tensión que ha de ser resuelta en las condiciones específicas de cada momento histórico. La especialización, que apunta a las cuestiones de Estado, y que, recordemos, es condición de eficacia de las tareas a realizar, entra en tensión con la independencia entre los diversos poderes que conforman los estamentos del gobierno. Más o menos podría decirse que la maximización o exageración de la independencia entre los poderes influye de modo directamente proporcional en el posible debilitamiento de la eficacia estatal. Y viceversa, si se quiere maximizar y fortalecer el poder de resolución y eficacia de las funciones gubernamentales, ello pude ser directamente proporcional al debilitamiento de la independencia de los distintos poderes que lo forman. En realidad, y como es más que comprensible, el equilibrio entre estos elementos tensionales, no se pude resolver en la teoría. La misma tensión se origina si todas las cuestiones se remiten a una solución asamblearia previa y predominante.

En la práctica es sintomático que la ideología más radicalmente al servicio de la explotación capitalista, la neoliberal, apueste por el adelgazamiento de las atribuciones estatales y confíe la búsqueda del «equilibrio» a los mecanismos del mercado. Y viceversa, que los sistemas que más resistencia real y efectiva le hacen a la explotación capitalista (el capitalismo los honra como sus enemigos!), muestren un estado fuerte que, como indica un especialista, puede evitar «la interferencia arbitraria de terceros.» La pregunta que nos debemos hacer es: ¿por qué los agresores de nuestro sistema la emprenden principalmente y casi únicamente contra el Estado cubano?

Desde una tercera mirada, imposible si no es que se lanza desde el espacio sideral, o una civilización avanzada sobre nuestro sufrido planeta, ese el «autoritarismo» que duele a las oligarquías. Si lanzamos una somera mirada sobre el mundo allende los mares de nuestra Isla, vemos que solamente son aquellos estados fuertes los que pueden plantar cara a los centros del poder mundial: China, Rusia, Vietnam, Corea del Norte. Cuba es el único «débil» que puede hacerlo. Y sintomáticamente son las naciones enemigas de las «verdaderas democracias», demonizadas, los puntos cardinales del eje del mal. Como me vi obligado a decir en un texto anterior: lo que le ocurre hoy a los países latinoamericanos que han intentado algo en favor de sus mayorías, respetando las estructuras de poder realmente existentes en sus nacionales, que no han podido revolucionar, no les ocurre no porque no hayan podido seguir el ejemplo de Cuba, porque eso es imposible dadas las realidades específicas de cada país, sino porque las implementaciones redivivas de sus sistemas de gobierno, no han podido lidiar con el cuarto y quinto de esos poderes que no estaban previsto en la teoría tripartita: el poder del Capital y su control mediático. Son instituciones «invisibles», pero actuantes. Ambos no existen en Cuba y por esa razón desean ser fomentados entre nosotros. En cuanto a los tres clásicos, dejen que sean los cubanos quienes sigan su propio camino, ese que también desean ver desviado de su génesis y su destino.

¿Por qué «la legalidad parece a veces haber dejado de matar privilegiados«?

Suponer y proponer que la efectiva independencia de poderes fracasa porque hay individuos (jueces, gobernantes, parlamentarios, políticos) que no cumplen con sus obligaciones, o se corrompen, o son venales, etc.), es un error abrumador, tanto teórico, como negador de la experiencia histórica, además de letal y verdaderamente impensable a estas alturas. Equivale, si a buscar equivalencias nos dedicamos, a sostener que no es el hecho de que unos grupos humanos sean propietarios de los medios de producción y grandes capitales, mientras otros sólo tienen como propiedad su fuerza de trabajo y se ven obligados a trabajar para los primeros, lo que explica la explotación, el capitalismo y una lucha de clases que no cesa. Equivale a decir que el capitalismo se explica porque hay individuos egoístas, malvados e individualistas que se niegan, por perreta infantil a repartir un poco de lo que les sobra. Bastaría la educación de Emilio, el refinamiento de las sensibilidades y los sentimientos para resolver los problemas del mundo. Como nos decía Marx, un capitalista puede ser un magnífico padre de familia y, un mafioso, decimos en estos tiempos, el enternecedor abuelo que muere jugando con su nieto en el jardín. ¿Se puede afirmar que el culpable de que Lula vaya a la cárcel es el juez Moro? Es de una inocencia (ignorancia), (o de un cinismo) peligroso, afirmarlo.

Fuente: http://lapupilainsomne.wordpress.com/2018/04/09/el-autoritarismo-que-duele-a-las-oligarquias-ii/

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